Parece bastante descabellado a estas alturas, pero es lógico hacerse esa pregunta cada vez que José Fernández sube al montículo. Su última víctima fueron los Braves, a quienes el cubano ya ha hecho parecer un equipo de ligas menores por segunda vez en apenas una semana. Al inicio de la temporada, Fernández hizo historia tras convertirse en el pitcher más joven en abrir un “Opening Day” desde 1985, añadiendo tal hecho a una serie de hitos que ya incluyen su participación en un All-Star, ser galardonado como el Rookie del Año en 2013 y finalizar tercero en la carrera por el Cy Young, en una carrera en la que volverá a estar cuando 2014 llegue a su fin. A sus 21 años de edad disfrutó de una de las campañas más magníficas para un novato, y se ha cargado a sus espaldas a una franquicia, los Miami Marlins, que parecía destinada a no levantar cabeza en al menos un buen número de años. Y todo eso sin pisar ni siquiera un campo de Doble A o Triple A antes de dar el salto a las Mayores.
Sinceramente, pensar que José Fernández sea hoy por hoy el mejor pitcher del mundo no es tan absurdo. Su mayor competición para ganarse tal reconocimiento es probablemente Clayton Kershaw, sucesor de Justin Verlander como el mejor pitcher en baseball en los últimos tres años. Al zurdo de los Dodgers no se le acerca nadie, pero si hay alguien que puede disputarle el trono, ese tiene que ser José Fernández. Lo único que le falta al cubano son unas cuantas entradas más para demostrarlo.
Hay tres aspectos que demuestran el por qué Fernández merece estar en este debate. El primero son sus estadísticas; en baseball, los números no mienten. Entre 2013 y 2014, si consideramos a todos los pitchers de la MLB que hayan lanzado al menos 170 innings, esta es la comparación entre algunos números básicos y avanzados de Fernández con respecto al resto de la liga:
51 pitchers han lanzado en más entradas que él, pero tan sólo 10 han acumulado un WAR superior. Quizás la cantidad de Bases por Bolas es lo único que destaca negativamente, pero si sólo contamos los número de este año, sus BBs por cada 9 entradas se han reducido hasta las 1.82, aumentando su ratio de strikeouts/BB hasta 6.88. Para despejar dudas, estos son los números de Kershaw durante el mismo periodo de tiempo:
Por si el tema estadístico no te convence, lo único que tienes que hacer es ver uno de los partidos de Fernández para darte cuenta del repertorio explosivo del que dispone. Sus tres pitches principales son de los más entretenidos de ver, siempre y cuando no tengas que hacerlo como bateador del equipo contrario. La media de velocidad de su fastball, su lanzamiento primario, es de 95.0 millas por hora con un máximo de 98, tan sólo superada por las 95.2 de Stephen Strasburg, conocido precisamente por el increíble poderío de su fastball. Su breaking ball, sin embargo, difícil de distinguir entre un slider muy vertical o una curveball muy horizontal, es el pitch que deja boquiabierto. Tan temida es dicha curveball que hasta le han puesto un apodo, the Defector, y con ella consigue cerca del 65% de sus strikeouts. Su changeup, el cual no lanza más de 10 veces por partido, es casi tan rápido como las fastballs de algunos pitchers en la liga (87-89 millas por hora), y es casi digno de ser comparado con el del mismo King Félix Hernández.
El tercer aspecto, y lo que hace de José Fernández un jugador tan especial, es sin duda su fortaleza mental, algo que seguro le ayudará a mantenerse en la línea correcta cuando empiece a disfrutar de verdad de las mieles del éxito. A los 15 años, José desertó de Cuba en su cuarto intento, después de pasar tres veces por prisión como “traidor al régimen de Fidel Castro”. En su último intento estuvo a punto de perder a su madre, a quien él mismo rescató de ahogarse en las aguas del Golfo de México. Los Marlins reconocieron el potencial mostrado por Fernández en el instituto, seleccionándolo con el puesto 14 en el Draft de 2011. A cambio, el cubano les ha devuelto el favor convirtiéndose en el mejor lanzador de su clase y, si no lo es ya, en el futuro mejor pitcher del planeta.