No hay nada más desagradable que acudir a un espectáculo deportivo y ver como respetados y respetadas padres y madres de familia pierden por completo la compostura y se dedican a propinar improperios por doquier a deportistas, árbitros e incluso a sus compañeros de grada. Este deleznable show es, por desgracia, una constante en casi todos los deportes en el viejo continente. Afortunadamente, cada vez cuenta con menos aceptación social y las críticas a estos comportamientos han ganado en adeptos y ferocidad. El deporte es un pasatiempo, una vía para relajarse después de una dura semana, para no pensar en los problemas, para olvidar todo lo que está ocurriendo en tu vida durante unas horas. El problema es que la situación ha ido variando de tal modo, que, durante años, se ha convertido en el refugio de violentos y de acomplejados que han buscado en él una excusa para dejar salir toda su ira y frustraciones.
Todo aquel que conozca como es el deporte en Estados Unidos sabe que en el país de las barras y estrellas la situación es diferente. Es diferente, porque se parte de conceptos bien distintos, el deporte es importante, sí, pero hay que cuidar otros muchos aspectos, porque, finalmente, es un producto a exportar, una manera de enseñarle al mundo un estilo de vida, de vender y sacar todo el rendimiento posible a una competición.
La imagen en el deporte estadounidense es algo importante, muy importante, solo hay que remitirse a las reglas de vestimenta que se imponen a ciertos deportistas ya que representan un ejemplo para la sociedad en general y para los niños, en particular.
Evidentemente, la situación no es idílica. En cualquier parte del mundo, nos podemos encontrar con personas que no entienden o no saben entender el sentido del deporte, y Estados Unidos no es una excepción. Puedo suponer, que todo aquel que está leyendo estas líneas es, por fortuna, un/a aficionado/a al beisbol y que para ella o él es algo importante, apoyan a su equipo hasta el último out de la última entrada de la temporada, aunque sepan que no tienen opciones de hacer nada importante, o simplemente les gusta ver partidos de MLB sin mayor identificación por un equipo u otro. Puedo suponer, además, que a ninguno de nosotros, independientemente de nuestros colores, nos gusta ver como grandes jugadores se pierden partidos por lesión. Las lesiones son inherentes al deporte, pero parece que para algunos, dicha inherencia no es suficiente, ya que esperar a que el azar juegue su papel les parece demasiado aburrido y deciden que dañar a compañeros de profesión es algo válido.
Hace poco más de una semana, presenciamos una de esas situaciones en las que uno no sabe si sentir vergüenza ajena, indignación o ambos sentimientos a la vez. Una de esas situaciones, donde se expone la peor de los pseudo aficionados que comentábamos al inicio de este escrito. Se disputaba la serie entre Arizona y Pittsburgh, una serie con claro favorito si nos remitimos a los números de ambos equipos. Los Pirates luchan por un puesto en octubre, mientras que los D-Backs se encuentran inmersos en un mar de dudas debido a que su oscuro presente solo hace presagiar un futuro de una negrura remarcable; por lo que el favorito para la serie estaba claro, los de amarillo y negro debían ganar sin mayores problemas.
Cuando hablamos de estos dos equipos, dos jugadores vienen inmediatamente a la mente de todos, Andrew McCutchen y Paul Goldschmidt, sin lugar a dudas dos grandes estrellas, dos candidatos, siempre, a luchar por los premios individuales que reconocen la valía de los grandes jugadores. Pues bien, después de la citada serie de partidos, ambos peloteros se van a ver alejados de los diamantes, por espacios de tiempo diferente, pero, a fin de cuentas alejados.
Con Ernesto Frieri en el montículo, que llegaba de los Angels en junio y que ya no sigue con los Pirates debido a que ha habido que hacer sitio en el roster para Pedro Álvarez, y con Goldy en el home plate esperando para mandar la bola a la grada; se produjo lo que todos han acordado catalogar de accidente. El lanzamiento del pitcher colombiano impactaba en la mano del primera base provocando una rotura en la misma, que daba por finalizada la temporada de la estrella del equipo de Arizona. Desde que comenzó esta temporada Goldschmidt ha sido lo único a lo que se han podido aferrar en el Chase Field, ya que sus actuaciones le estaban proporcionando muchos votos en la futura designación de mejor jugador de la Liga Nacional.
