Seguro que muchos de vosotros habéis jugado de pequeños a algún deporte y seguro que siempre habéis coincidido con el típico equipo que lo único que hacen es recibir paliza tras paliza y hacen que todo el mundo se pregunte por qué están allí. El clásico equipo que rara vez conseguía ganar un partido y, cuando lo hacían, el entrenador les invitaba a comer pizza para celebrarlo. Y cómo equipo típico que era, pues tenía a ciertos jugadores estándar que nunca fallaban. Hablamos del niño que llevaba gafas y que ni así veía la pelota y es por eso que, normalmente era de los que más balonazos en la cara se llevaba; después estaba el niño con sobrepeso, que, seamos justos, no era el peor del equipo ni mucho menos, pero no se le podía pedir mucho esfuerzo; luego estaba el descordinado, que lo intentaba de todas las maneras y se esforzaba muchísimo, pero no había forma posible de que diera una; luego llegaba el típico crío que no tenía ni idea del deporte al que estaba jugando y se saltaba las reglas constantemente, y, finalmente, estaba el mejor del equipo que, irónicamente, tenía al padre en la gradería que le gritaba y le decía de todo si hacía algo mal. Pues bien, aunque no lo parezca, la imagen de equipo que no tiene el nivel de la liga en la que juega se puede pasar a la NHL, y más concretamente, a los Buffalo Sabres.
Dejando de banda el primer párrafo, hay que dejar claro que los Sabres no tienen en plantilla a jugadores fuera de forma, ni a descordinados, ni padres que critiquen el juego de sus hijos desde la grada; bueno, quizá lo último sí, pero no van por ahí los tiros. La cuestión es que el equipo de Buffalo es malo, muy malo, incluso da un poco de vergüenza ver algunos partidos ya que en la mayoría, acaban arrollados por el rival. Sin ir más lejos, el último encuentro que disputaron fue la madrugada del martes al miércoles ante los Toronto Maple Leafs. Los canadienses vencieron por 4-0, un resultado claro, pero si vamos a la estadística de disparos, allí encontramos los datos más preocupantes. Toronto chutó 37 veces a la porteria defendida por Michaell Neuvirth mientras que Bernier tuvo que parar solo diez disparos. Sí, diez en sesenta minutos. Esto podría ser aún pasable si fuera cosa de un día, pero no es la primera vez que les pasa esta temporada, ni va a ser la última.
Tyler Myers says the #sabres have hit «rock bottom.» Adds: «That was an embarrassing effort.»
— Chris Johnston (@reporterchris) octubre 29, 2014
Y es que la temporada de los Sabres pinta muy mal. Sí, son un equipo claramente en reconstrucción y con muchos jugadores jóvenes con gran futuro, pero en algunos encuentros están demostrando que no tienen nivel para la NHL, y habría que ver si para la AHL. Son ya demasiados partidos en los que el rival les pasa absolutamente por encima y los de Buffalo poca resistencia oponen. Si nos fijamos en sus tres primeros encuentros disputados, que fueron 3 derrotas, los Sabres chutaron un total de 57 veces, mientras que sus rivales sumaron 131 disparos. Ninguna de sus líneas funciona, ni la defensiva que permite más de 30 chuts por partido, ni la ofensiva, que, como ya hemos visto, hay partidos en los que no pasa ni de 15 disparos. Y esto lo sufre todo el mundo, pero hay dos jugadores que lo sufren más que nadie. Hablamos de Michael Neuvirth y de Jhonas Enroth, los porteros de la franquicia de Buffalo, que, volviendo al primer párrafo, son los mejores jugadores de la plantilla pero poco pueden hacer para evitar que su equipo pierda de forma clara porque no se puede pedir a un portero que pare 40 disparos por encuentro.
Evidentemente el futuro de los Sabres puede ser bueno, pero es inaceptable que un equipo de NHL esté siendo humillado en casi todas sus actuaciones y hay que buscar soluciones si Buffalo quiere volver, al menos, a optar por Playoffs. Con el talento que dispone ahora mismo la plantilla es claro que no hay esperanzas de conseguir algo grande pero lo que el entrenador de los Sabres, Ted Nolan, debe hacer es buscar soluciones para que su equipo deje de hacer el ridículo allá donde va. También hay que culpar de este desastre al dueño de la franquicia, Terrence Pegula y al general manager, Tim Murray, porque ahora mismo tienen en sus manos a una de las peores plantillas que se recuerdan y, quién sabe, si a final de temporada baten algún récord negativo. Hoy por hoy, todos sabemos que la ciudad de Buffalo y sus aficionados deben tener paciencia para ver a su equipo triunfar y, seguramente, estos mismos desearían que la temporada acabara hoy mismo y poder pasar a la siguiente, pero los jugadores deben estar ahí y seguir luchando para ganar partidos, porque la imagen que están dando es bastante deplorable.