19 de agosto de 1951. Los Detroit Tigers visitaban a los alicaídos Saint Louis Browns en el viejo Sportsman’s Park de la ciudad del estado de Missouri. Los 18.369 fanáticos, que apenas superaban la mitad de la capacidad del viejo estadio, presenciaban a los equipos iniciar el segundo juego de una doble tanda. En la parte final del primer episodio, se anunció por los altoparlantes una acción que cambiaría el espectáculo: «Al bate Eddie Gaedel en sustitución del right fielder Frank Saucier«.
Causó mucha extrañeza entre los presentes que el primer bateador de los Browns fuera sustituido en el propio primer inning, Rápidamente la extrañeza paso al estupor cuando ven acercarse a la caja de bateo a un pequeñín de solo 1,12 metros identificado con el número 1/8 que se aprestaba a tomar su turno al bate.
La reacción inmediata del Umpire Principal Eddie Hurley fue impedir que Gaedel fuese a batear por considerar que el enano no podía ser jugador de las Grandes Ligas. Presuroso, el manager de los Browns Zack Taylor le entregó a Hurley una copia del contrato, por lo que el árbitro jefe no tuvo argumentos para impedir que el emergente tomara turno. El lanzador de los Tigers, Bob Cain, no sabía como afrontar el desafío de lanzarle a una persona de tan diminuta estatura; su receptor, Bob Swift, se arrodilló tratando de facilitarle la tarea, sin embargo como era de esperar, Eddie Gaedel obtuvo la base por bolas y luego de pisar la primera base fue sustituido por Jim Delsing quien pasó a jugar el jardín derecho.
La estratagema no aportó nada al juego en sí (aunque publicitariamente fue un éxito), puesto que los Browns obtuvieron su derrota número 79 de la temporada (sólo habían coleccionado 36 triunfos). Al día siguiente, el presidente de la Liga Americana, Will Harridge, denunció el truco como una burla al juego anulando el contrato de Gaedel.
Así terminaron los quince minutos de fama de Eddie Gaedel con la distinción de haber sido el jugador más bajo que alguna vez haya jugado en las Mayores. Se concretó uno de los golpes publicitarios más famosos de Bill Veeck, el dueño de los Browns, quien recientemente había comprado la franquicia en julio de 1951 con la convicción de mejorar a toda costa el nivel de asistencia y popularidad del peor equipo de la Liga Americana.
Bill Veeck irrumpe en las Grandes Ligas
Para muchos de sus contemporáneos, Veeck podría ser considerado un charlatán que ofendía las clásicas tradiciones del béisbol. Para otros fue un innovador quien cambió para siempre la visión de este deporte contribuyendo a que el mismo se convirtiera en un espectáculo para todo tipo de público.
William Louis «Bill» Veeck Jr. nació en Chicago el 9 de febrero de 1914, prácticamente en un campo de juego, puesto que su padre William Veeck Sr. fue un periodista deportivo contratado eventualmente como presidente de los Chicago Cubs en 1918, alcanzando bajo su mandato los títulos de la Liga Nacional de 1929 y 1932.
Desde la temprana edad de 10 años, el pequeño Bill empezó a laborar como vendedor de tickets en el Wrigley Field y a pesar de los esfuerzos de su padre para que culminara sus estudios, el béisbol resultaba un imán muy poderoso para «Sport Shirt Bill» que siempre volvía al campo de Wrigley.
Súbitamente en 1933 moría su padre y Bill se incorporaba a tiempo completo a la nómina de los Cubs en el área de promociones. Varias fueron las ideas que el joven Veeck planteó a los dueños de los Cachorros para mejorar el espectáculo, entre ellas la idea de plantar la famosa enredadera en la cerca del estadio (sin embargo hay historiadores que afirman que la idea fué del dueño de los Cubs Phillip Wrigley).
En 1941, Bill Veeck decide emprender su derrotero como dueño de equipo de béisbol dejando la oficina de los Cubs para emprender la aventura como principal accionista de los Milwaukee Brewers, quienes para ese momento era un equipo de ligas menores. Veeck no iba a ser un mandamás cualquiera, utilizó esta primera experiencia como dueño para ubicar el éxito deportivo y comercial, contrató a Charlie Grimm como manager (Grimm había llevado a los Cubs al campeonato de la Liga Nacional en 1935) y adoptó agresivas promociones donde era frecuente la entrega de premios entre los asistentes (langostas, cerdos, pollos, caballos, etc.); frecuentemente no anunciaba los premios para contar con el elemento sorpresa. El equipo, que estaba en último lugar, ganó el campeonato de la liga por tres temporadas seguidas y aumentó ostensiblemente sus niveles de asistencia.
