El pasado 19 de septiembre, Alex Gordon pegaba un home run en el Rogers Centre. El jardinero de los Royals recorrió todas las bases y cuando llegó al dugout sus compañeros le dieron la noticia: su cuadrangular había roto el récord de home runs conseguidos en una sola temporada.
El récord anterior databa del año 2000, fecha en el que el dopaje había alcanzado su máximo esplendor. Aquel año hubo 47 jugadores con 30 o más home runs y 16 de ellos fueron capaces de igualar o superar la barrera de los 40. Muchos son susceptibles de ser, como poco, sospechosos de haber consumido sustancias prohibidas: Sosa, Bonds, Alex Rodriguez, Giambi, Carlos Delgado…
Parecía un récord irrompible, y sin embargo ha sido superado en un momento en el que no hay prácticamente ninguna sospecha sobre la limpieza del deporte. Este año «solo» ha habido 41 jugadores con 30 o más homers y el número de los que han superado los 40 se reduce a cinco (Stanton, Judge, J.D. Martinez, Khris Davies y Gallo).
La gran diferencia entre lo que pasó en el 2000 y lo que ha pasado este año está en lo que podríamos denominar «clase media». Han sido los bateadores «del montón» los que han incrementado de forma muy evidente su número de home runs. En 2017 cualquier bateador ha sido un slugger en potencia. De los 144 jugadores que han dispuesto de las 502 visitas al cajón que la MLB considera necesarias para competir por los distintos títulos de bateo (average, on-base percentage y slugging) solo 55 se han quedado por debajo de los 20 bambinazos.
Pero hay un hecho que resulta todavía más esclarecedor y que ilustra a la perfección la «facilidad» con que la pelota ha sido mandada a las gradas en 2017: hasta 28 jugadores con menos de 502 visitas al cajón han conseguido 20 o más homers. Esto indica que bateadores que no son titulares indiscutibles o que han tenido lesiones han conseguido, pese a su limitado tiempo de juego, un número anormalmente alto de cuadrangulares.
El propio J.D. Martinez ha necesitado solo 489 plate appearance para acumular 45 homers. Su slugging ha sido de 0.690 y su OPS de 1.066, superando en ambas estadísticas a Aaron Judge y Giancarlo Stanton.
En Playoffs no hemos visto ningún cambio. La postemporada se inauguró con un homer de Brian Dozier a Severino en el primer partido de Wild Card y desde entonces no se ha parado. Hemos visto como dos jugadores, Altuve y Kike Hernandez, lograban tres vuelacercas en un único partido. Esto tan solo había sucedido en nueve ocasiones anteriormente. De igual manera que hemos presenciado un choque de Series Mundiales con ocho homers y unos extra innings con cinco. Aproximadamente la mitad de las carreras de este Octubre están llegando con bolas que se van a las gradas.
Las razones del boom del home run
La primera de las razones que explica este poder desproporcionado es que a día de hoy el béisbol está plagado de atletas privilegiados. Cada vez se trabaja más y desde más joven en el gimnasio. A día de hoy se puede encontrar a chavales de instituto que cuentan con físicos muy desarrollados y que a pesar de no tener aún los 18 años son capaces de batear la bola a 400 0 500 pies de distancia.
También una mejor alimentación y unos hábitos de vida más saludables ayudan. Los jugadores controlan mucho la dieta y ya no existen las carencias que podía haber hace 50 o 70 años y que en muchas ocasiones generaban malnutrición. También han pasado a mejor vida los tiempos en que Babe Ruth, Mickey Mantle o Wade Boggs se pasaban la noche de farra y aparecían en el estadio con resacas memorables que no todo el mundo toleraba tan bien como ellos. Por no hablar de la cocaína que inundó muchos clubhouses durante los setenta. Los peloteros están más centrados.
Tras los motivos físicos tocaría hablar de los técnicos. Por una lado debemos pensar que el scouting está ahora más desarrollado que nunca. Todo se graba, se analiza y se almacena. Todos los bateadores conocen las debilidades de los pitchers y saben sus tendencias. Por ejemplo: Fulano siempre lanza una fastball elevada cuando lleva dos strikes. O Mengano tiende a recurrir a su chageup si hay tres bolas y dos strikes. Este motivo, en cualquier caso, no es definitivo. Debemos pensar que los pitchers también conocen mejor que nunca las flaquezas y fortalezas de los bateadores.
Lo que verdaderamente ha marcado las diferencias es un fenómeno que podríamos denominar la revolución del flyball. En 2014 los Tigers le ofrecieron un contrato de Ligas Menores a un jardinero procedente de los Astros. Sus números no eran especialmente buenos: .251/.300/.387 como linea de bateo, 24 home runs y 126 impulsadas. El chico empezó jugando en Triple A pero rápidamente fue llamado a las Mayores. Su nombre ya ha aparecido más arriba: J.D. Martinez.
Desde que fichará por los Tigers, los números acumulados por Martinez son bien distintos: .300/.362/.574 con 138 bambinazos y 350 RBI. La clave de esta transformación fue una serie de ajustes que el bateador realizó en su swing. Durante el invierno del 2013 Martinez estaba desesperado, veía que su carrera llegaba a su fin y decidió ponerse en manos de dos entrenadores de bateo un tanto desconocidos.
