La hora de desayunar siempre es el rato más entretenido de una mañana en el curro. Hablas con tus compañeros más cercanos de cosas que no vienen a nada, te encuentras a más gente de otro departamento o simplemente te pasan cosas frikis como me han pasado hoy. Resulta que lo que tenía que convertirse en pedir un bocadillo, comérmelo y volver a subir a trabajar se ha convertido en una odisea interminable, y todo gracias a que el tío que tenía justo delante le estaba montando un pollo apocalíptico al camarero porque la cucharilla del café que le había dado estaba un poco sucia. Aparte de cagarme en todo por estar asqueado haciendo cola cuando podría estar ya desayunando, lo estaba pasando mal por el pobre camarero, que simplemente había cogido una cucharilla del montón enorme que tenía ahí y le estaba cayendo la del pulpo. Con lo fácil que habría sido coger una servilleta y limpiarla él mismo, era una situación incómoda pero perfectamente evitable que lo único que ha hecho es hacerlo pasar mal al camarero y al resto del mundo por tenerlo que presenciar. Pero es que olvidado este percance han aparecido unos tuneros promocionando la tuna de la facultad que la han tomado con una chica que estaba allí sentada. Y la levantaban casi obligándola a bailar y cantar con ellos, clavelitos para aquí y para allí (¿los tuneros tienen más canciones en el repertorio?), y un desparpajo, y unos piropos guarros dignos del mejor paleta, y ella que no sabía ni donde meterse porque en el fondo esto de la tuna sólo hace gracia cuando lo ves de lejos. O ni eso. De hecho lo que me ha pasado a mí viéndolo de lejos es que he sufrido un poquito sólo de pensar el mal trago que estaba pasando la pobre. Total, que entre la bronca y la tuna ha sido un cuarto de hora que lo he pasado relativamente mal, y digo relativamente porque es poco tiempo y es gente que en el fondo no me importan mucho. El problema viene cuando la vergüenza ajena te la hacen pasar gente que sí te importa. Y eso es exactamente lo que pasó este domingo.
No sé si todos lo sabíais pero el domingo se celebró la Pro Bowl. El All-Star del fútbol americano. La fiesta de la NFL. El lugar donde se reúne lo mejor de lo mejor de este deporte en un partido antológico por la cantidad de calidad que amontona. Guiño, guiño. O diciéndolo de una forma un poco menos sutil: una mierda pinchada en un palo. El partido tradicionalmente había sido malo en los últimos años, pero es que el de este domingo fue una completa burla a nuestro deporte. Y ya no lo digo porque se chuten onside kicks en momentos raros, ni porque el punter tire un pase de vez en cuando, ni tan siquiera porque Drew Brees intente un drop kick en un extra point, eso son cosas que pueden hacer un partido más ameno y entretenido. De lo que me quejo es del esfuerzo de los jugadores.
Obviamente el football es un deporte de contacto e igual de obvio es que nadie quiere lesiones en un All-Star, en el fondo esto no deja de ser un divertimento y nadie tiene porqué hacerse daño, pero de ahí a pasarse el partido entero andando va un mundo. Y parece bastante hipócrita que, frente a las cámaras, los propios jugadores declaren estar muy agradecidos de que les hayan seleccionado para la Pro Bowl pero que luego, en vez de apoyar sus palabras con hechos y recompensar al espectador dándoles un último buen espectáculo, se tomen todo esto como una semana de vacaciones en la que pueden estar tumbados en la playa tomando mojitos que les sirven muchachas con collares de flores. Porque cuando el personal se toma lo que tendría que ser uno de los mayores eventos de la temporada como una semana de vacaciones pagadas, se dan comportamientos tan lamentables y avergonzantes como los que vimos en el césped del Aloha Stadium; comportamientos propios de jugadores que muestran su egoísmo cuando en realidad están jugando en el mayor deporte de equipo que existe, comportamientos de jugadores que piensan sólo en sí mismos y no en el pobre espectáculo que están dando. Y todo eso da lugar a escenas tan bonitas como líneas de ataque y de defensa que a cada snap se ponían a bailar como si les hubieran puesto canciones de Sergio Dalma en el casco, o defensores cuya técnica de placaje era ponerse más o menos en medio para coger la camiseta de su rival con dos deditos a ver si así lo podían tirar al suelo. O, mi favorita del domingo y paradigma del patetismo mostrado sobre el césped, jugadas de carrera realizadas a velocidad excruciantemente lenta en las que el corredor acaba tirándose al suelo solito para que ni tan siquiera tengan que placarle. Fueron en este tipo de jugadas en los que se escucharon abucheos y bastante sonoros, y es que la gente que pagó entre 45 y 180 dólares por una entrada para este partido sentía que los jugadores se estaban riendo en su cara. Y con razón.
