Durante el final de los ’70 y el principio de los ’80, se terminó de consolidar la figura del fireman. Un pitcher de absolutas garantías que salía desde el bullpen en los momentos en que las cosas estaban complicadas. Este lanzador podía estar en la lomita durante dos, tres o más innings y aunque solía agenciarse muchos saves estaba lejos de lo que entendemos por un closer a día de hoy.
Una breve historia del bullpen (I): 1876-1945
Una breve historia del bullpen (II): 1945-1985
‘Rollie’ Fingers y ‘Goose’ Gossage fueron los dos grandes fireman de la época, pero es imprescindible añadir un tercer nombre. Un lanzador en el que encontramos el eslabón perdido entre los fireman y los closers: Bruce Sutter.
Bruce Sutter: un closer moldeado por las lesiones
Hablar de Sutter es hablar de lesiones. Toda su carrera estuvo lastrada por problemas en el hombro y el codo. Problemas que fueron tanto su condena como su salvación. Fue una grave lesión la que le obligó a desarrollar su lanzamiento estrella: la split-fingered. Este pitch era un auténtico desconocido en la época y Sutter, ayudado por sus larguísimos dedos, lo convirtió en una pesadilla para los bateadores.
Llegó al Gran Show en 1976, sin hacer mucho ruido y con pocas esperanzas puestas en él. Su trayectoria en las Menores estuvo marcada por los altibajos y un entrenador llegó a decir que jugaría en las Mayores el día que los comunistas dominaran el mundo. La Unión Soviética se acabó derrumbando y los Estados Unidos ganaron la Guerra Fría pero Sutter no solo debutó en la MLB sino que permaneció en ella durante doce temporadas (no fueron más por las lesiones).
Fueron los problemas físicos los que obligaron a los Cubs a limitar sus entradas y circunscribir sus apariciones a la octava y la novena entrada. Política que continuaron los Cardinals cuando el pitcher fue traspasado a la franquicia de St. Louis. Esta limitación ayudó a Sutter a liderar la National League en saves hasta en cinco ocasiones (cuatro de ellas consecutivas). Además logró ser el tercer jugador, tras Fingers y Gossage, en llegar a los 300 saves y se hizo con el Cy Young en 1979. Su carrera, aunque relativamente corta, fue espectacular y en 2006 fue incluido en el Salón de la Fama.
El impacto de Sutter no fue solo crucial a la hora de definir la figura del closer, sino que contribuyó a que se concretaran los roles dentro del bullpen. En 1979 la ya mencionada fragilidad del brazo de Sutter obligó a los Cubs a fichar a Dick Tridow para que lanzará antes que su relevista estrella. De esta manera nació el setup pitcher.
Los ‘Nasty Boys’ y los matchups de LaRussa
Ya hemos hablado de la importancia que los Yankees o los Giants de John McGraw le dieron a los relevistas en la consecución de las Series Mundiales. Sin embargo, hasta 1990 no vimos un equipo cuya gran fortaleza en la lucha por el anillo se encontrara en el bullpen. Ese año los Reds consiguieron salir campeones gracias a un cuerpo de relevistas que mostró una dominancia nunca vista.
El bullpen de los Reds se mostró intratable durante toda la temporada regular. Lideró la liga en WAR, en K/9 y tuvo el segundo mejor ERA de la competición. Sus principales figuras eran Norm Charlton, Randy Myers y Rob Dibble. Todos ellos lanzaban por encima de las 95 millas y cuando llegaron los Playoffs se hicieron imbateables.
W | L | SV | IP | K/9 | BB/9 | HR/9 | ERA | WAR | |
Dibble | 8 | 3 | 11 | 98 | 12.49 | 3.12 | 0.28 | 1.74 | 4.3 |
Myers | 4 | 6 | 31 | 86.2 | 10.18 | 3.95 | 0.62 | 2.08 | 2.0 |
Charlton | 6 | 4 | 2 | 50.2 | 10.13 | 3.91 | 0.36 | 3.02 | 1.3 |
Había en ellos algo malvado. Parecía que les gustaba desquiciar a los bateadores y lo demostraban con una actitud chulesca que les valió el apodo de los ‘Nasty Bosys’ (una clara referencia a Nasty, el hit de Janet Jackson que había arrasado cuatro años antes). «Sabíamos lo buenos que éramos», diría Dibble años después. «Fue divertido torturar a los bateadores de otros equipos. Fue una pasada. Nunca me divertí tanto. Fue más que béisbol, fue como volver a las Little Leagues».