Pero Veeck quería más apuntando a las Grandes Ligas. Trató de adquirir a los Philadelphia Phillies en 1942 y, según comenta en su autobiografía Veeck As In Wreck, tenía en mente entre sus innovadoras ideas contratar a jugadores de color; al informarle de esa intención al comisionado Kenesaw Landis, un ávido segregacionista, los Phillies fueron vendidos haciendo infructuosa la intención de compra de Veeck. También hay otra versión, ya que para algunos autores la intención de compra de Veeck no fue más que una autopromoción, aunque su interés de contratar jugadores de las ligas negras posteriormente se cristalizó.
En 1943, Bill Veeck se enroló en la marina estadounidense, sufriendo un accidente en la primavera de 1944 que dañaría severamente su pierna derecha que eventualmente le fue amputada. Luego del término de la Segunda Guerra Mundial, Veeck regresó a Millwaukee sólo para vender el equipo para concentrar sus esfuerzos en la adquisición de un equipo de las Mayores. Los Cleveland Indians fueron el objetivo, Veeck participó en el grupo de inversionistas que adquirió al equipo de la Liga Americana en 1946. Los Indians habían quedado quintos en la temporada de 1945 y sólo habían convocado a 558.182 fanáticos siendo el sexto mejor récord dentro de los ocho equipos de la Liga Americana en la referida temporada. Inmediatamente Veeck puso en marcha sus innovaciones para incrementar el espectáculo y el número de aficionados. Uno de sus biógrafos escribió:
«Cuando Veeck se hizo cargo, el equipo no pasaba sus juegos por radio, no había Ladies Days, ni publicación de los scores de los juegos de la liga, ni posibilidad de reservar entradas por teléfono. Todo eso había cambiado en cuestión de semanas.» –Paul Dickson.
Bill Veeck puso todo su esfuerzo para hacer el juego más accesible para las mujeres. Una de su primeras acciones como propietario de los Indians fue modificar y ampliar los baños de damas del estadio. Instaló guarderías donde los niños jugasen mientras papá y mamá veían el juego, y dentro de las atenciones del juego del Día de la Madre regalaba flores a las damas que asistían al juego.
También tomó la decisión de jugar más encuentros en el Cleveland Stadium, un escenario más grande que el antiguo League Park. Como resultado de todas esas acciones, la afición de los Indians se incrementó a 1.057.289 (la cuarta mejor de la Liga), sin embargo ese éxito comercial no vino acompañado del deportivo al coleccionar un récord de 68-86 válido para un 6to lugar en la liga.
Y no cesó en su empeño de contratar jugadores negros. En 1947, contrató a Larry Doby, quien solo once semanas después que Jackie Robinson rompiera la barrera racial el 15 de abril, se convirtió en el primer afroamericano en jugar en la Liga Americana debutando el 5 de julio.
En la temporada siguiente, tuvieron una mejoría tanto en el aspecto deportivo (finalizaron con récord de 80 triunfos y 74 derrotas, cuartos en la liga) como comercial. Elevaron el total de aficionados que asistieron al parque a 1.521.928, segundo mejor total solo detrás de los New York Yankees quienes alcanzaron la bicoca de 2.178.937, en el transcurso de la campaña que culminó un nuevo título de los Mulos.
«Sport Shirt Bill» Veeck estaba decidido a dar el golpe final en el año 1948, por lo que estaba dispuesto a tomar medidas drásticas que incluían el cambio a los Saint Louis Browns del muy popular manager-jugador Lou Boudreau. La afición de Cleveland rechazó tales pretensiones y Veeck retrocedió (famosas fueron las visitas de Veeck a los bares deportivos de la ciudad dándoles explicaciones a los aficionados manifestando que no se iba a dar el cambio). Boudreau respondió con la temporada de su vida (fue el MVP de la temporada en la Liga Americana), contribuyendo a que los Indians consiguieran su primera Serie Mundial desde 1920, el segundo título de Series Mundiales para los de Cleveland, el último que han conseguido hasta la fecha y también un equipo deportivo de la ciudad de Ohio. Los de la tribu no sólo superaron a los bombarderos del Bronx en lo deportivo sino también en cuanto asistencia al conseguir que 2.620.627 fanáticos pararan por el estadio durante la campaña.
