Calcular el número de horas de televisión y radio, así como el número de líneas escritas sobre el escándalo de las PED (Performance-Enhancing Drugs) es una tarea más que imposible. Sin ninguna duda, este escándalo, sobre el que ya escribía Charlie Encinas hace meses, es un hito histórico en el pasatiempo favorito de América. Tras meses de filtraciones, reuniones, demandas, intentos de compra de información frustrados y demás historias que recuerdan más a una película de Scorsesse que a la realidad, este tema está lejos de ver de concluir.
Una de las primeras consecuencias y sin duda, la que más repercusión mediática tiene, es la gigantesca sanción impuesta a Alex Rodríguez. El pasado mes de agosto, el comisionado Bud Selig imponía una sanción de 211 partidos al infielder de los Yankees. El sindicato de jugadores, repito, el sindicato de jugadores presentaba un recurso contra la citada sanción por considerarla excesiva y sin “una causa justa”. En este momento, entró en juego la figura legal del arbitraje, modo de solucionar disputas legales sin llegar a los tribunales. Fredic Horowitz, el árbitro designado, dictaminó la semana pasada que A-Rod violó el reglamento antidrogas entre 2010 y 2012, por lo cual sería sancionado con 162 partidos (temporada regular completa), a los que habría que añadir la postemporada de 2014.
Probablemente, cualquier otro jugador de béisbol sancionado por dopaje se conformaría con la decisión, entrenaría duro y rezaría por volver a jugar en las ligas mayores tras la suspensión. Más si en tu pasado ya has tenido problemas con este tema. En 2009, el tercera base de los Bombarderos del Bronx reconocía que durante su época en Texas usó esteroides, pero nunca desde que su aterrizaje en la Gran Manzana.
Pero Alex Rodríguez no es un hombre normal, para bien o para mal siempre será recordado. Algunos lo recordaran por sus números y récords (el quinto jugador más joven en conectar un cycle, el contrato más largo de la historia del deporte profesional, el segundo jugador más joven en anotar mil carreras, el tercer jugador más joven en impulsar mil carreras, vigésimo segundo miembro del Club de los 500-home run…), otros lo recordarán por sus historias fuera de los ball parks, sus escándalos o sus encuentros con Madonna o Cameron Díaz; pero nadie olvidará su nombre.
¿Será recordado en el Salón de la Fama? Posiblemente no. Sus números no dejan lugar para las dudas, A-Rod debería entrar en el Salón de Cooperstown. Si hubiéramos hecho esta pregunta hace escasos tres o cuatro años, el personal se habría llevado las manos a la cabeza “¿Cómo puedes siquiera dudar? En cuanto se retire, entrará”. Hoy en día, sin embargo, se ha dado la vuelta a la tortilla. Al ya sempiterno debate de si un jugador sancionado por utilizar drogas para mejorar su rendimiento debe entrar en el Olimpo del béisbol, véase el caso del gran Barry Bonds (que ya era una estrella antes de consumir las citadas sustancias), Mark McGwire o el de Sammy Sosa, se une la tendencia de Alex a escupir hacia arriba, o de luchar hasta el final.
Tras recibir la decisión de Horowitz, Rodríguez decidió demandar a la MLB y a la MLBPA (siglas del sindicato de jugadores), es decir no sólo a la competición en la que quiere competir, sino a los hombres con los que tendrá que compartir vestuario, los que tendrán que vigilar su espalda a su vuelta a los diamantes, los mismos que van a tener que pagar los carísimos abogados gracias al pelotero de Washington Heights. El mismo sindicato que apeló su sanción original. La reacción de sus compañeros no se ha hecho esperar, lo quieren fuera de la asociación de jugadores. ¿Está “mordiendo la mano que le da de comer”? ¿Qué sentido tiene pertenecer a un sindicato al que denuncias y gracias al cual has ganado muchísimos millones de dólares? La respuesta es simple, es Alex being Alex.
Dejando a un lado sanciones, demandas y demás, en este momento se genera una importante pregunta: ¿es el fin de la carrera de A-Rod? Si echamos un vistazo a las páginas de los principales medios de comunicación norteamericanos, la respuesta de la mayoría de los analistas es clara, SÍ. Rodríguez va a pasar más de treinta meses sin competir, tras los cuales tendrá cuarenta años y, aunque todavía le restarán tres temporadas de contrato con los Yankees y 61 millones de dólares, parece ser que el front office neoyorkino se desharía de él. Poniéndolo en una situación más que comprometida, ya que ningún equipo estaría dispuesto a cargar con su salario y sobre todo, sus problemas. Cuanto menos sería una decisión extraña firmar a un jugador que ha demandado a sus compañeros. Si quieres dinamitar tu vestuario y reconstruir un club desde los cimientos, entonces la contratación del tercera base tendría sentido.
Pero Alex no se rinde y ahora busca un juez con ganas de protagonismo que le dé alas y esperanza, basándose en que “no existe ningún test positivo por drogas”. ¿Por qué no se rinde y se va a disfrutar de la vida fuera de juicios y continuos problemas? Porque él sólo tiene el béisbol, su vida es este deporte y no puede concebir su existencia sin él, lo necesita.
En las próximas semanas las noticias relativas a este tema van a conformar una catarata de declaraciones, verdades a medias y preguntas sin respuestas. Pensar que A-Rod se presente en los entrenamientos de primavera, no sería pensar en algo descabellado. Me encantaría ver la cara de sus compañeros, a los que ha denunciado, cuando aparezca por el vestuario. Sin duda esa imagen, no tendría precio.