Durante los Playoffs de 1990 (por aquel entonces solo se jugaban las Series de Campeonato y las Series Mundiales) los ‘Nasty Bosys’ lanzaron un total de 24 innings en los que únicamente permitieron una carrera. Dibble y Myers fueron elegidos MVP’s de las Series de Campeonato que disputaron ante los Pirates y en el Clásico de Otoño los de Cincinnati barrieron a los A’s de Canseco, McGwire y Ricky Henderson.
Fue precisamente Tonny LaRussa, manager de aquellos A’s que salieron derrotados, a quien se le atribuye la popularización de una nueva figura en los bullpens de las Grandes Ligas: el LOOGY (Left-handed One Out Guy). Se trata de un relevista cuya única función es pitchear ante bateadores zurdos especialmente peligrosos.
Generalmente se reconoce a LaRussa como el inventor de esta figura, pero sería más acertado decir que él simplemente la revitalizó. Los verdaderos creadores de este rol son dos managers de los primeros años sesenta: Bob Elliot de los Kansas City A’s y sobretodo Bill Rigney de los Angels. Durante los ’70 la figura cae totalmente en el olvido y no se volverá a recuperar hasta los ’80 y primeros ’90.
Son precisamente dos jóvenes managers que habían sido prospects en esos Kansas City A’s de Bob Elliot los que comienzan a utilizar de nuevo a los LOOGY’s. Rene Lachemann, manager de los Mariners entre 1981 y 1983, utilizó a Ed Vande Berg como especialista ante zurdos durante el ’82 y el ’83. Durante esas dos temporadas Vande Berg cumplió uno de los principales requisitos que se tienen para considerar a un pitcher como LOOGY: lanzar menos entradas que partidos jugados. Es decir, que cada una de las veces que se sale a la lomita no se llega a lanzar un inning completo. Simplemente se pone a ese lanzador para que enfrente a un zurdo del lineup y luego se le saca.
Al mismo tiempo otro manager novato, y amigo íntimo de Lachemann, hacía lo mismo en los Chicago White Sox. En 1981 Tony LaRussa utilizó a un pitcher novato llamado Kevin Hickey como especialista ante zurdos. En 1983 y 1984 hizo lo mismo con Juan Agosto. Una vez en Oakland, LaRussa volvió a buscar esa pieza que para él era absolutamente fundamental. Encuentra en gente como Dave Leiper o Dave Von Ohlen lo que quiere.
La llegada de grandes bateadores zurdos durante el final de los ochenta y los primeros noventa hace que la figura se popularice. Barry Bonds, Tony Gwynn, Ken Griffey Jr., Fred McGriff, Jim Thorme y hasta un George Brett crepuscular obligan a que prácticamente todas las franquicias busquen a su especialista. Entre los más importantes están John Candelaria, Jesse Orosco, Mike Myers y Tony Fossas. Este último, por ejemplo, solo concedió seis hits en 42 at bats ante Brett y Griffey.
Otra de las grandes innovaciones que se le atribuyen a LaRussa es la de terminar de definir el rol del closer. LaRussa no inventó nada, recordemos que Sutter ya fue utilizado como closer en los setenta y que Bobby Thigpen y Lee Smith ya eran dos cerradores consolidados en 1990. Pero lo cierto es que la figura de Dennis Eckersley marcó un antes y un después en la posición de closer.
Eckersley fue un abridor estrella en Boston y Cleveland. Fue All-Star en 1977 y 1982, lanzó un no hitter ante los Angels en 1977 y tuvo tres temporadas con un ERA inferior a 3. Poco a poco sus lanzamientos fueron perdiendo velocidad y acabo siendo una pieza residual de la rotación de los Cubs. En 1987 fue traspasado a los Athletics. Con 32 años, y después de cinco temporadas muy discretas en las Mayores, LaRussa lo reconvirtió en el relevista más dominante de la MLB.
