El All-Star Game de la NBA reúne cada año a las estrellas de la liga y mejores jugadores de esa temporada. La presencia de algunos es pasajera y puntual por estar haciendo una buena temporada. En cambio, con otros jugadores no pasa lo mismo. El recuerdo de sus partidos de las estrellas y de sus años en la mejor liga de baloncesto del mundo acaba siendo totalmente imborrable. Y más si se trata del considerado por muchos como el mejor de todos los tiempos.
El 9 de febrero del año 2003, en el Philips Arena de Atlanta no se disputó un All-Star Game cualquiera. No por el resultado del partido y algunos récords que se lograron, sino por lo que se dejó de ver para siempre al término del partido. El dorsal ‘23’ del equipo de la Conferencia Este, que por aquel entonces militaba en los Washington Wizards y que se retiraría al final de la temporada, jugó su último All-Star. Michael Jordan, la mayor estrella probablemente de la historia del baloncesto, no jugaría ni brillaría más junto al resto de estrellas del baloncesto norteamericano. Pero la historia, que muchas veces él hizo y escribió con su propio juego, le tenía reservada una noche para la posteridad como tantas que dejó él a lo largo de su carrera.
Jordan se encontraba en su segunda temporada con el equipo capitalino en su tercera etapa en la NBA. Tras haber jugado 13 campañas en los Chicago Bulls, con un año de paréntesis para jugar al béisbol en las Minor Leagues, se retiró al final de la temporada 97/98 después de haber vuelto a ganar otros tres anillos consecutivos, como ya hiciera entre 1991 y 1993. Aún así, tras tres años fuera de la liga, volvió a las canchas de la NBA en un regreso que no se pareció en nada a su época en la franquicia de Illinois.
Los números de Michael y su actuación para estar presente en el partido de las estrellas no fueron suficientes para que los aficionados le votaran para estar en el equipo titular. Tras 49 partidos con los Wizards en aquella campaña, hasta ese momento registraba 18,8 puntos, 5,4 rebotes y 3,9 asistencias por partido. Los titulares seleccionados para jugar con el Oeste fueron Kevin Garnett, Tim Duncan, Kobe Bryant, Steve Francis y Yao Ming, mientras que por el Este, donde jugó Jordan, los elegidos fueron Allen Iverson, Tracy McGrady, Jermaine O’Neal, Ben Wallace y Vince Carter.
Michael fue escogido posteriormente con los jugadores reservas y tenía que comenzar el partido desde el banquillo. Pero no lo hizo. La presión popular y las recomendaciones de algunos compañeros hicieron que Vince Carter le cediera su puesto en el quinteto inicial. Eso sí, no fue algo que sucediera sin suspense ni incertidumbre hasta el último momento, pues hasta antes del salto inicial no se confirmó que Carter declinó su puesto de titular en favor de su compañero de equipo ese día Michael Jordan.
El clamor de los aficionados y las ganas de ver al ‘23’ jugando el partido de inicio se hicieron realidad. Su último All Star y la historia, a la que tanto había contribuido él en numerosas ocasiones, le dio la oportunidad de cerrar el círculo de la manera perfecta en su 13ª y última aparición en el partido de las estrellas. Además, coincidió también con la última aparición en este encuentro de Gary Payton y la primera del rookie por aquel entonces Yao Ming.
El partido, aunque siempre es de exhibición, suele tener algún factor competitivo, como intentar ser el MVP del partido o, por qué no, ganar el encuentro para el equipo de tu conferencia. Aunque no cuente para la temporada, si el marcador va ajustado los jugadores se ponen un poco las pilas para intentar llevarse la victoria. Jordan no comenzó muy bien ese encuentro: falló sus siete primeros tiros. Luego fue mejorando la estadística hasta acabar con 20 puntos e igualar el récord hasta ese momento de 27 tiros de campo lanzados en un All-Star Game.
El marcador fue muy parejo todo el tiempo, hasta que al final del último cuarto se llegó con empate a 120. Prórroga. Cinco minutos más de baloncesto del partido donde todos los jugadores quieren estar, aunque solo los elegidos tienen la capacidad de dejar su huella en él. Probablemente haya pocos que se acuerden que acabó ganando el Oeste 155-145 y que el MVP fue Kevin Garnett con 37 puntos. Pero si hay algo que se recuerda como si fuera ayer es el tiro de Jordan ante Shawn Marion casi al final de la primera prórroga.
Quedaban 10 segundos en el cronómetro y el marcador señalaba tablas a 136 puntos. En ese momento, Jason Kidd pasó el balón a Michael y él se encargó de hacer el resto. Marion le marcó desde muy cerca con una defensa casi perfecta: no le dejó espacio en ningún momento y le encimó en el lanzamiento. Pero el que tuvo retuvo y Jordan, con un movimiento magistral cayéndose hacia atrás, encestó una de las canastas más emocionantes de la historia de los All-Star Games.
Con dos puntos arriba, el Oeste pidió un tiempo muerto para jugarse el último tiro. El guión perfecto estaba escrito: Jordan había sido titular y acababa de anotar la canasta de la victoria en su último partido de las estrellas. No podía haber mejor final para cerrar su carrera como profesional. Aún así, una innecesaria falta de Jermaine O’Neal en el último lanzamiento de Kobe Bryant le permitió lanzar tres tiros libres al escolta de los Lakers, de los cuales solo anotó dos. Se jugó una segunda prórroga y el Oeste se acabó llevando finalmente la victoria.
“Dejo el ‘juego’ en buenas manos […] puedo irme a casa y sentirme en paz con el baloncesto”, Michael Jordan, antes de disputar su último All-Star Game.
Al término del encuentro, Michael Jordan se situó como el máximo anotador de la historia de los All-Star hasta ese momento con 262 puntos, en tiros de campo convertidos con 110 y en robos con 37. Además, el equipo de la Conferencia Oeste estableció el récord de rebotes defensivos capturados con 46, más puntos anotados con 155 y entre ambos conjuntos se quedaron solo a tres puntos de igualar el récord del tanteo conjunto (303) del All-Star Game de 1987, cita en la que precisamente Michael Jordan ganó el concurso de mates.
Un jugador histórico con una despedida de un partido de las estrellas a su altura. Tuvo su momento de protagonismo y de gloria. Tanta como había regalado hasta entonces. El último baile con las estrellas tuvo el toque mágico que todos soñamos y que solo la NBA es capaz de ofrecer. La firma de Jordan en los All Star, por si quedaba alguna duda, quedó grabada merecidamente en el firmamento para siempre aquella noche en Atlanta en 2003.