Se te cae el alma al suelo cuando ves un pabellón de una liga profesional estadounidense semivacío. En estos casos no cuenta el béisbol, pues con 81 partidos de temporada regular que disfrutar y estadios más grandes, la imagen de estadios con asientos huérfanos es totalmente normal para el aficionado. Florida Panthers abrió la campaña en el BB&T Center de Fort Lauderdale la pasada semana con una entrada de 11.419 espectadores, la más baja para un opener en la historia de la franquicia y a 5.000 espectadores del opener de los New York Islanders la misma semana. Y ya sabemos que no es que se acerque mucha gente a Nassau, New York, a ese pabellón que se cae a pedazos.
La poca afición en el sur de Florida por su equipo de NHL parece totalmente lógica. Un equipo que no ha jugado los Playoffs doce de las últimas trece temporadas y que no ha ganado una ronda de Playoffs desde 1996, lo que invita a pensar que es un milagro que la franquicia siga en tierras de Florida tras veinte años de penurias. Además, lo fácil sería decir que «¿se juega al hockey hielo en Florida? ¡Pero si hace calor!», pero no caigamos en esas teorías turísticas. Culpar a la poca cultura de una región sobre un deporte, en un mundo y país tan globalizado, en una tierra donde la inmigración interior es bestial, no sería lo justo. Es cierto que en un bar de Minnesota están viendo hockey mientras que en otro de Texas fútbol americano, pero el sistema con el que están hechas las grandes ligas profesionales norteamericanas permite los ciclos de éxito y fracaso, o mejor dicho, renovación. Otra cosa es que esa renovación se gestione bien o mal.
Es un tema tan simple como pérdida de mercado y búsqueda de recuperación del mismo, hablando en términos económicos. El propietario Vicent Viola entra en su segunda temporada al mando de la franquicia, y su cometido desde que llegó fue reconfigurar el modelo de negocio de una organización que daba pérdidas. No es más que la gestión de otra empresa. Viola se ha cargado esta temporada todos los paquetes de entradas y descuentos posibles, cosa que hacía que muchas veces fueras a ver un partido de hockey por un precio ridículo o por probar un coche en un concesionario de Fort Lauderdale (al más puro estilo Homer Simpson, sí). Fuentes cercanas de la franquicia dicen que este movimiento es doloroso a corto plazo, pero que dará resultados a largo plazo, lo que quiere Viola es crear la imagen de un equipo ganador y respetado por su gestión, desde los despachos hasta el hielo.
En 2004, los Panthers no eran gran cosa y tuvieron una media de 16.000 espectadores esa temporada. Diez años después ha bajado en 2.500 de media, y es por algo tan simple como que el equipo apesta, los Panthers llevan siendo muy malos desde hace mucho tiempo. No es una cuestión de falta de afición o falta de mercado; si observamos la entrada en los partidos de Playoffs de 2012 ante los New Jersey Devils, fue de 19.119, 19.248, 19.513 y 19.313. Con un impulso en la parcela deportiva, viendo que la gestión de la economía y el marketing de la franquicia tiene la idea clara, los aficionados volverán al sur de Florida para ver a sus Panthers. Eso sí, todo es paciencia, el equipo necesitaría ser el peor otra vez este año para coger un número 1 o 2 de draft. Sino, ahí está la prueba de Crosby-Malkin de los Penguins, drafts consecutivos cuando Pittsburgh realmente estaba en el pozo. Es todo cuestión de ciclos, económicos y deportivos. Las ligas americanas, afortunadamente, están configuradas de esta manera, el sistema corrige solo a la franquicia.