Entre 1988 y 1993, ver pitchear Eckersley fue una experiencia electrizante. Acumuló 256 saves y 458 ponches en 426.2 entradas lanzadas. No solo se mostraba imbateable, sino que su modo de cerrar el ojo derecho como si fuera un francotirador apuntando a su objetivo y sus celebraciones después de cada strike out lo convirtieron en un pitcher especialmente odiado por los bateadores. Su gran año fue 1992, cuando se convirtió en el cuarto, y de momento último, pitcher relevista en ganar el MVP.
De pronto, la estadística de saves y la figura del closer se convirtieron en una de las obsesiones de los managers. Los cerradores pasaron a ser auténticas estrellas que únicamente lanzaban una entrada por partido y solo si la posibilidad de agenciarse el save estaba en juego. Durante toda la década de los ’90 y buena parte de los ‘2000 vimos como Trevor Hoffman y Mariano Rivera pulverizaban todos los récord existentes hasta convertirse en líderes históricos en saves.
A la sombra de unos cerradores dominantes vimos como florecían algunos de los mejores bullpens de la historia. Los Yankees de Rivera, Mendoza, Nelson y Stanton, los Dodgers de Éric Gagné (ganador del Cy Young en 2003), los Angels de Francisco Rodriguez (que en 2008 estableció un récord aún vigente de 62 saves) o los Astros de Billy Wagner.
Y ahora, ¿qué?
La «revolución» sabermétrica ha cambiado la manera de entender el uso de los relevistas, especialmente de los closers. En Moneyball, Billy Beane habla de lo absurda que le parece la estadística del save. Afirma que hay situaciones del juego a las que un pitcher debe enfrentarse que resultan mucho más complicadas que cerrar un partido.
Muchas franquicias han seguido las ideas de Beane y Bill James y han dejado de lado la obsesión por tener un closer superdominante. En su lugar han decidido construir unidades más equilibradas con tres o cuatro piezas importantes. Entre 2010 y 2014 vimos como los Giants de los ‘Años Pares’ se hacían con tres Series Mundiales (2010, 2012 y 2014) gracias a un bullpen muy profundo en el que Javi López, Sergio Romo y Santiago Casilla eran los brazos fundamentales.
Bill James, el «padre» del Sabermetrics moderno
Al mismo tiempo, Ned Yost y los Royals imitaban a los ‘Nasty Boys’ de Cincinnati y construían una hidra de tres cabezas que les permitió jugar el Clásico de Otoño en 2014 y ganarlo en 2015. Kelvin Herrera, Wade Davis y Greg Holland eran los lanzadores encargados de cerrar los partidos en cuanto los de Kansas City se ponían por delante en el marcador.
El pasado octubre vimos como Francona llevaba todas las teorías de James un paso más allá. James siempre ha afirmado que establecer roles entre los lanzadores es una estupidez. Si tu mejor pitcher es tu teórico closer no lo limites a la última entrada, hazlo lanzar cuento antes. No tiene ningún sentido estadístico limitar las apariciones de tu mejor brazo al último inning. Francona tomó nota de esto y utilizó a Andrew Miller siempre que lo necesitó. En cierta manera recuperó la figura del fireman y nos brindó la posibilidad de ver una de las actuaciones individuales más espectaculares de la historia de la postemporada.
Pese a que tanto Dodgers como Cubs imitaron a Francona durante losPplayoffs y parecía que la figura del closer iba a perder algo de importancia, esta pasada agencia libre nos encontramos con que tres cerradores estrella (Jansen, Chapman y Melancon) firmaban contratos nunca vistos antes. El béisbol es un deporte conservador en el que los cambios tardan mucho en producirse. La norma seguirá siendo la del closer que lanza en la novena entrada, pero ya estamos viendo como algunos equipos buscan fórmulas alternativas.