Cuando al entrenador Naoki le preguntan como se siente jugar en Koshien les responde a sus pupilos que es una sensación indescriptible, que solo si llegas allí encontrarás la respuesta. Entonces, Kato Naoki sonríe al acordarse de sus buenos años con el bate. A la par que la mente viaja a lo largo de sus triunfos como beisbolista, aquella flyball tan fácil de atrapar se le vuelve a aparecer. El destino hubiera cambiado para él y el resto de jugadores del instituto Seiryo si la hubiera trapado, pero Koshien decidió que el partido no debía acabar en ese momento.
El estadio de Hanshin Koshien está localizado en la pequeña ciudad de Kobe, prefectura de Hyogo. Cuando fue inagurado el 1 de agosto del año 1924 contaba con una capacidad de 55.000, sin duda el más grande de Asia en aquel momento. A pesar de que hoy en día es el hogar de los Osaka Tigers en la NPB, fue construido para albergar la última fase del torneo, de ahí el porqué todos los jugadores anhelan pisar este estadio. Jugar aquí se ve como un premio al esfuerzo y la entrega de los jugadores, hay que recordar que para llegar a Koshien hay que ganar primero el Torneo Regional de la prefectura. Además, el ambiente que se respira aquí es diferente, no solo se pelea contra un contrincante; la presión y la imponente figura del estadio son también los más temidos adversarios para los que amenazan con hacerse leyendas en el diamante. Para historia, sin duda, la que hicieron los institutos de Seiryo y Minoshima una tarde de agosto en el año 1979.
Cerca de las cuatro de la tarde los árbitros ordenaron a los jugadores que acudieran a saludar al contrario en la home plate. Inmediatamente, como si de un evento de artes marciales se tratara, los jugadores se quitan la gorra y en un gesto de respeto saludan al oponente agachando la espalda levemente. Después empezaron los lanzamientos; uno tras otro golpeaban con violencia el guante del receptor, hasta que en la cuarta entrada Seiryo se adelantó en el luminoso. La ventaja de los de Ishikawa no duró mucho, Minoshima declaraba que había venido a ganar empatando el encuentro en esa misma entrada. El marcador no se movió más en lo que restó de innings reglamentarios, y como el empate no vale para acabar un partido de béisbol, las entradas extra empezaron. Entonces tras un par de entradas sin anotaciones, los de Seiryo empezaron bateando en la decimosegunda. Y al igual que en la cuarta entrada tomaban la ventaja, esta vez por un desafortunado error del segunda base. Minoshima no permitió más carreras pero sabían que la diferencia, aunque fuera de un punto, valdría igualmente para perder el encuentro. Pero no estaba todo perdido, al final los de Seiryo todavía tenían que eliminar tres jugadores para llevarse el partido.
Dos outs, una bola, cero strikes y el corazón en un puño. El pitcher de Seiryo preparaba el lanzamiento que podría ser eso: otra bola, un strike, o una flyball facil, porque no, para acabar un partido que duraba ya más de tres horas. Enfrente, a 18 metros, el bateador de Minoshima, no tenía muchas esperanzas de empatar el partido, pero cuando vio esa bola no se lo pensó dos veces. Era la que entrenador le había pedido que atacase y cuando hizo contacto con el bate… Sayonara 2-2.
Los jugadores y aficionados de Seiryo observaban como junto a esa pelota se esfumaban sus opciones de ganar el partido, por lo menos en aquella entrada. Por el otro lado, los de Minoshima no creían lo que estaba pasando, un home run era lo último que se les pasaba por la cabeza. Desde luego los rezos en Susan-o Jinja habían ayudado en aquel milagroso empate sobre la campana.
En la entrada 16, Kato Naoki ocupaba la posición de primera base. Lo había hecho durante toda la temporada, así que la posición no tenía misterio para él. Salió al campo con la relativa comodidad de ir ganando 3-2. El primer bateador de Minoshima entró a la caja, y no por mucho tiempo; fue una bola fácil, un bateo discreto a segunda base que acabó en su guante para eliminar al primero de los tres reglamentarios. El segundo también se fue rápido, gracias al impecable trabajo del pitcher volvió al banquillo con un strike out encima. Otra vez esa cara del último bateador como diciend0: «¿Qué hago ahora entrenador?». Lejos quedaba ya ese home run milagroso, lejos quedaba el sacrificio que habían hecho para llegar hasta aquí, si no hacía algo el viaje hacia la victoria se acabaría aquí.
Kato observaba atento desde más o menos la primera base, a dos o tres metros como lo dictaba la estrategia. Aunque la intención era sacarla del estadio, no fue mas allá del infield. Mientras dejaba caer el bate observaba como la pelota cogía y cogía altura… pero no profundidad. Sabía lo que aquello significaba, una bola alta y fácil para acabar el partido. Kato la había visto, salió de la base mas allá de las líneas blancas que delimitan el campo para atrapar la bola para acabar de una vez por todas el partido. Ya la tenía, la había perdido de vista por un momento, pero ahí estaba. retrocesió para cogerla y…de repente se levantó del suelo a la vez que se sacudía la tierra del uniforme. Había tropezado y la pelota no acabó en su guante. Aquella mezcla de arena de Keito y tierra de Kagoshima que daban forma a la tierra de Koshien había sellado su destino.
El destino prefirió que la tortura para los de Seyrio continuara. No pasaron ni dos lanzamiento cuando Minoshima empató el partido con otro home run. Simplemente increíble, otra vez la historia se repetía 3-3 a dos entradas de acabar el partido, ya que 18 era el máximo número de innings que se podían jugar en aquel entonces. Ya en el inning 18 Seyrio tomó el turno al bate, pero no fueron capaces de producir carreras, algo relativamente normal después de estar cuatro horas abanicando, lanzando y corriendo, por lo que todo quedaba en manos de la defensa. O del ataque de Minoshima. Y así fue, un bateo elevado al jardín central, lo suficientemente alto como para superar al segunda mase y lo suficientemente potente para dar la carrera y el triunfo a al Instituto Minoshima. Estos consiguieron vencer al cansancio y a la fatiga en un partido épico, que quedaría grabado en la retina de los espectadores y jugadores para siempre.
Pero todos aquellos que salen perdedores del desafío que les lanza Koshien no vuelven a casa con las manos vacías, pues a pesar de ser duro y muchas veces implacable, permite a los derrotados llevarse un puñado de tierra del mágico infield del estadio a casa. Y es allí, en casa, porque en el béisbol las cosas importantes ocurren en casa (en referencia al Home Plate, Base de Casa en castellano) donde se hace entrega de la tierra a los futuros jugadores, para que la esparzan por el infield del campo del instituto. El resto lo esparcen por los guantes y las zapatillas para simbolizar que él queda aceptado. Solo el tiempo dirá si los futuros jugadores son dignos de salir con el trofeo o con un puñado de tierra recogida en infield del legendario estadio de Hanshin Koshien.