Acabamos de terminar el March Madness del baloncesto de la NCAA, la epoca del año en donde se ven partidos emocionantes, ocurren las sorpresas, se realizan tiros ganadores en el último segundo y además en donde gestionan una parte su paycheck las conferencias, los equipos participantes y la misma National Collegiate Athletic Association.
Finances for 2018 @NCAA March Madness:
1. @NCAA gets $771M annually from CBS/Turner;
2. Each conference gets $1.6M for every game played by its members;
3. Each participant competes for pride without guaranteed medical insurance while missing classes. pic.twitter.com/ZsjdN0YYpb— Warren K. Zola (@WarrenKZola) March 15, 2018
Como ya vimos en un artículo anterior, una buena parte de los ingresos de las instituciones educativas provienen de lo que generan sus programas de baloncesto y el fútbol americano en contratos de televisión, de indumentaria, etc. Millones de dólares se destinan para pagar sueldos de entrenadores, asistentes y departamentos de scouting.
Otra buena parte de los «dólares universitarios» se destinan para aggiornar estadios viejos o construir nuevos y actualmente la nueva tendencia de gasto (perdón, inversión) está dirigida a los Centros de Alto Rendimiento, fastuosos, extravagantes y millonarios. El deporte universitario se jacta de su amateurismo, pero lo único amateur que queda en él son los estudiantes-atletas que no cobran un centavo por su desempeño deportivo.
«No estoy seguro si el título de «Athletic Director» realmente abarca lo que estamos haciendo alrededor del país mis colegas y yo. Tú eres realmente un CEO, estás manejando un negocio.» –Oliver Luck (Director Atlético de la Universidad de West Virginia de 2011 a 2014).
Los sueldos de los entrenadores
Para ser los más relevantes en el tabloncillo o en los emparrillados, las universidades contratan a los mejores para estar al mando de sus equipos. No extraña a nadie saber que coaches de universidades top como Duke, Michigan, Alabama o Texas son pagados de la misma manera o mejor que sus colegas de la NBA o NFL.
Éxito en college football es sinónimo a Nick Saban y Alabama. El entrenador lleva cinco títulos nacionales con los Crimson Tide y con un sueldo de $11 millones al año es mejor pagado ya que en sus más de diez años en Tuscaloosa volvió a «poner en el mapa» al programa de football y a propia universidad. En el aspecto financiero, la institución educativa durante la «Era Saban» vio aumentar sus ingresos de manera exponencial en derechos de televisión, tickets, merchandising y alumnos matriculados.
«Nick Saban es la mejor inversión financiera que cualquier universidad jamás haya hecho.» –Robert Witt (Rector de la Universidad de Alabama).
Los entrenadores de baloncesto no se quedan atrás en comparación con sus colegas de fútbol americano. Hace pocas semanas, USA Today publicó un listado con los cinco entrenadores de baloncesto mejores pagados. A la cabeza está la leyenda de Duke Mike Krzyzewski con casi $9 millones al año. Le sigue John Calipari a quien Kentucky le paga $7.994.147, al año para dirigir a los mejores one and done del país. El tercer puesto lo ocupa Chris Holtmann, quien recibe poco más de $7 millones de los Buckeyes de Ohio Strate.
Un detalle para tener en cuenta es que si prestamos un poco de atención a los datos (cuadro de arriba) podemos ver que Ohio State tiene a sus entrenadores de fútbol americano y baloncesto en el top 5 de los mejores pagados en ambos deportes. Destina más de $13 millones en ellos.
Los Centros de Alto Rendimiento, la nueva moda
Según un artículo de The Washinton Post, 48 instituciones miembros de las llamadas «Power Five Conferences» de la NCAA destinaron en 2014 aproximadamente $772 millones en la construcción o remodelación de instalaciones de Alto Rendimiento para Atletas. A continuación dos ejemplos actuales del gasto desmedido y millonario de dos universidades:
Los $55 millones de Clemson
Los Clemson Tigers son el equipo de moda en el fútbol americano colegial, llegaron a la final de los Playoffs de College Football por años consecutivos, alzándose con el título nacional en 2016. El año pasado la universidad inauguró el Allen N. Reeves Football Complex, una construcción algo más de 13.000 metros cuadrados para el alto rendimiento de su equipo de fútbol americano.
Las instalaciones cuentan con espacio para alojar a los jugadores (incluyendo comedor y dormitorios), gimnasio y locker room de más de 2.000 metros cuadrados, con piscinas para hidromasajes y recuperación lesiones, y una mini-sala de teatro con tecnología HD con capacidad para 24 personas.
