Sábado, 25 de octubre de 1986, Queens, Nueva York, Shea Stadium, noche de cambio de hora. Sexto partido de las Series Mundiales, 8.30 pm, hora de inicio, a esa hora la temperatura en el estadio alcanzaba los 11’6º C; noche cerrada, 55.078 almas en las gradas. Los Red Sox llegan al partido con una ventaja de 3 a 2. Las nueve entradas reglamentarias acaban con empate a 3 carreras.
Parte baja de la décima entrada. En la parte alta los Red Sox habían conseguido dos carreras, 5-3, además, los neoyorquinos se encuentran con dos eliminados y sin ningún hombre en bases. Los Red Sox ven sus bases vacías y están a un eliminado de su primer título de las Series Mundiales desde 1918, rompiendo así la «Maldición del Bambino», 68 años después.
La historia que viene a continuación es la historia de unos pitchers que no pudieron soportar la enorme presión de una maldición que duraba 68 años, de un entrenador al que le pudieron los sentimientos, de una ciudad de Nueva Inglaterra, la ciudad puritana, consagrada a un equipo. No olvidemos que el béisbol es el deporte rey sin discusión en Boston, como lo demuestra el hecho de que el título que habían conseguido ese mismo año los Celtics, no calmó el dolor generado por los Red Sox, que buscó un culpable a su desgracia, inspirándose en su moral calvinista.
Parte baja de la décima. Los Mets con dos eliminados han conseguido colocar en bases a Gary Carter y Kevin Mitchell. En el montículo de los Red Sox, Calvin Schiraldi, que viene lanzando desde la octava entrada. El cambio por Roger Clemens fue muy discutido; el manager John McNamara afirmó que se produjo a solicitud del propio Clemens, el manager siempre se ha mostrado tajante en ello. Clemens alegó que se encontraba perfectamente para seguir. En frente estaba Ray Knight, con 0 bolas y 2 strikes. Justo en ese momento los Red Sox se encuentran a un strike del título mundial, pero el lanzamiento de Schiraldi es conectado por el bate de Knight que consigue llegar a primera base, colocándose Mitchell en tercera y anotando Carter la cuarta carrera de los Mets 5-4.
McNamara abandona la cueva y reemplaza a Calvin Schiraldi en el montículo por Bob Stanley, decisión también discutida, si bien éste último era un especialista en sinker-balls, bola recta que a su llegada cae “a plomo”, buscando bateos que despiden bolas que ruedan por el infield. Este lanzamiento es el adecuado cuando se busca un último eliminado con bases ocupadas Así pues, la jugada proyectada por el manager californiano llevaba a que el siguiente jugador al bate, Mooki Wilson, conectaría hacia el infield rodando la bola por el mismo y siendo atrapada por los infielders, obteniendo la ansiada tercera eliminación. Con ello el primera base se tornaba fundamental. En este caso era un tipo también californiano con una dura infancia que lo obligó a refugiarse en el deporte, su padre era alcohólico y violento se suicidó cuando tenía 12 años. Un jugador con un gran poder ofensivo, clasificado entre los diez primeros en robos de bases en dos ocasiones, líder en dobles, también en dos ocasiones, con un título de bateo de la Liga Nacional en 1980, y con una aparición en el All-Star de 1981. Y que, además, en 1985 había jugado 162 partidos en primera base, record de las Grandes Ligas, pero no era tan dotado de facultades al guante. Se llamaba Bill Buckner.
De hecho, en cualquier otro partido, llegados a este momento habría entrado en lugar de Buckner, Dave Stapleton, quien había sustituido a Buckner con fines defensivos en las últimas entradas en innumerables ocasiones, las últimas el primer, segundo y quinto partido de las propias Series Mundiales de 1986. Es decir, en todos aquellos partidos de aquella eliminatoria en los que los Red Sox habían llegado a las últimas entradas por delante en el marcador. Pero McNamara decidió que Buckner merecía estar en el diamante cuando se lograse el ansiado título. Si bien para acallar las críticas, años después, McNamara declaró que la causa de que no se produjese el cambio fue la pobreza defensiva de Stapleton, lo cual contradecía el hecho de haberlo utilizado como especialista defensivo durante aquella temporada, y en especial en las Series Mundiales.
