Parece que fue ayer que era septiembre, todos nosotros estábamos eufóricos porque por fin podíamos disfrutar de toda una temporada de NFL pero así, de un plumazo y casi sin darnos ni cuenta, la temporada se nos ha ido y no volverá pronto precisamente. La NFL se ha terminado, al menos en lo que a partidos se refiere, y nos ha dejado medio huérfanos de afición durante un buen intervalo de tiempo, más o menos unos 211 días. Eh, aproximadamente, tampoco os penséis que estoy tan ansioso como para tenerlo contado. Pero al menos, como fin de fiesta, el football nos ha dejado un bonito partido que supone un muy digno colofón a esta temporada y un partido que ha superado con creces las expectativas que había generado en una parte importante de los aficionados (entre los que me incluyo). Y es que ciertamente fue un partido totalmente digno de una Superbowl, con nervios por parte de todos, buen juego a ratos y emoción hasta el final, y un partido muy especial porque contó con la presencia de un concepto que hasta ahora nunca había aparecido en este tipo de partidos: el apagón. Pero no un apagón cualquiera, que también, sino algo aplicable a muchos más aspectos.
De hecho, el concepto de apagón ya estaba presente en la Superbowl antes de jugarse el partido. Sinceramente pensaba que era el único aficionado, o como mucho de los pocos, que afrontaba la Superbowl más pensando que tenía que verla simplemente porque era la Superbowl que no quierendo ver el partido en sí. Pero vi que no, que no estaba solo ni mucho menos, que había un nivel de indiferencia mucho más elevado que el habitual en una cita de tan grandes proporciones. O sea, que no sería descabellado decir que buena parte del aficionado neutral había sufrido un apagón de motivación cuando lo normal hubiera sido justo lo contrario. No era un buen augurio, sin duda, pero el sentimiento más o menos generalizado del espectador no era algo que fuera a afectar al desarrollo del partido. Y menos mal porque, pese a que un concepto aparentemente negativo como el de apagón es totalmente clave para entender el desarrollo del mismo, el partido acabó resultando ser excepcional.
Y es que los Ravens estuvieron durante toda la primera parte muy enchufados, defendiendo muy bien y convirtiendo prácticamente cada drive en anotación (porcentaje que se hubiera incluso incrementado si John Harbaugh se hubiera dejado en casa la página del playbook en la que habla de fakes de field goal). ¿Mérito suyo? Quizá. Pero uno de los factores que más explican la absoluta dominancia de los Ravens durante la primera parte fue el primer gran apagón de la noche: el de los San Francisco 49ers. Un apagón que estuvo especialmente centrado en la figura de Colin Kaepernick, y es que al quarterback de los Niners pareció pesarle la presión del acontecimiento y se le vió nervioso desde el primer momento. Kaepernick no sabía qué hacer con el balón en las manos, apuraba al máximo cada jugada con audibles tipo Peyton Manning que parecían más debidos a la inseguridad que a una buena lectura de la defensa rival, intentaba salir corriendo pero no encontraba por donde y los Niners sólo conseguían mover las cadenas ocasionalmente con pases que buscaban las zonas cubiertas por los linebackers de los Ravens, pases que por cierto fueron demasiado poco frecuentes vistos los problemas que ha tenido Baltimore en esa faceta ya no sólo en ese partido sino durante todos los playoffs. Vamos, un caso de libro en el que la presión del partido pudo con el jugador joven, algo que por cierto ya venía siendo hora que pasara, no porque tuviera unas ganas explícitas de que le entraran los nervios y jugara mal sino simplemente porque no era normal que un quarterback con tan poca experiencia tuviera tanto aplomo durante tantos partidos en la que la presión era más que elevada. En resumen, que lo que en partidos anteriores parecía muy fácil el domingo parecía totalmente imposible, parecía que la temporada mágica de Kaepernick había llegado a su fin; de hecho fijaros si fue grave el bloqueo de Kaepernick y su poca eficacia en el juego que hubo más de uno y más de dos que apelaban a la valentía de Jim Harbaugh para que a la media parte hiciera el cambio que el equipo necesitaba y pusiera a Alex Smith detrás del center. Un cambio que hubiera sido espantoso a todas luces, ya no sólo porque habría sido un golpe muy grande a la confianza de Kaepernick a corto y a largo plazo sino porque habría sido altamente improbable que Alex Smith mejorado el nivel exhibido por Kaepernick hasta el momento, primero por el óxido que seguramente llevaría encima después de semanas sin jugar y segundo porque no es lo mismo jugar con la confianza de saberse el titular que tener que salir corriendo a salvarle el culo a alguien que ha demostrado que no confía demasiado en ti. Pero justo después del touchdown de retorno de Jacoby Jones, con 28-6 en el marcador y justo cuando los Niners parecía que no iban a salir de su propio apagón, pasó algo nunca visto y totalmente inconcebible.
