La National Collegiate Athletic Association es la organización “madre” y más importante del deporte colegial en los Estados Unidos, y es donde las futuras estrellas de la NFL, NBA, NHL, MLB y otros deportes, forjan su carrera estudiantil y brillan en diamantes de béisbol, pistas de hockey sobre hielo, campos de fútbol americano.
El «negocio» del deporte amateur factura alrededor de $10.000 millones cada año, que se reparten entre la NCAA, las conferencias y las universidades. El baloncesto y el fútbol americano polarizan al deporte universitario en cuanto a presupuestos, competencias, espectadores, ingresos, sponsors, derechos televisivos, etc. Los fanáticos y el público en general pagan sus entradas y sus servicios de cable para ver a los próximos Tom Brady, Zeke Elliott, John Wall o Kevin Durant.
La NCAA genera millones
La National Collegiate Athletic Association no tiene nada que envidiarle en materia de ingresos a ligas profesionales como la NFL, NBA o MLB, puesto que la temporada 2015-16 notificó que entraron a sus arcas $991 millones y reportó ganancias en 2016 por $99 millones.
¿Dinero de la televisión les suena conocido? La institución tiene vendidos los derechos televisivos del NCAA Tournament a las empresas CBS y TBS hasta 2032 por $8.800 millones. El otro canal de ingreso para la liga (perdón, la institución), son los que se generan en las boleterías de los estadios en las finales de campeonato de las diferentes disciplinas (excluyendo al football). El dinero obtenido es redistribuido (según lo cita en su web) en más de una docena de partes, siendo beneficiarios, los estudiantes, las conferencias y las universidades.
El poder financiero (y deportivo) de las Power Five Conferences
Las conferencias SEC, Big Ten, Big XII, PAC-10 y ACC son las denominadas Power Five Conferences de la NCAA por su poder económico y deportivo. Entre las 65 instituciones (53 públicas y 12 privadas) que integran las 5 conferencias se reparten el 50 % de los ingresos generales de la NCAA y el 75% de los ingresos de fútbol americano. Además, un dato no menor es que desde 2015 tienen autonomía propia para la toma de ciertas decisiones y acuerdos sin necesidad de consultar o necesitar la autorización a la NCAA.
Salvo raras excepciones, sus equipos pelean la Final Four o los College Football Playoffs. Además, en estas instituciones es en donde los reclutas top de high school quieren estudiar y jugar. Duke, Michigan, Texas, UCLA, Alabama, Oklahoma, Oregon, Penn State, Miami, Florida State, Wisconsin,Louisville, son solo algunas de las universidades que pertenecen a a estas conferencias.
El año pasado USA Today publicó un listado con las universidades que generaron más ingresos durante el periodo 2015-16, y todas las universidades que están al tope de la lista pertenecen a las cinco conferencias grandes de la NCAA. La primera es Texas A&M (casi $195 millones), luego se ubican los Longhorns de Texas ($187 millones), el tercer puesto es para Ohio State, el cuarto para Alabama y el quinto para Michigan (casi $164 millones). Para entender la dimensión de lo que generan monetariamente los Athletics Departaments de «las cinco grandes del college» es bueno tener presente éstos datos:
- En el periodo 2015-216, la Southeastern Conference (SEC) reportó ganancias por $515 millones.
- En el periodo 2015-16, la universidades de la ACC recibieron de su conferencia poco menos de $22 millones (es la suma más baja de las cinco grandes). Las de la Southeastern Conference (SEC) recibieron aproximadamente $36,8 millones (la más alta de las power five) en el mismo periodo.
- La conferencia Big Ten, es la que mayor dinero genera a través de derechos televisivos, anualmente recibe $440 millones. En 2016 extendió su vínculo con ESPN y Fox por 6 años y $2.200 millones, los cuales se reparten equitativamente entre sus 12 miembros.
- La Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) firmó con Under Armour por 15 años y $280 millones para que sea su vestimenta oficial y se convirtió en el pacto más lucrativo en la historia del deporte universitario.
- La Universidad de Kentuky (SEC) con una media 23.461 espectadores en el Rupp Arena lideró a la NCAA en asistencia en baloncesto. Mientras que en el college football la Universidad de Michigan (Big Ten) con 110.468 espectadores de promedio como local lideró su conferencia y la nación.
Aclaración: Los ingresos mencionados arriba y que se muestran en el cuadro de abajo corresponden a lo que cada universidad recibió en concepto de derechos televisivos y su participación en el NCAA Tournament y los College Football Playoffs. Están excluidos subsidios, donaciones y tratos con marcas deportivas.
No todo es lo que parece
Desde unos años a esta parte el deporte universitario está viviendo una «época dorada». Los números anteriormente expuestos son claros, el crecimiento financiero del deporte universitario y sobre todo el college football está en su momento de esplendor.