Pero aunque el tema de la actitud de los jugadores es lo más grave, la Pro Bowl también tiene un grave problema de base. Para empezar, se disputa en el fin de semana que queda vacío entre las finales de conferencia y la Superbowl. Como es lógico, la gran mayoría de jugadores ya están eliminados y en esos momentos sólo quieren que irse a su casa porque están hechos puré, mientras que el resto, los jugadores que van a participar en la Superbowl, ni tan siquiera van precisamente para poderla preparar bien. La pregunta sería, ¿cómo cojones es posible que los jugadores de los dos mejores equipos de la competición no aporten representación en el partido de las estrellas? Planteando el evento de esta manera ya lo estás descafeinando de base y los aficionados, que ya de por sí estarán más centrados en la Superbowl que en la Pro Bowl, perderán un poco más de interés por el partido. Pero es que más grave aún es lo de las reglas modificadas, unos pequeños ajustes que casi incitan a los jugadores a tomarse el partido como si jugaran solteros contra casados. Por ejemplo, la formación defensiva tiene que ser una 4-3 todo el rato, vaya tontería como la copa de un pino que lo único que hace es tocar las narices, porque tener esta regla cuando las defensas las llevan Dom Capers y Wade Phillips es un chiste de mal gusto. Que sí, la excusa de que las papeletas para votar están montadas de esta manera está ahí, pero una vez decididas las plantillas es incomprensible porqué no se le da a los equipos más flexibilidad para usar el sistema táctico defensivo que más les interese, si es una exhibición almenos que dejen exhibirse al personal con lo que sabe hacer. Pero es que relacionado con esta regla estúpida va la siguiente: no se puede entrar al blitz. O sea que los linebackers exteriores, obligados ya de por sí a jugar en una 4-3, encima tenían que limitarse a parar la carrera y quedarse en cobertura. ¿Y quienes eran estos linebackers exteriores que sólo podían quedarse en cobertura? Pues los titulares en la NFC eran DeMarcus Ware y Clay Matthews, los titulares en la AFC eran Terrell Suggs y Von Miller, todos ellos consumados pass-rushers que, por exigencias del guión, no pudieron presionar al quarterback en ninguna jugada a lo largo del partido. Claro, porque los espectadores votaron a todos estos jugadores por sus numerosas intercepciones acrobáticas y por secar a los tight ends rivales. Tócate las pelotas. Y así con muchas otras reglas que lo único que hacen es quitarle football a la fiesta del football.
En fin, se diga lo que se diga la única conclusión a la que se puede llegar es que hay que exterminar la Pro Bowl tal y como la conocemos y reinventar lo que debería uno de los mayores espectáculos de la NFL. Posibles soluciones las hay muchas, que pueden pasar por mover el partido de fecha, incentivos al ganador del partido para que almenos los jugadores se maten un poquito o, como pasa en cualquier otro deporte, que haya concursos alternativos que completen un poco el fin de semana de las estrellas. Porque si a la gente le importa más el concurso de mates que el partido de baloncesto o a la gente le importa más el home run derby que el partido de baseball, a la gente igual también le puede interesar más una especie de Combine con los jugadores profesionales que el propio partido de football, por poner un ejemplo. Lo que bajo ningún concepto se puede repetir es la pantomima de este año, donde se ha cubierto el expediente porque lo ponía en el calendario y nada más. Porque si para algo debe servir un All-Star es para ofrecer espectáculo, hacérselo pasar bien a la gente que ya conoce el deporte y captar nueva afición, en especial en un país como el nuestro en el que casi nadie conoce el football, y este año lo único para lo que ha servido la Pro Bowl es para que a mí me dé vergüenza de decir que este es el deporte que tanto me gusta. Y lo peor es que tengo la sensación de que no soy el único.
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