Lo impuso por decreto. Por ley. Por imposición y porque lo decía él. Porque nadie mandaba en su área y porque las cosas se hacían dónde, cuándo y cómo a él le apetecía. No había posibilidad de respuesta o de contrarrestar sus acciones. Y si a alguien se le ocurría, tenía que pagar con las consecuencias del jugador más grande, más fuerte y, sobre todo, más dominante que se haya visto jamás en su posición.
Defenderle era una auténtica odisea. Intentar meter una canasta sin recibir sus golpes, fuerza muscular o un tapón, una penitencia. El mundo del baloncesto jamás verá algo semejante a la dictadura con mano de hierro que impuso Shaquille O’Neal bajo los tableros en la NBA. Su envergadura, tamaño, fuerza y variedad de movimientos hacían completamente inútil cualquier esfuerzo por pararle o tenerle bajo control. Para los rivales era un trabajo en balde. Para Shaq, un juego de niños.
Tras 19 temporadas en activo en la liga y vistiendo la camiseta de seis equipos, el pívot más dominante y carismático de la NBA puso fin a una carrera única e impresionante que le dio la satisfacción de enfundarse cuatro veces el anillo de campeón. Su carrera, aún así, no fueron solo títulos y premios. Su forma de jugar, de hacer las cosas y de entender el baloncesto marcó la historia de este deporte. Esto, obviamente, merecía un homenaje aún mayor y el 2 de abril de 2013, Los Angeles Lakers retiraron su mítico dorsal ‘34’ a los más alto del Staples Center.
Ocho temporadas en la franquicia californiana, tres títulos de la NBA y un promedio de 27 puntos y 11,8 rebotes en todos esos años fueron suficientes para que, hasta la fecha, haya sido el último jugador en tener este reconocimiento por la parte de los Lakers. Presumiblemente, esto será por poco tiempo, siempre y cuando las expectativas se cumplan y Kobe Bryant reciba el mismo homenaje una vez finalice la presente temporada, motivo por el cual estamos haciendo en Sportsmadeinusa.com este serial de jugadores con su dorsal retirado en Los Angeles Lakers.
La magia comenzó en Orlando
Con más de 2,16 metros de altura y casi 150 kilos de peso, la dictadura de Shaquille O’Neal en la NBA comenzó a fraguarse en 1992 en la ciudad con más magia y fantasía de todo el estado de Florida: Orlando. La tierra de DisneyWorld vio cómo un chico de Louisiana State llegaba tras ser elegido en el número 1 del Draft para cambiar por completo las estructuras tanto ofensivas como defensivas de la posición de pívot.
Y bien pronto que se notó. Sus dimensiones corporales, sumado a su enorme agilidad para un jugador de su tamaño, permitieron que O’Neal pronto destacara. Sus rivales se dieron cuenta pronto de ello también y, al defenderle, tenían dos opciones. O se daban por vencidos y le dejaban anotar una canasta fácil, o le hacían falta y le mandaban a la línea de tiros libres, el gran talón de Aquiles en toda su carrera. Solamente anotó el 52,7% de los que lanzó, es decir, que falló 5.317 de los 11.252 que intentó en sus 19 temporadas.
Pese a que sus fallos en los tiros libres le persiguieron siempre, conseguía contrarrestar estos errores con grandes actuaciones bajo el aro. En su primera temporada, firmó 23,4 puntos y 13,9 rebotes por noche para acabar llevándose el premio de Rookie del Año. Estos datos no hicieron nada más que confirmar que el baloncesto estaba ante algo inigualable y nunca antes visto pero, sobre todo, que se tenía que preparar para lo que estaba por venir.
Tampoco hubo que aguardar mucho para ello. Su rol de pívot principal y de jugador extremadamente decisivo se siguió viendo en su campaña de sophomore: 29,3 puntos, 8,5 rebotes y 59,9% de aciertos en tiros de campo le confirmaron como el rey de la zona y como un jugador tremendamente difícil de lidiar en los partidos. Su cénit con los Magic llegó en su tercera temporada, cuando rozó los 30 puntos de media por encuentro y sumó más de 11 capturas por noche. Ese año, consiguió llevar a Orlando a la final de la NBA, pero fueron barridos 4-0 por los Houston Rockets.