Las universidades a través de sus departamentos atléticos manejan presupuestos millonarios que se utilizan entre otras cosas para mejorar/construir instalaciones de entrenamientos de última generación, renovar estadios estadios (en mayor medida de fútbol americano) y para pagar sumas millonarias a entrenadores, que ganan como si estuvieran en la NBA o la NFL.
«Endeudarse puede ser una herramienta para crecer, especialmente si las tasas de intereses son bajas, pero solamente si es usado apropiadamente.» –Todd Stansbury (Director Atlético de Georgia Tech desde 2016)
La realidad es que varias universidades y sus departamentos atléticos tienen deudas prominentes adquiridas ya sea para realizar mejoras o peor aun para «pagar las cuentas» de sus disciplinas deportivas. En ciertos casos la situación está «bajo control» pero en otros es alarmante. Algunos ejemplos damos a continuación:
La Universidad de California en Berkeley
La Universidad de Cal-Berkeley es miembro del Pac-12 y sus finanzas están en rojo. En periodo 2015-16 tuvo ingresos por más de $81 millones, pero gastó más de $103 millones y tiene deudas por más de $400 millones de. Su departamento atlético es un «agujero negro». El origen de tal endeudamiento data de 2012 cuando la institución decidió encarar renovaciones del Edwars Stadium (de 85 años de antigüedad) y además construir el Simpson Student-Athlete High Performance Center. El costo de toda la obra fue de más de $400 millones (más de la mitad del dinero fue destinado a estudios y construcciones anti-sísmicas). Para financiar las obras la institución tomó un préstamo hasta el año 2113, pero según declaraciones propias planea saldarlo para el año 2053.
El panorama actual es desalentador. El departamento atlético de Cal-Berkeley está perdiendo alrededor de $20 millones anuales. Para ser más específicos, $21,76 millones en 2016 y proyecta $18,8 para este año y se espera que reciba ayuda financiera de la universidad. Además hay «sobre la mesa» proyectos para bajar la cantidad de disciplinas que se practican.
Texas A&M y Michigan
Texas A&M y Michigan deben $300 y $240 millones respectivamente. Si bien están seriamente endeudas ésto es producto de sendas renovaciones de sus estadios de fútbol americano. Las realidades y futuro de Wolwerines y Aggies som muy diferentes a la de Cal-Berkeley debido al tamaño e historia de las instituciones educativas, y la «facturación» de sus departamentos atléticos (ambas universidades están en el top 5 de ingresos generados de la NCAA).
Georgia Tech
La deuda del departamento atlético de los Yellow Jackets ronda los $230 millones, parte de ella corresponde a renovaciones que se llevaron a cabo en sus estadios de baloncesto y fútbol americano (y vaya uno a saber en que otras cosas se gastó tanta plata).
El Instituto Tecnológico de Georgia presentó para la presente temporada un presupuesto de $84,3 millones para su área deportiva. La única disciplina que es autosuficiente económicamente es el football (aunque a veces el baloncesto también lo es). Sus obligaciones crediticias anuales llegan a los $13 millones aproximadamente y según declara su director atlético son totalmente pagadas con donaciones.
Para el futuro, dos hipótesis opuestas
El «veranito» de ingresos que vive la NCAA y las universidades tiene visiones antagónicas para su futuro. Por un lado, existe la creencia que la presente situación continuará y que los beneficios económicos seguirán incrementándose. La firma Navigate Research, una consultora encargada entre otras cosas de evaluar y medir el retorno de las inversiones en marketing en los deportes y entretenimientos, proyecta un crecimiento de un 110% de los ingresos en los próximos 10 años de los 25 programas atléticos más importantes de la NCAA. El mismo informe predice que en el mismo periodo de tiempo la NFL y la NBA crecerán un 63%, la NHL un 55% y MLB 48%.
«Los departamentos atléticos de la universidades del mañana podrían pasar por lo que Bristol (refiriéndose a ESPN y su gran cantidad de despidos) está pasando hoy en día.» –Frank Hawkins (director de la consultora Scalar Media Partners)
La visión totalmente opuesta a la expuesta arriba concibe un panorama negro para el negocio de la NCAA y las universidades cuando se termine el dinero de la televisión. En artículo publicado en mayo de este año en Sports Ilustrated titulado «The Reckoning: When rights-fee bubble bursts, college sports will be changed forever», se plantea la siguiente hipótesis: que cuando los habitantes dejen de pagar a sus cableoperadores el «extra» por tener canales como ESPN o CBS para poder ver football o basketball, el resultado de esta merma de abonados afectará directamente las ganancias de los gigantes televisivos y como consecuencia éstos no podrán seguir con el ritmo de contratos billonarios que firman con las conferencias y la NCAA.
Por lo tanto, con menos ingresos en pactos televisivos indudablemente cambiaría el paradigma de los college sports para siempre (o mejor decir del fútbol americano y el baloncesto). Solo el tiempo tiene la respuesta a si alguna de las dos predicciones se cumple o tal vez aparece una nueva.
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