Sin embargo, en 1949 la suerte no acompañó a Veeck profesional y personalmente, puesto que los Indians finalizaron terceros en la Liga y Veeck, derivado de su divorcio, se vio forzado a vender la franquicia de Cleveland.
Saint Louis Browns, oportunidad fallida
Bill Veeck tardó poco tiempo en volver al béisbol concretando sus aspiraciones con la compra de los Saint Louis Browns a mediados de 1951. Su intención era lograr que los Cardinals abandonasen Saint Louis y para ello inició una agresiva campaña que pasó por cubrir todas las cosas memorables existentes con el sello de los Browns en el viejo Sportsman’s Park, propiedad de la franquicia pero donde los pájaros rojos eran inquilinos. Y adoptó además una serie de promociones y sorpresas para mantener en expectativa a los aficionados. Pocos días después del truco de Gaedel, proclamó la noche del manager de tribuna (Grand Stand Manager Night): Veeck le entregó a los fanáticos carteles con las palabras «Yes» y «No», y luego sometió a la voluntad del público las decisiones del juego mientras el manager Zack Taylor se mantenía en una silla fumando su pipa. ¡El juego fué ganado por los Browns a los Philadelphia Athletics 5-3!
En la parcela deportiva, contrató a «Satchel» Paige tal como hizo en Cleveland cuando el lanzador debutó en las Mayores con 42 años, y así procurar que la afición de color asistiera al estadio.
Si bien en lo deportivo los Browns seguían siendo los mismos, las estrategias comerciales de Veeck brindaban resultados promisorios al pasar de 293.790 aficionados en 1951 a 518.796 personas que pagaron boletos para acudir a ver a los mediocres Browns en 1952.
En su afán de tratar de desplazar a los Cardinals del cariño de los aficionados de la ciudad contrató como manager a antiguas estrellas de los Cardenales, Rogers Hornsby y Marty Marion, pero los buenos resultados no los acompañaron.
Los esfuerzo de Veeck se tornaron inútiles cuando el equipo de los Cardinals fue comprado por el magnate cervecero August Busch Jr., lo cual significó un desafío financiero que sobrepasaba las estratagemas del espectáculo de Veeck.
Finalmente, «Sport Shirt Bill» vendió a los Browns en 1954 (después de un intento fallido en 1953) a un grupo de empresarios del estado de Maryland para que a partir de ese año fuera rebautizados como los Baltimore Orioles.
Veeck, rey de Chicago
En el año de 1959, Bill Veeck cumple uno de sus mas preciados deseos: volver a Chicago para estar al frente de un equipo de su ciudad natal, los Chicago White Sox, quienes venían de una prometedora temporada en la cual quedaron de segundos en la liga tras los Yankees. Presentaban una larga sequía de casi cuatro décadas sin un título desde los infames «Black Sox» de 1919. Veeck, liderando a varios inversores, se hizo con la franquicia del sur de Chicago en marzo de 1959 dispuesto a cambiar esta suerte.
Y así fue. Armó un equipo basado en velocidad y defensa (fueron conocidos como los Go Go Sox) liderados por los futuros miembros del Salón de la Fama Nellie Fox y Luis Aparicio, cayendo en la World Series ante los Dodgers quienes ya se habían mudado a Los Ángeles.
Fiel a su costumbre, Veeck adoptó estrategias promocionales que incrementaron la asistencia al estadio Comiskey que aumentó de 797.451 fanáticos en 1958 a 1.423.144 en 1959 (el tercero mejor de la liga). Este hito lo superó en la campaña de 1960 cuando obtuvo el tope de asistencia en la Liga Americana, cuando 1.644.460 fanáticos fueron a ver a los patiblancos.
Ese mismo año, se produjeron dos eventos que marcarían tendencia en el béisbol como espectáculo:
- Fué el primer equipo en colocar los apellidos de los jugadores en el dorso de los uniformes cuando actuaban de visitantes (en 1961 se extendió la práctica para los uniformes de casa).
