Invictos durante veintisiete jornadas consecutivas, líderes indiscutibles de su división, terceros en el ranking general FBS y con una plaza casi asegurada para los Playoffs, los Florida State Seminoles parecen destinados a repetir los éxitos de la pasada temporada en la que se proclamaron campeones nacionales. Sin embargo, si analizamos con atención tanto los resultados como el juego de los de Jimbo Fisher, podemos ver que no es oro todo lo que reluce y que detrás de estos contundentes números se esconde un equipo que está empeñado en jugar con fuego. Y ya se sabe que quien con fuego juega…
El balance actual de la temporada (11-0) podría dar de pensar que lo de los seminoles es un paseo triunfal. Ni mucho menos. De hecho, y aunque parezca una locura, este balance podría ser perfectamente de 7-4. Y es que, como mínimo, en cuatro de los once partidos disputados el resultado podría haber sido el contrario. En la tercera jornada, el partido contra Clemson se decidió en la prórroga. El partido disputado contra Notre Dame (31-27) acabó con una jugada polémica en la que los árbitros decidieron anular un touchdown de los de Indiana tras una más que polémica intercepción en ataque.
Contra Louisville se tuvo que remontar un parcial de 21-0 en la primera parte para acabar con el 31-42 final. El partido contra Virginia siguió con la tónica habitual de un mal juego en el primer cuarto, dinámica que se vio mucho mas acentuada en el partido contra Miami Hurricanes que se decidió a falta de tres minutos para el final con un touchdown que puso el marcador en el 30-26 final. La guinda de esta trayectoria la hemos tenido este fin de semana con el partido disputado frente a Boston College que se decidió con un field goal en los últimos segundos de Roberto Aguayo, el kicker que es un seguro de vida para este equipo.
Lo más destacado, y a la vez sorprendente, es la dinámica casi repetitiva de los partidos. Primeras partes en la que el equipo se ve totalmente sobrepasado por los rivales y en las que se encajan resultados a veces abultados y segundas partes en la que el la defensa se ajusta y en ataque Jameis Winston aprieta los dientes y despliega su juego de pase total que desborda las defensas rivales. Si nos centramos en los últimos cinco partidos, cualquier espectador podría decir eso de “esta película ya la he visto”. Son partidos en los que parece ser que Florida State cosechará su primera derrota, pero en el fondo uno sabe que los de Tallahassee se llevaran el triunfo final.
La sensación de vulnerabilidad en defensa es destacable. La temporada pasada esta línea fue una de las más punteras a nivel nacional. Las destacadas bajas de jugadores que han dado el salto a la NFL, así como el cambio de coordinador defensivo tras la marcha de Jeremy Pruitt a Georgia, han colocado a los Seminoles en la vigésimo novena posición en cuanto a puntos encajados. Para otro equipo, a priori, no sería un mal dato. Sin embargo, en este caso, es un aspecto que está haciendo mucho daño y que hace que los equipos contrarios vean que este equipo es vulnerable. Los jugadores que están desatancado y últimamente aguantando a esta defensa son Mario Williams (DE), P.J. Williams (CB) y Jalen Ramsey (DB). El papel de Ramsey está siendo destacado en los últimos partidos. En su posición de nicklelback está desplegando sus cualidades de velocidad, inteligencia, anticipación, toma de decisiones y técnica de placaje. Contra Miami Hurricanes fue él quien cerró el partido con un par de acciones claves en el último drive, incluida la intercepción final, y con un partido de manual que cualquier jugador de su posición debería visionar.
El ataque arrollador e incontestable de la temporada pasada ya no es tal. No se sabe muy bien el motivo, pero el ataque funciona a destellos y de forma puntual cuando la situación lo requiere. Jameis Winston sigue siendo talento puro en su posición de director de juego y un jugador con un brazo, precisión, ejecución y lectura de juego impresionante. Sin embargo, este año está destapando el tarro de las esencias solamente en situaciones apretadas. Se está viendo el perfil más oscuro del jugador tanto a nivel deportivo como personal. Sigue con un porcentaje de pases completados muy alto y similar al de la temporada pasada (alrededor del 66%) pero ya lleva un total de trece intercepciones, mientras que el año pasado completó diez. Se le ve algo más incómodo y precipitado cometiendo errores impropios de él tanto en selección como en definición de jugada. Destaca sobremanera su nerviosismo en ciertos momentos del juego y su actitud negativa y en ocasiones de enfrentamiento tanto con sus compañeros como con su entrenador. Los problemas extradeportivos tampoco están ayudando ni a él ni al equipo.
Sorprende el bajo rendimiento del juego de carrera ocupando actualmente el lugar 107 de la FBS en cuanto a yardas recorridas. Carlos Williams no está dando el rendimiento esperado y no se está convirtiendo en esa válvula de escape necesaria en los momentos en los que se atasca el equipo. De hecho, durante los últimos partidos, las riendas del juego terrestre las está tomando el freshman Dalvin Cook que ya lleva un total de siete touchdowns incluido el de la victoria contra Miami Hurricanes y dejando unas sensaciones muy buenas. Por aire sigue destacando Rashad Green, uno de los receptores más dinámicos, ágiles y versátiles y objetivo principal de Winston tras la marcha de Kelvin Benjamin. También esta destacando el freshamn Travis Rudholp y el tight end Nick O’Leary que oxigena y desatasca mucho con sus rutas medias a las espaldas de los linebackers y que, gracias a su físico, es capaz de ganar yardas tras la recepción.
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Muy destacable es el papel que está realizando el entrenador Jimbo Fisher desde el punto de vista anímico y psicológico. Los ajustes tanto técnicos como motivacionales en los descansos de los partidos son impresionantes. El equipo sale con otra cara. Parece otro. De hecho parece el equipo que todo el mundo se esperaba encontrar al inicio del encuentro.
A la espera del enfrentamiento contra Florida Gators (eterno rival de los Seminoles) y de lo que pueda pasar en la final de conferencia (ACC), Florida State sigue siendo, a pesar de todo, un rival temible y claro aspirante a revalidar el título nacional. Con este equipo los partidos duran como mínimo sesenta minutos y las emociones están aseguradas.