También están incluidos un cuarto de realidad virtual, un peluquería, un simulador de golf y varias «distracciones» más para que sus actuales estudiantes-atletas sientan que están en el «paraíso», y por supuesto, esto ayuda a «tentar» a los próximos reclutas de la universidad.
Minnesota y el flamante complejo de $166 millones
El equipo que milita en la conferencia Big Ten inaguró a principios de año su mega-proyecto llamado «Athletes Village», que incluye dos edificios para el equipo de football y uno para los representativos masculino y femenino de baloncesto con capacidad para albergar a 750 atletas
El Athletes Village además incluye un training room, una piscina para recuperación de lesiones, un meeting room para 160 personas, un espacio para practicar yoga y varias comodidades más para que los estudiantes-atletas de los Golden Golphers se sientan mejor que en su casa. Ah, y en el complejo también hay un centro académico.
Si se preguntan, ¿cómo se pagará esta mega-construcción? La universidad destacó que fue gracias a las donaciones, sin fondos públicos y con alrededor de $89 millones tomados en un préstamo que será pagado por el Departamento Atlético.
Mas allá si los fondos provienen de donaciones de ex-alumnos, de los ingresos por televisión, tickets o subsidios públicos, da la sensación que la ambición de las instituciones educativas no tiene límites.
Los atletas-estudiantes siguen siendo amateurs
El amateurismo en sus deportistas (primero deportistas y luego estudiantes) es la «piedra fundamental» en la que se basa la National Collegiate Athletic Association; en su web se puede encontrar ésta definición: «La competición amateur es el cimiento principal de los deportes colegiales y la NCAA. Mantener el amateurismo es crucial para mantener un ambiente académico en el cual adquirir calidad educativa es la primera prioridad«.
Todo el mundo sabe que los deportistas universitarios son los «actores principales» del millonario negocio de los college sports, pero ellos no cobran sueldo, su compensación por practicar deportes consiste en una beca completa para estudiar cuatro años de una carrera universitaria. La entidad madre del deporte universitario (NCAA) prohíbe a los estudiantes recibir beneficios económicos mientras están estudiando; en caso de recibirlos pueden ser sancionados y expulsados de su programa.
El único que se atrevió al desafiar al sistema y su negocio fue Ed O’ Bannon (ex-jugador de UCLA entre 1991 y 1995), puesto que en 2009 inició acciones legales contra la National Collegiate Athletic Association por violación de la Ley Sherman Anti-Monopolio y también por la utilización de su nombre e imagen en el videojuego NCAA Basketball 09 de la empresa EA Sports. Posteriormente a esta demanda se unieron más jugadores y ex-jugadores tanto de baloncesto como de fútbol americano, figurando en el listado nombres como los de Bill Russell y Oscar Robertson.
Para septiembre de 2013, la empresa de videojuegos y la Collegiate Licensing Company (una empresa encargada de gestionar derechos de «marca registrada» y merchandising a conferencias, universidades y la NCAA) llegaron a un acuerdo por la suma de $40 millones que se repartieron entre los más de 100.000 demandantes que se sumaron a la cruzada de O’Bannon. El acuerdo abarcó los derechos de imagen, marca registrada y compatibilidad física de los atletas de 2003 a 2013 de los juegos NCAA Basketball y NCAA Football, quedando pendiente la disputa con la NCAA.
Luego de varias instancias legales y presentaciones en diferentes distritos judiciales, el litigio entre O’Bannon y la National Collegiate Athletic Association culminó en 2016 cuando la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos desestimó el caso.
Just do the right thing and pay the college athletes. We're the only employees in the nation not being paid
— Jimmy Garoppolo (@JimmyG_10) July 19, 2013
¿Hay que pagar a los atletas universitarios?
La discusión si una beca para estudiar es una remuneración justa para los estudiantes-atletas o si deberían cobrar un sueldo por entrenar y jugar no es actual, pero en los últimos años con los reportes de millonarios ingresos y gastos de las universidades, sumado con diferentes escándalos de violaciones a las reglas a la NCAA para reclutar a jóvenes, hace que el tema esté de nuevo en el tapete y con mucha relevancia.