Su aventura en Florida duró un año más, donde siguió demostrando muchas cosas pero donde, sobre todo, había constatado que el equipo que le tuviera en sus filas iba a contar con un factor diferencial impresionante. En definitiva, Shaq se convirtió en un jugador capaz de cambiar el rumbo y objetivos de la franquicia para la que jugase.
Época dorada en Los Ángeles
Esta determinación y factor diferencial alcanzó su máximo exponente cuando, en el verano de 1996, O’Neal viajó a la otra costa del país para unirse a la organización de Los Angeles Lakers. Llegó como agente libre para formar parte de un proyecto con un objetivo claro: volver a traer el Larry O’Brien Trophy al Staples Center. Pero ni Shaq ni los Lakers lo iban a hacer solos. Ese verano, los de oro y púrpura seleccionaron en el Draft a un joven escolta nacido en Filadelfia que, a la postre, iba a ser la otra pieza de una de los binomios más icónicos y dominantes de los últimos años en la NBA.
De la mano de Kobe Bryant, con quien tuvo sus más y sus menos durante alguna época, Shaquille alcanzó el nivel, cota y cima de jugador de leyenda que aspiraba tener. Es cierto que jugó en más equipos, pero el tramo de su carrera que más se le recuerda es el que tuvo en los Lakers. Allí pasó casi la mitad de su trayectoria profesional y en ese equipo fue donde impuso su ley bajo los tableros con más aplomo.
La mano de hierro de O’Neal en sus años en Los Ángeles se tradujo en un dominio incontestable durante tres temporadas. Con Phil Jackson en el banquillo, ganaron consecutivamente los anillos de 2000, 2001 y 2002 ante los Indiana Pacers, Philadelphia 76ers y New Jersey Nets respectivamente. Faltaron a la cita con las Finales en 2003 pero regresaron a ellas en 2004, donde claudicaron ante unos Detroit Pistons que habían hecho una campaña soberbia y que, tanto en juego como en el resultado final (4-1), pasaron por encima de los Lakers.
De los años de Shaq en California, prácticamente nada más puso salir mejor para las pretensiones del jugador. Promedió más de 26 puntos en todas las temporadas menos en la última y estuvo en más del 55% de acierto en tiros de campo. En el plano de los rebotes, la que era su especialidad, no llegó a promediar más de 10 en ninguna temporada, pero sí que se acercó en la temporada 1999/00, la del primer anillo, cuando capturó 9,4 por encuentro.
O’Neal lideró a los Lakers en cinco temporadas como máximo anotador y fue también el líder de la liga en este sentido en 10 ocasiones. Era tanto lo que destacaba por encima del resto de jugadores en su posición que fue seleccionado 15 veces para el All-Star Game, siete de ellas mientras era jugador de los Lakers. Y aunque solo llevaba cuatro temporadas en la NBA, fue elegido como uno de los 50 mejores jugadores en el 50 aniversario de la liga en la temporada 1996/97.
Tras ocho temporadas en Los Ángeles, renovó sus objetivos y volvió a cambiar de costa para seguir imponiendo su ley y formando parte de un equipo ganador. Una vez acabó sus años con Kobe Bryant, quiso demostrar que también sabía ganar con otra franquicia y con otros compañeros alrededor.
El anillo prometido para Miami
En California eran los Lakers y en Florida los Heat. En Los Ángeles fue Kobe y en South Beach, Dwyane Wade. En la costa oeste el objetivo era crear una dinastía y, en la este, se encontraron con un proyecto bestial delante de sus narices para ganar un anillo.
La bienvenida que tuvo Shaquille O’Neal en Miami fue incomparable con algo que hubiera sucedido previamente en la ciudad. Miles de personas salieron a la calle para recibir al jugador más dominante del momento, pero sobre todo para ver con sus propios ojos algo a lo que no podían dar crédito: de la noche a la mañana, los Heat se habían convertido en claros candidatos al anillo y no había dudas de que iban a intentar ganarlo.