Hubo un apagón. Pero de los físicos, de esos que se apagan buena parte de las luces y el estadio se queda prácticamente a oscuras. Un suceso que podríamos definir como una mezcla entre inexplicable, surrealista y vergonzoso:
– Inexplicable porque en un evento de tal magnitud todo debería haber estado controlado al milímetro, y más un tema de tanta importancia. Porque una cosa es que se estropee el secador de manos en un par de lavabos, o que se estropee un tirador de cerveza, o incluso podría estropearse un vídeomarcador y en el fondo tampoco pasaría nada, ¿pero la luz? ¿En serio? La luz es lo más importante de toda la organización del evento, sin luz simplemente la Superbowl no se puede celebrar, y resulta que fallaron en eso. Y encima sale ahora la NFL diciendo que esto no afectará para decidir si este pabellón puede albergar futuras Superbowls. Madre mía…
– Surrealista porque el apagón llegó en el momento más oportuno posible para los Niners. Como ya se ha comentado, en esos momentos los Ravens estaban ganando por 28-6 después de un retorno de kickoff por parte de Jacoby Jones que había acabado de hundir las pocas esperanzas que quedaban en los fans de los Niners. Y siendo más concretos, el apagón viene después de un sack a Colin Kaepernick que le dejaba en 3rd & 13, una jugada que no sólo dificultaba que ese drive fuera el de la reacción sino que también podía acabar de hundir a un Kaepernick al que probablemente el sack es la jugada que más daño psicológico le hace. De hecho, tan oportuno es el momento en el que se produce que por eso parece surrealista. Y es que si no fuera porque el partido se jugaba en un campo neutral en el que además había mayoría de aficionados de los Ravens, se podría llegar a pensar que el apagón se podía tratar de una fullería orquestada por los propios Niners como medida desesperada para hacer reaccionar a su equipo. Que no se engañe nadie, no estoy intentando destapar ninguna teoría conspiratoria porque no la hay, está claro que fue un fallo en el sistema eléctrico (y de hecho así lo demuestran informes datados del mes de octubre que dicen que había preocupación de posible apagón en el estadio, informes que por cierto provocaron un gasto de dinero importante en mejorar el cableado eléctrico), pero también está claro que el apagón a los Niners les fue de perlas.
– Y vergonzoso porque esta es la imagen que se ha proyectado de la Superbowl al mundo. Y, como no podía ser de otra manera, en el mundo estoy incluyendo a nuestro país. Obviamente no puedo hablar por el resto de países, pero sí que puedo hablar por el nuestro, y puedo afirmar que en la mayoría de casos el trato periodístico de la Superbowl ha sido contar lo bien que lo hizo Beyoncé en el descanso, destacar que el estadio se quedó a oscuras durante media hora y, por último y si quedaba tiempo, mencionar el resultado. Me enfadaría con la prensa de aquí por quedarse con las anécdotas en vez de quedarse con el deporte pero históricamente ha sido poco efectivo así que no lo voy a hacer. Así pues, con quien me enfado es con la NFL, porque en la única oportunidad que tienen al año de llegar a más gente y de generar más atención entre aficionados normalmente ajenos al deporte la han cagado pero bien. Ahora ya no sólo somos el deporte de la gente que se pone cascos y se pega piños sino que además somos el deporte que una vez tuvo una final en la que se apagaron las luces. Es muy frustrante intentar difundir este deporte en nuestro país, o ni tan siquiera a nivel global sino simplemente intentar hablar con los amigos y que no te traten de friki, y que de vez en cuando ocurran cosas como este ridículo eléctrico que lo único que hacen es distraer al personal de lo que realmente importa, el football. Por lo tanto, pediría a la gente que se olvidara de este detalle, que en el fondo no deja de ser una anécdota, pero por otra parte como sé que es casi imposible que eso ocurra no me queda otra que sentir vergüenza por lo que pasó en el Mercedes-Benz Dome y por la imagen de este deporte que se proyectó al mundo.