Entre el desencanto, por la baja de su estrella en el seno de los Diamondbacks, se respiraba cierto aire de venganza, de represalia, de que aquel hecho no era más que un capítulo de lo que estaría por venir.
En efecto, nada más lejos de la realidad. Horas más tarde Randall Delgado lanzaba una bola rápida que impactaba en la espalda de Andrew McCutchen. ¿Accidente? Todo hace indicar que no. Al igual que tras el incidente Frieri-Goldy todo el mundo del beisbol hablaba de una jugada fortuita, a la par que desgraciada; después del de Delgado y McCutchen las opiniones están divididas.
Las razones para esta división pueden partir del propio lanzamiento, que cada uno juzgue viendo las imágenes, o de la fama y declaraciones del tándem Gibson-Towers, líderes del proyecto deportivo de Arizona. Cada día que pasa, el beisbol actual se está convirtiendo en un deporte donde los pitchers dominan sobre los bates. Aun así hay bates difíciles de acallar, como los de las grandes estrellas que antes nombrábamos. Ante esta situación y en un deporte donde la especialización es cada vez mayor, cabe recordar que antes los lanzadores disponían de mayor número de entradas y por ende de lanzamientos, los pitchers tratan de ajustar lo máximo posible la bola a la zona de strike para complicar la tarea de su rival. En este contexto, se puede entender que algunos jugadores reciban el impacto de la bola como fruto del azar y de la competición. Pero no es entendible ni comprensible golpear con la bola a rivales como represalia o como técnica de intimidación.
La fama de Kirk Gibson y de Towers les precede. Gibson, considerado como de la vieja escuela, da miedo hasta a Mike Tyson gracias a su expresión facial y bien ganada reputación de tipo duro. Cabe recordar como hace poco más de dos meses felicitaba a Evan Marsahall tras su expulsión por golpear a Ryan Braun, en un encuentro ante los Bewers. El propio lanzador reconocía que el plan de juego cuando hay rivales en posición de anotar es crear un suave contacto. En cuanto a Towers, solo es necesario remitirse a la temporada pasada cuando decretó el ojo por ojo. Que cada cual, saque sus propias conclusiones, pero todo ésto unido a los rumores de que el tándem ahuyentó del equipo a Justin Upton y Stephen Drew con sus tácticas de dureza no generan un sentimiento de confianza en las palabras de Gibson, a pesar de la defensa del mítico Tony LaRussa. Personalmente, no creo que la intención del entrenador de Arizona sea lesionar a nadie, pero va a jugar con el reglamento, al borde de la legalidad para tratar de sacar todas las ventajas que pueda.
Todo el revuelo provocado tras las dos noches consecutivas de golpes, podría haber disminuido tras confirmarse que la lesión en las costillas del exterior de los Pirates no está directamente relacionada con la bola rápida de Delgado en su espalda. Pero no ha sido así, el debate sigue vivo y en el centro del mismo los principales responsables de la gestión deportiva de los Diamondbacks. En cuanto a posibles sanciones, es muy difícil establecer el límite de lo accidental, por lo que se antoja un tema complicado y controvetido.
McCutchen que estará en la lista de lesionados durante aproximadamente dos semanas, tenía los siguientes números durante la presente temporada .310/.410/.534 (166 OPS+) con 31 dobles, 17 home runs, 17 bases robadas y 67 bases por bolas. Los números hablan por sí solos, lo que nos queda por saber es como lidiarán con la situación en Pittsburgh, ya que estamos en agosto y si quieren seguir jugando en octubre sus opciones se reducen a ganar, ganar y volver a ganar.
Como expresó Mahatma Gandhi, ojo por ojo y el mundo acabará ciego. Amigo Towers, tu equipo va terminar ciego la temporada, y los Pirates van a tener problemas de visión hasta que vuelva Andrew. Finalmente, fuera de los resultados concretos de aquella serie, no sólo los dos equipos han perdido, todos los aficionados a este deporte no veremos más esta temporada a Goldy y no sabemos cuándo volveremos a ver a McCutchen, las informaciones apuntan a que su recuperación va por buen camino. El deporte, es todo y nada, pero es sólo deporte. Cuando los partidos se acaban, la violencia provoca únicamente que todos perdamos.