El gigantón, que pasó a vestir el dorsal ‘32’ como ya había hecho en Orlando, reconoció dos cosas a su llegada a Miami: que la razón principal por la que fichaba por los Heat era por Wade y que el equipo estaba preparado para ganar su primer título. Es más, O’Neal prometió que el equipo traería un anillo a la ciudad. Y así fue dos años después.
Antes de aquel momento, el culmen de Shaq en el sur de Florida, Miami tuvo que trabajar mucho para hacer realidad las promesas del día de la presentación y, sobre todo, para hacer funcionar a una franquicia muy buena sobre el papel pero que lo tenía que demostrar sobre la cancha. De esta manera, con jugadores como Eddie Jones, Udonis Haslem, Rasual Butler o el histórico Alonzo Mourning, entre otros, superaron todas las expectativas y quinielas sobre las posibilidades del equipo.
El camino hacia el éxito total no iba a ser fácil y los vigentes campeones Detroit Pistons, que ya habían vencido a Shaq en las Finales de la campaña anterior, se volvieron a cruzar en su camino. Aquel equipo estaba en su época dulce con el mítico quinteto de Chauncey Billups, Richard Hamilton, Rasheed Wallace, Ben Wallace y Tayshaun Prince y los Heat tuvieron que vivir una Final de Conferencia a cara de perro contra ellos. Miami tenía ventaja de campo y la serie llegó al séptimo partido, pero fueron los de Michigan los que accedieron a la Final por segundo año consecutivo.
La primera temporada de O’Neal con los Heat no fue ni mucho menos mala: 22,9 puntos, 10,4 rebotes y 2,3 tapones por partido con más de un 60% en tiros de campo. La franquicia había llegado lejos tal y como se esperaba y, aunque escoció la eliminación en la final del Este, sabían que tan solo habían perdido una oportunidad y que volverían a intentarlo al año siguiente.
En la 2005/06, O’Neal no bajó su rendimiento en los partidos que jugó, aunque no pudo ayudar en todos por una lesión en el tobillo derecho. Se perdió casi 20 partidos por esta circunstancia, pero sus promedios apenas quedaron intactos: 20 puntos, 9,2 rebotes y 60% de acierto por partido. La guerra entre los Heat y los Pistons continuó, aunque esta vez el objetivo del anillo iba a estar más complicado: Detroit había acabado primero en el Este y los Heat no tendrían ventaja de campo si se enfrentaban a ellos en la Final de Conferencia.
Así fue y, por segundo año consecutivo, Miami y Detroit se jugaban el cetro del Este para pasar a la Final. La serie comenzó con dos partidos en The Palace of Auburn Hills y, la clave de la eliminatoria, estuvo en el primer partido. Los Heat ganaron el primer encuentro, se hicieron con el factor cancha y acabaron ganando 4-2. El último escollo para el objetivo definitivo se llamaba Dallas y se apellidaba Mavericks y, en una Final inédita en la NBA, Miami iba a redondear un año increíble para el delirio de todos los aficionados de la franquicia.
Fácil no iba a ser por supuesto. Dallas llegaba con un Dirk Nowtizki en un estado de forma superlativo: sus 26,6 puntos por partido, 48% de acierto en tiros de campo y 40,6% en triples eran la mayor amenaza para los de Florida. La serie arrancó con dos victorias en los dos primeros encuentros disputados en Dallas y los Mavs, con la mitad del trabajo hecho, viajaban con un cómodo colchón con el objetivo de ganar al menos un encuentro en el AmericanAirlines Arena, o dos si fuera posible. Aún así, nada salió como tenían pensado, Miami le dio la vuelta a la eliminatoria y la puso 3-2 a su favor. En esos tres encuentros, Shaq tuvo un promedio descomunal en sus lanzamientos a canasta y acumuló un 69% de acierto, con unos promedios de 13 puntos y 12 rebotes. Ahora Miami tenía la sartén cogida por el mango, pero encaraba el resto de la serie en Dallas.
En el sexto, y a la postre último partido de la serie, Miami se sobrepuso a los 59 puntos anotados entre Nowitzki, Jason Terry y Josh Howard con 36 puntos de ‘Flash’ Wade y 9 puntos de Shaquille. Pusieron el 4-2 definitivo a la Final y consiguieron el primer –y prometido– primer título en la historia de los Miami Heat, que también sería el cuarto en la carrera de Shaquille O’Neal.