La jugada no salió como estaba proyectada. La presión pudo con Bob Stanley quien lanzó un wild-pitch (mucho más wild que pitch), con Mooki Wilson al bate que permitió que Mitchell anotase la carrera del empate, 5-5.
El siguiente lanzamiento sí logró su objetivo, con el resultado que todos conocemos, el E3 más famoso de la historia. Mooki Wilson conectó con la bola que rodó por el infielfd y pasó entre las piernas y junto al guante de Bill, demasiado flojo según el propio Buckner, anotando Knight la carrera del triunfo de los Mets.
A partir de ahí, prensa y aficionados se cebaron en Bill Buckner, convirtiendo su vida en un infierno. Y ello pese a que según sus propios compañeros, aquella noche en el vestuario se habló de que al manager le habían podido los sentimientos, de la actuación de Calvin Schiraldi y Bob Stanley, pero no consideraron a Bill Buckner el responsable de la derrota.
¿Fue tan decisivo el E3?
Solo se puede concluir que no. No debemos olvidar que, obviamente, se celebró un séptimo partido, en que los Boston Red Sox llegaron a ir ganando por 3-0 en la sexta entrada, donde una vez más les pudo la presión perdiendo el encuentro por 8 carreras a 5 y con ello las Series Mundiales de aquel año.
¿Qué hubiese ocurrido si Bill hubiese atrapado la bola y producido la tercera eliminación? Hubiésemos llegado a la undécima entrada donde la pérdida de rumbo de los Red Sox, la insoportable presión que estaban sufriendo, y altísima moral de los Mets hubiesen llevado el partido a idéntico desenlace de forma inevitable.
¿Qué ha sido de los protagonistas?

Tras el error más famoso de la historia, Bill Buckner jugó con los Angels y con los Royals, para finalmente retirarse en los Red Sox en 1990. Decidió asentar su residencia en la ciudad de las tres colinas, pero en 1993, aún considerado por la sociedad bostoniana el responsable de más de 70 años sin títulos mundiales, tuvo que mudarse pues su familia no podía soportar tal situación.
En 2004, decidió volver a presenciar un partido de los Red Sox por televisión, en concreto el primero de las Series Mundiales que acabarían con la «Maldición del Bambino», pero al comprobar que su error era el protagonista de la previa, apagó el televisor y se mantuvo al margen de las series. La “afrenta” del ’86 se repararía 86 años después de nacer la maldición.
Finalmente, sería en 2008 cuando al fin Bill perdonaría a los Red Sox, pues éstos no tenían nada que perdonarle a él, acudiendo a Fenway Park y efectuando el lanzamiento inaugural de la temporada de aquel año.
Por lo que respecta a John McNamara siguió con los Red Sox hasta mediados de la temporada 1988, y con posterioridad entrenaría a Angels e Indians retirándose en 1996, año en que el destino le tenía reservado el golpe más duro. El 17 de octubre su yerno asesinó a sus propios hijos, nietos de McNamara, ante su hija, madre de los niños, Peggy, para después suicidarse.
El autor del wild pitch que dio alas a los Mets, Bob Stanley, siguió en los Red Sox hasta su retirada en 1989, convirtiéndose en la temporada 1987 en pitcher titular. Actualmente es el entrenador de lanzadores de los New Hampshire Fisher Cats de la doble A, equipo vinculado a los Toronto Blue Jays.
La protagonista principal de nuestra historia, la pelota, perteneció al actor Charlie Sheen, y tras él, al autor de tantas exitosas canciones para artistas como Celine Dion o Al Grenn, Seth Swirsky. La última noticia que se tuvo de la misma es que fue adquirida en subasta través de la casa Heritage Auctions, por un comprador anónimo que pagó $418.250.
Pero, sin duda alguna, lo más curioso y sorprendente de nuestra historia se produjo con anterioridad al inicio de la mima, en concreto doce días antes de comenzar las Series Mundiales de 1986 y 19 días antes del sexto partido, cuando Bill Buckner declaró ante las cámaras de televisión: “El sueño es llevar a cabo la mejor serie posible y ganar. Y la pesadilla es saber que puede anotarse la carrera ganadora con una bola baja entre tus piernas.»