En fin, son cosas que pasan y que nosotros no podemos hacer nada para evitarlas, pero afortunadamente también son cosas que se acaban arreglando. Y como si de una simple operación matemática en la que negativo por negativo da positivo se tratara, el apagón físico pareció anular el apagón de los Niners como equipo; los de San Francisco retomaron el partido enchufadísimos y convencidos de que la distancia de 22 puntos que había en el marcador se podía remontar. Metáforas aparte, no sé qué ajustes hicieron ni qué les dijeron a los jugadores durante ese parón, pero el cambio de chip que experimentaron los Niners no hace más que confirmar que el trío formado por Jim Harbaugh, Greg Roman y Vic Fangio es el mejor staff principal de toda la NFL de largo, quizá no a la hora de plantear los partidos pero sí a la hora de ajustar al descanso y hacer daño en las segundas partes (no sería precisamente la primera vez este año que los Niners juegan mucho mejor la segunda parte que la primera). El caso es que, a la vez que los Niners se venían arriba gracias al gran trabajo de sus técnicos, empezó a vislumbrarse el tercer apagón de la noche: el de los Baltimore Ravens. Y en el fondo era lógico. Se vieron muy por delante en el marcador y eso puede provocar un poco de relajación, un parón de estas características hace más daño al equipo veterano porque le cuesta más volver a coger el ritmo y, no nos engañemos, especialmente en el lado defensivo el esfuerzo de todo el partido se iba acumulando con lo que el rendimiento fue decreciendo a medida que fue avanzando el partido; cualquiera de esos factores por separado podría haber provocado un bajón de los Ravens, pero es que combinado provocaron un apagón total. Los Niners hicieron prácticamente lo que quisieron en ataque, Kaepernick encontraba receptores con facilidad, encontraba pasillos para correr e incluso Frank Gore empezó a funcionar como debía, mientras que en defensa vieron como al ataque comandado por Joe Flacco se le secaban las ideas ante los ajustes defensivos y se ponía nervioso ante la avalancha que se les venía encima. Piedras de Flacco como hacía un tiempo que no le veíamos, errores de bulto de Ray Rice, el ataque no conseguía encontrar el ritmo de forma regular y, cuando lo encontraba, sus drives eran limitados a un field goal. Y combinando que el ataque funcionaba a la perfección con que la defensa estaba desquiciando al ataque rival al final pasó lo que casi obligatoriamente tenía que pasar, y es que después de una segunda parte en la que el campo parecía inclinado hacia la end zone de Baltimore, los Niners se vieron moviendo el balón con soltura en un drive que les podía poner por delante. Pero, misterios de la Superbowl, en cuatro downs desde dentro de la yarda 10 los Niners no fueron capaces de anotar el touchdown de la victoria. Lo confieso, yo fui de los que pensaron que Baltimore se debía haber dejado anotar en esa carrera de Frank Gore, confiaba mucho más en el ataque de Baltimore que en su defensa tal y como iba la dinámica de partido, pero milagrosamente esa unidad defensiva de Baltimore que había estado desaparecida durante casi toda la segunda parte resurgió de sus cenizas para aguantar la última embestida de los Niners y sellar la victoria de su equipo. Y es que ahí terminó el partido porque, después de tres carreras de Bernard Pierce (nada de Ray Rice, no sea que cometiera otro fumble) y una jugada espectacular de equipos especiales en la que regalaron el safety para quitar más segundos al reloj y tener una posición de campo más cómoda, a los Niners sólo les quedó la opción del retorno del safety punt, una opción muy remota que no pudieron aprovechar.
Así que sí, ganaron los Ravens pero en parte estoy un poco de acuerdo con las declaraciones de Frank Gore: creo que los Ravens tuvieron suerte porque tal y como estaba el partido lo más lógico habría sido que hubieran ganado los Niners. Si el resultado final fue culpa del playcalling en las últimas cuatro jugadas, de los árbitros que no vieron un holding exageradamente protestado por Jim Harbaugh (no quiero imaginar cómo sería la protesta que cuando le empezaron a enfocar ya había perdido la gorra) o si fue simplemente que los Ravens sacaron fuerzas de donde prácticamente ya no las había para ese último goal-line stand, eso lo dejaré a criterio de cada uno, pero no os machaquéis mucho la cabeza con las razones porque en el fondo, con suerte o sin ella, lo único que cuenta es que ganaron los Ravens. E igualmente, podríamos entrar en discusiones sobre quien merece o deja de merecer el premio al MVP pero no vale mucho la pena. Podríamos argumentar que el mérito fue de Boldin por bajarle algunos melones, de Jacoby Jones por los dos touchdowns largos, o del binomio que formaron Donte Whitner y Chris Culliver por estar horribles en cobertura (uno de los dos tiene culpa directa en todos los touchdowns de pase), pero lo ganó Joe Flacco y muy merecidamente, porque la primera parte que realiza es de libro y es principalmente lo que sienta las bases de la victoria de Baltimore. Si este premio afecta al precio que pida para renovar ya es otro tema muy diferente y ya se encargará de tratarlo quien le corresponda, ahora no toca discutir eso.
Ahora lo que toca es que Baltimore celebre su éxito por todo lo alto y reciba las felicitaciones de todo el mundo. Y desde aquí, yo no quiero ser menos con lo que quiero felicitar a los Ravens por el campeonato, a Flacco por su MVP y, como no, también felicitar a todos sus fans que me consta que no son pocos. Y también quiero aprovechar para felicitar a los Niners, siempre es una lástima remar tanto para acabar quedándose en la orilla, pero al menos lo intentaron y en su empeño nos regalaron muchísima emoción en una Superbowl aparentemente decidida. ¡Felicidades a todos!
Pero ya por último, acabando con una nota un tanto triste y como no podía ser de otra manera viendo como fue la Superbowl, el concepto de apagón también está (y estará) presente después del partido. Ya lo he comentado antes, este es el último partido de NFL en mucho tiempo y a todos nosotros se nos habrá apagado el football de golpe. Sé que es complicado esperar tanto tiempo hasta el próximo pero también sé que no es la primera vez que lo hacemos, así que intentad sobrevivir en la oscuridad como podáis, usad la caja con cuatro cerillas que tenéis en el bolsillo si queréis haceros luz de vez en cuando (draft o agencia libre, por ejemplo) y sobre todo mucho ánimo. Porque aunque realmente está muy lejos, ya se empieza a ver la luz al final del túnel.