El trabajo estaba hecho y la gente se preguntaba si podía ser el comienzo de una nueva dinastía como había hecho O’Neal en los Lakers. La respuesta a esta cuestión tuvo respuesta rápido y no fue como los aficionados de los Heat hubieran deseado. En la 2006/07, los Heat no defendieron el campeonato de forma consistente y, tras acabar cuartos en el Este, fueron barridos por los Chicago Bulls en primera ronda de los Playoffs por 4-0.
A partir de ahí comenzó un declive en Miami que no remontó hasta la posterior llegada de LeBron James en 2010. Shaq aguantó medio año más y, a mitad de la 2007/08, cambió de aires para jugar en su cuarto equipo en la NBA. La huella que dejó en el sur de Florida es incuestionable y muchos fans difícilmente la olvidarán. De hecho, en febrero de 2016 los Heat anunciaron que retirarán el dorsal ‘32’ que O’Neal vistió en la franquicia y la ceremonia de dicho acto tendrá lugar al comienzo de la temporada 2016/17. Todo un homenaje de agradecimiento a la altura de alguien capaz de cambiar el rumbo de la historia de un equipo en particular.
Peregrinación final entre Suns, Cavs y Celtics
Los Phoenix Suns fueron el nuevo destino de Shaquille O’Neal una vez abandonó Miami. Con 35 años y 15 temporadas a sus espaldas, el grueso de su carrera ya lo había pasado y los años y temporadas en los que tuvo que rendir al máximo ya los había completado. Aún así, su año y medio en Arizona no se dio nada mal y en la 2008/09 siguió demostrando la calidad que atesoraba en su cuerpo: 17,8 puntos, 8,4 rebotes y 60,9% de acierto en tiros de campo fueron los promedios de O’Neal que, aunque no sirvieron para clasificar a los Suns a los Playoffs, supusieron la última gran temporada en lo que a datos se refiere de Shaq en la liga.
Al año siguiente volvió a viajar a la conferencia Este para unirse a los Cleveland Cavaliers. Pese que ya estaba en los últimos años de su carrera, ayudó a los de Ohio a obtener el mejor récord de la NBA aunque acabaron siendo eliminados en semifinales por los Boston Celtics. La disminución del rendimiento en sus actuaciones se hacía cada vez más evidente, al mismo tiempo que los problemas físicos no le dejaban competir y jugar como él siempre había acostumbrado. A Cleveland llegó con la intención de “ganar un anillo para el Rey”, en referencia a LeBron James. Shaq solamente estuvo un año en los Cavs y, para terminar su carrera, acabó recalando en las filas del máximo rival histórico de los Lakers.
Sí, Boston Celtics fue el último equipo en el que O’Neal jugó como profesional. Lo hizo solamente por una temporada, aunque él en principio había firmado por dos. Los problemas físicos y molestias no remitieron y, entre problemas en el gemelo, rodilla y sobre todo en el tendón de Aquiles, Shaq disputó una media de 20 minutos con Boston, promediando 9,3 puntos y 4,8 rebotes en total. Con 39 años y 19 temporadas en sus piernas, el 1 de junio de 2011 anunció su retirada dejando un legado inigualable de uno de los jugadores con más calidad y más carismáticos de la historia de la NBA.
Tras los 19 años que jugó en la NBA, dejó unos números espectaculares: 23,7 puntos, 10,9 rebotes, 2,3 tapones y 58,2% de acierto a canasta, y una reciente selección para el Salón de la Fama. Más allá de los números, lo más increíble y destacable de Shaquille O’Neal es lo determinante que fue para los equipos para los que jugó y el incalculable valor de la influencia que tuvo en el juego en los años que estuvo en activo. Pasará mucho tiempo hasta que veamos un jugador de tales dimensiones –y no solo físicas– que domine durante tanto tiempo, y con mano de hierro, una faceta del juego de una manera tan abrumadora como lo hizo Shaq.
Shaquille O'Neal dominated in the postseason pic.twitter.com/LV8N0UOzO8
— ESPN Stats & Info (@ESPNStatsInfo) 4 de abril de 2016