Craig Wallenbrock y Robert Van Scoyoc tenían un pequeño gimnasio con una caja de bateo en un almacén a las afueras de Los Ángeles. Analizaron el swing de Martinez y comenzaron a hacer ajustes. «Era espantoso», ha reconocido Van Scoyoc sobre el swing del outfielder. «Probablemente le hicimos hacer más cambios que a nadie»l ha comentado Wallenbrock.
Los ajustes se centraron en poner la bola en el aire. La idea es tan sencilla que hasta parece tonta. Si consigues levantar la pelota hay más opciones de que pegues un home run o un hit de extra bases. Además evitarás el shift que te pueda platear la defensa. Antes de acudir a Wallenbrock y Van Scoyoc, Martinez pegaba groundballs en un 45.8% de sus contactos y flyballs en un 33.8%. Después de pasar por las manos de los gurús acumula un 38.5% de rodadas y un 40.1% de elevadas.
Este no es el único caso de jugador desconocido que pasó a estrella de la liga tras apostar por elevar la bola. Otros tres casos muy similares son los de Daniel Murphy, Josh Donaldson y especialmente Justin Turner. En este último año hemos visto como Yonder Alonso y Francisco Lindor se veían igualmente beneficiados por estos ajustes. Además de Wallenbrock y Van Scoyoc, hay otros dos instructores de bateo que han contribuidos a esta «revolución»: Doug Latta y Bobby Tewksbary.
Bateador | FB% antes de ajuste | SLG antes de ajuste | FB% después de ajuste | SLG después de ajuste |
Martínez | 33.8 | .387 | 40.1 | .574 |
Murphy | 32.9 | .424 | 40.4 | .569 |
Donaldson | 38.3 | .458 | 39.9 | .559 |
Turner | 28.7 | .395 | 41.7 | .504 |
Alonso | 32.6 | .387 | 43.2 | .501 |
Lindor | 28.5 | .454 | 42.4 | .505 |
Tanto el mayor talento atlético de los jugadores como la tendencia a pegar flyballs llevan algún tiempo presentes en la MLB. Por tanto debemos pensar en algún otro motivo que haya disparado el número de vuelacercas hasta cifras nunca vistas antes. Muchos jugadores, especialmente pitchers, aseguran que la clave está en la bola que se ha estado utilizando esta temporada.
Buster Olney ha hablado del tema en repetidas ocasiones. El periodista de ESPN ha contado como un lanzador le ha dicho que descarta casi la mitad de las bolas que le dan porque tienen un tamaño y peso distinto al habitual. El propio Verlander, tras escuchar las afirmaciones de Olney en Baseball Tonight, publicó un tweet que no dejaba lugar a las dudas:
Just say it @Buster_ESPN ?⚾️ https://t.co/8Kl3bqXGXM
— Justin Verlander (@JustinVerlander) 20 de agosto de 2017
Han sido varios los jugadores que ha insinuado la posibilidad de que la bola estuviera «trucada», pero sin duda ha sido Dallas Keuchel el que se ha despachado más a gusto. Después de los ocho home runs que se registraron en el segundo partido de las World Series el pitcher de los Astros explotó:
«Es obvio, la bola está dopada,» declaró a USA Today. «Hay tíos con mucho poder en la liga, y ellos pegan los (homers) que tienen que pegar. Pero es muy distinto cuando todos esos jugadores medios logran más de 20 home runs.»
«Eso no pasa. No tendría que pasar,» ha insistido el ace. «Es lo que quiere la MLB,» ha afirmado haciendo referencia al interés que tiene la liga por primar el juego ofensivo. «Es lo que quieren y es lo que están consiguiendo».
Tanto Rob Mafred como Rawlings, fabricante de las bolas, han negado repetidamente que haya algo distinto en las mismas. El comisionado ha dicho que no considera necesaria ninguna reunión con los jugadores para tratar el tema y asegura que aunque es probable que haya varias explicaciones el tema de la mejor preparación física es la causa principal. Después de estar en la Little Leagues afirmó que los «atletas son cada vez más grandes, más fuertes y más rápidos». «Hay mayor tolerancia con los strikes,» matizó. «Los niños batean buscando solo home runs». Esta última afirmación es muy cierta y es quizás la que termina de explicar el enorme poder que hemos visto.
En 2017 se han registrado 40.104 ponches, récord absoluto en la historia de la liga que supera en más de 1.000 a la siguiente marca más elevada. Los bateadores buscan contactos muy fuertes sin importar si comenten o no strike. Tres de los jugadores que han superado la barrera de los 40 bambinazos en 2017 han encabezado también la clasificación de strike outs recibidos: Joey Gallo y Khris Davis han tenido 196 y 195 respectivamente. Mientras que los 208 de Aaron Judge le colocan sexto en la clasificación histórica de más eliminaciones en una sola temporada.
El béisbol ha demostrado, en sus más de 100 años de historia, ser un deporte de ajustes. Parece lógico creer que será capaz de revertir esta situación. Los pitchers capaces de forzar muchos batazos rodados o los shifts en los jardines parecen la kryptonita para la plaga de sluggers que asola la liga.