- Se instaló en el Comiskey Park la primera pizarra que lanzaba fuegos artificiales en celebración de los triunfos de los ChiSox e informaba de los resultados de los otros encuentros.
En 1961, tanto los Medias Blancas sufrieron un bajón deportivo como Veeck un bajón de salud que le obligó a desprenderse del equipo en agosto de ese año. Sin embargo, no sería aún el capítulo final de la historia. Después de su salida de la dirección de los Medias Blancas, Veeck escribió sus memorias y ocasionalmente era invitado como comentarista a los juegos televisados. A pesar de ello, siempre le picaba el gusanillo de estar al frente de sus queridos Medias Blancas por lo que unos años después volvió a la carga.
En diciembre de 1975, Bill Veeck, a sus 61 años, formando parte de un grupo de inversores, compró el 80% de las acciones de los White Sox. 1976 sería un año para recordar. Los patiblancos habían culminado en quinto lugar en la División Oeste de la Liga Americana en 1975 y solo habían atraído a 750.802 aficionados, el penúltimo récord de asistencia de los doce equipos que conformaban la liga para ese entonces.
Imbuído en el espíritu del 76 a propósito del bicentenario de la independencia de los Estados Unidos, Veeck dio instrucciones para la drástica modificación de los uniformes de los Sox asemejándolos a los uniformes de finales del siglo XIX. Los uniformes eran azul marino y blanco con cuello en V y con el jersey por fuera, e inclusive como versión alternativa había un modelo con bermudas. Hasta tal punto llegó, que en agosto hizo su debut el infame uniforme con bermudas en el primer juego de una doble tanda contra los Kansas City Royals.
También al final de esa temporada recontrató al cubano Orestes «Minnie» Miñoso, que con 50 años se convirtió en el primer jugador en tomar acción en cuatro décadas diferentes en la Gran Carpa. Miñoso había debutado con los Indians en 1949 durante el mandato de Veeck en la franquicia del norte de Ohio y en 1980 nuevamente Veeck contrató a Miñoso para que a los 54 años se convirtiera en el único que ha jugado en cinco décadas distintas.
Todas estas estrategia publicitarias, lograron incrementar la asistencia a 914.945, pero no impidieron que los patiblancos se hundieran en el foso de la División Oeste de la Liga Americana con 97 derrotas a 25 1/2 juegos de los Kansas City Royals. En 1977 mejoraron su desempeño y asistencia al quedar terceros en su división e incrementar el número de aficionados a 1.657.135. En esa misma zafra se inició la tradición de cantar el famoso Take me out to the ball game por el anunciador Harry Caray en el estiramiento del séptimo inning (posteriormente Caray se llevó esa tradición al Wrigley Field).
En 1979, una se sus promociones tuvo un resultado indeseado. Se trató del Disco Demolition Night, una actividad programada para ser realizada en el medio de un partido doble para dar fin a la música disco. El espectáculo se fue de las manos a los que dirigían y una buena parte de los 48.000 fanáticos que asistían al estadio invadieron el terreno de juego dejándolo inservible para realizar el segundo encuentro ante los Detroit Tigers, por lo que se concedió la victoria automática para los de Detroit.
Las andanzas de Veeck como propietario de los Sox finalizaron a finales de 1980 cuando vendió el equipo a Jerry Reinsdorf.
Bill Veeck amaba llevar gente al estadio y se esforzaba por lograr la atmósfera necesaria para conseguirlo. Sus promociones, sorteos, noches de mujeres… no sólo se concibieron para hacer dinero, él sentía que tenia el deber de entretener a la gente. Sin duda alguna Bill Veeck dejó una huella imborrable en la consideración del béisbol como un espectáculo de masas.
«Sólo hay dos temporadas en el año, la de invierno y la de béisbol.» –Bill Veeck
Veeck era un hombre de pueblo que odiaba estar sentado en la oficina mientras que el juego se desarrollaba, prefería caminar entre los fanáticos para conocer sus impresiones, para mejora su estadía en el estadio. Los últimos días de su vida los pasó asistiendo frecuentemente a los bleachers del Wrigley Field. Murió de cáncer el 2 de enero de 1986, dejando tras de sí un legado imborrable. En 1991 fue entronizado al templo de Cooperstown por el comité de veteranos.