Los motivos por los que el sistema NO debe cambiar
Partamos de la base de que intentar una carrera terciaria los Estados Unidos es más que costoso. Las familias que deseen enviar a sus hijos a la universidad deben ahorrar casi toda su vida o en su defecto endeudarse para pagar los gastos. Por tal motivo, destacarse en los deportes (ya saben a cuáles me refiero) es una llave que les abre las puertas de universidades a los chicos de high school.
Recibir una oferta de una institución interesada a participar en su programa de baloncesto o fútbol americano significa que los estudiantes tienen sus estudios pagados por cuatro años, además de la posibilidad de llegar a la NBA o la NFL. Un dato relevante es que la NCAA limita a las universidades en la cantidad de becas que pueden otorgar, siendo quince el tope para el baloncesto y ochenta y cinco para el fútbol americano. Quedan obviamente muy por delante del resto de las disciplinas.
La pregunta del millón que todos nos hacemos: ¿Cuánto gasto le devenga a una universidad mantener un estudiante-atleta? Se estima que las instituciones gastan entre $100.000 y $200.000 al año en estudiantes con una beca completa o full scholarship para practicar deportes. Esta suma de dinero cubre los gastos educativos, alojamiento, comida, ayuda escolar, ropa de entrenamiento, etc.
Muchos de los estudiantes-atletas quizás no podrían costear la universidad si no fuera por su extraordinarias habilidades físicas para los deportes, tampoco de participar en los programas de fútbol americano y baloncesto. Por lo tanto el rango de $100.000 a $200.000 anuales en concepto de beca por practicar deportes, más la posibilidad de ser drafteado por un equipo de la NBA o la NFL, parecen una retribución más que justa para los estudiantes.
Los motivos por los que el sistema SÍ debe cambiar
Los atletas-estudiantes entrenan de 25 a 47 horas semanales durante la época de temporada regular de fútbol americano y baloncesto, además de concurrir a las clases. Ellos no reciben un centavo, nada. Cero. Y en muchos casos lo viáticos de la beca no les alcanzan para llegar a fin de mes por lo que deben recurrir a compañeros, amigos o profesores cuando se quedan sin dinero.
A todo esto, como ya sabemos, las universidades se lucran con la imagen de ellos, venden camisetas y todo tipo de memorabilia con los nombres de sus alumnos. Los estadios se llenan de gente que paga sus tickets para ver las estrellas colegiales y mientras tanto los estudiantes-atletas se quedan con las manos vacias.
El modelo actual da cada vez da más señales de estar agotado. El principal motivo es la lista de universidades que están bajo investigación de la NCAA por entregar beneficios indebidos a sus reclutas o futuros estudiantes. Hoy en día es practica habitual de los cuerpos técnicos universitarios entregar dinero «por debajo de la mesa» a prospectos y sus familias para que elijan jugar con ellos.
Sin ir más lejos, hace pocas semanas la NCAA despojó a Louisville de todas sus victorias y su título nacional de 2013 por distintos incidentes que envolvieron a Rick Pitino y asistentes con reclutas que visitaban las instalaciones de los Cardinals. Y qué decir sobre los informes que salieron a la luz que indicaban que la Universidad de Arizona, a través de un asistente del entrenador, pagó $100.000 a Deandre Ayton para que se inclinara por ellos para seguir su carrera colegial.
Por todos estos manejos, acusaciones e investigaciones, la NCAA debe replantearse la situación actual, «barajar y dar de nuevo» en la metodología que utiliza para la becas a sus estudiantes, las reglas a las universidades y sobre todo lograr que el reclutamiento sea transparente.
A modo de opinión personal, creo firmemente que todos los estudiantes-atletas deben ser recompensados, no solamente los de baloncesto y fútbol americano, sino también los de béisbol, gimnasia, tenis, atletisto, etc. todos por igual. Para finalizar les dejo esta reflexión que tal vez sea premonitoria para el futuro de los college sports:
«El cambio está llegando al deporte universitario. A medida que salen a la luz uno tras otro los escándalos de reclutamiento en el baloncesto universitario, se nos muestra que el paradigma del amateurismo es insostenible. Las escuelas y las compañías de indumentaria ya le pagan a los jugadores bajo la mesa, y hay poca justificación moral de por qué no deberían ser compensados por sus servicios. Uno de los cambios más fáciles que podrían (y deberían) hacerse es adoptar el «modelo olímpico», donde los jugadores podrían ganar dinero con patrocinios. Eso no le quitaría dinero a las universidades, pero le permitiría a los estudiantes-atletas cobrar en función del valor de mercado de su nombre y marca». –Sasha Paruk (editor de SportsBettingDime.com)