Uno de los aspectos por los que más se destaca la NFL, al igual que otras ligas de otros deportes de los Estados Unidos, es la posibilidad de que los equipos se vayan renovando y refrescando con los jugadores procedentes de las universidades. Se hace a través del Draft. Para que los equipos vayan mejorando su nivel, la elección de los jugadores universitarios se realiza en orden inverso a la clasificación del quipo de la NFL en la temporada anterior. Para que se entienda mejor; el peor equipo del año elige al mejor jugador. Por lo tanto, el que escoja en primer lugar es el más afortunado. O al menos eso es lo que se supone.
Este año esta elección le corresponde a los Houston Texans. A principio de la temporada 2013 nadie esperaba que esto sucediera. Los Texans eran uno de los favoritos en todas las apuestas para estar muy arriba al final de la temporada. Eran un candidato seguro a los playoffs y en más de una quiniela sonaban para final de conferencia e incluso para la Super Bowl. Después de dos victorias consecutivas en los dos primeros partidos, vino la debacle. Encadenaron un total de catorce derrotas consecutivas para acabar con un desastroso balance de 2-14, el peor de toda la liga. Han sido toda una decepción a pesar de contar con una plantilla muy potente aunque, lógicamente, con necesidades a cubrir.
Por lo tanto la pregunta es: ¿cuál va a ser la elección de los Texans en el pick 1? ¿Dónde está la principal necesidad del equipo y cómo se puede cubrir? Es la pregunta del millón de dólares. Hay años en los que la necesidad del equipo que tiene en número uno del draft coincide con el jugador universitario considerado el mejor prospecto. En estos casos, la selección del jugador se convierte en algo muy previsible, de tal forma que el día del draft no se produce ninguna sorpresa significativa. Este año el grupo de jugadores candidatos está considerado como uno de las mejores y con más profundidad de los últimos años. En prácticamente todas las posiciones hay una serie de jugadores con un alto potencial y el nivel general es muy alto. Y, aunque parezca mentira, ahí es donde puede estar el principal dilema para los Texans. ¿Cuál debe ser el jugador a elegir en primer lugar? La clave de todo radicará en evaluar las necesidades y tener en cuenta que, al tener la primera elección en cada una de las siete rondas, la plantilla podrá reforzarse de una forma más que correcta.
En un principio parece ser que la necesidad más acuciante es la del quarterback. Matt Schaub ha demostrado no ser el jugador que se esperaba. Al finalizar la temporada regular, y una vez confirmadas las posiciones de los equipos en el draft, el nombre que más sonaba era el de Teddy Bridgewater, de la universidad de Louisville. Se trata de un quarterback clásico; pasador, buen brazo y visión de juego. Sin embargo, su temperamento algo débil hace dudar acerca de si podrá soportar la presión del entorno de una franquicia tan exigente como la de Houston. Cada vez despierta más dudas y sus posibilidades van disminuyendo.
Durante las últimas semanas ha sonado el nombre de Johnny Manziel, el quarterback de Texas A&M, tan conocido por sus excentricidades tanto dentro como fuera de los campos de juego. Dentro de la filosofía del football universitario es un maestro y ha encajado muy bien. Sin embargo hay muchas dudas de que, tanto su estilo de juego como su personalidad algo alocada, encaje en la NFL y en Houston, a pesar de ser de Texas. Por otro lado parece ser el favorito del dueño de la franquicia, y eso es un factor a tener en cuenta.
Para acabar con las especulaciones sobre el quarterback, ahora mismo ha cogido muchísima fuerza el nombre de Blake Bortles, de la universidad de Central Florida. Es un jugador que, sin saber muy bien porqué, está subiendo como la espuma. Procede de una universidad de una conferencia menor, no ha destacado mucho en la temporada regular, pero ha dado una buena imagen en la bowl y en las pruebas de la combine. Los analistas apuestan por él, pero no ilusiona.
Pero la historia se complica aún más. Hay un jugador, Jadeveon Clowney, el defensive end de la universidad de South Carolina que, sin duda alguna, es uno de los prospectos más interesantes de este año. Muchos analistas coinciden en señalar que es un jugador que marcará una época en la línea defensiva. Desde luego tiene todas las cualidades: gran físico, buena velocidad, agresividad, gran presión al quarterback. Pero, ¿realmente lo necesitan en Houston?. La defensa de los Texans tiene ahora un nivel bastante elevado y cuenta en sus filas con el defensive end J.J. Watt y el linebacker Brian Cushing, entre otros. Por lo tanto no es una necesidad acuciante, pero ¿a quién le amarga un dulce? Seguro que los aficionados de Houston estarían encantados con esta adquisición, ya que tendrían una de las defensas más físicas, intimidatorias y demoledoras de toda la liga.
Para rizar el rizo hay que comentar que este año la clase de wide receivers es una de las mejores desde hace muchos años, encabezada por Sammy Watkins y Mike Evans entre otros. ¿Otro dolor de cabeza? En este caso parece que no porque la línea de receptores actual de los Texans es bastante correcta con el veterano Andre Johnson y el sophomore DeAndre Hopkins. El cuerpo de receptores por lo tanto no tiene urgencias importantes y se puede reforzar en rondas más bajas.
Así que, lo que en un principio parecía que era un caramelito, puede que se les atragante al nuevo entrenador Bill O’Brien y al staff directivo del equipo. Habrá que esperar al 8 de mayo. Y mientras tanto, los Sant Louis Rams y los Jacksonvile Jaguars, entre otros, esperando y frotándose las manos. ¡Agárrense que vienen curvas!