La televisión es uno de los mejores inventos de la era moderna. Engloba una gran cantidad de combinaciones para combatir el aburrimiento en un espacio mínimo y, en ocasiones, hasta te soluciona la papeleta de tener que pensar qué hacer para no aburrirte, algo que a veces es incluso más aburrido que el propio aburrimiento. Tanta es su eficacia que cualquier sitio que tenga un ligero atisbo de poder producir aburrimiento ya viene con televisión incorporada: el bar que no tiene televisión no está a la altura del resto, en el transporte público hay televisiones tanto en andenes como en el propio transporte, las compañías aéreas han puesto pantallas individuales en los asientos para que la gente se distraiga durante los vuelos, en los gimnasios hay televisiones en bicis estáticas y en cintas para correr y hasta incluso se han visto televisiones pequeñas en según qué lavabos para que nadie se aburra en el minutillo que pueda tardar en echar una meada. Y, como no podía ser de otra manera, los fans del football somos un ejemplo más de esta teoría, lo que pasa es que a nosotros nos afecta de una forma mucho más bestia. Porque una cosa es aburrirse un minuto mientras uno hace sus necesidades y la otra es aburrirse durante siete meses porque no tenemos nuevos partidos que ver. Es por eso que durante la offseason nos motivamos hasta límites inconcebibles cada vez que sale un reportaje de algo mínimamente relacionado con el football, porque la televisión relacionada con el football es de las pocas cosas que nos entretienen. Y si en vez de ser un mini-reportaje con las diez mejores máscaras de casco, por poner un ejemplo hipotético, es una serie de programas en la que se muestra absolutamente todo lo que sucede en el training camp de un equipo, pues mucho mejor. Y Hard Knocks es exactamente eso, y por eso es probablemente el mayor entretenimiento para los fans del football durante toda la offseason.
Hasta aquí todo perfecto. No hay nada más interesante para el espectador que conocer que pasa dentro de un vestuario de la NFL, desde broncazos llenos de pitidos censuradores hasta owners que intentan hacer de general manager, de entrenador y hasta de vendedor de perritos calientes si hiciera falta; todo tiene su morbo y todo es atractivo para quien lo mira. Pero lo que es entretenido para los fans tiene que ser un verdadero quebradero de cabeza para la franquícia que hospeda el reportaje. ¿Qué un jugador se está rascando las bolas a mano cambiada en un drill? El jugador ya queda marcado con la clásica cruz de «tener poca ética de trabajo» y el entrenador estará coaccionado por las cámaras y será complicado que gestione la situación con naturalidad. ¿Qué se quiere trabajar el two-minute drill? Pues habrá que hacerlo más bien rápido, medio a escondidas y luego rezar para que el material no acabe entrando en el corte final de la serie. O más exagerado aún, ¿qué pasa cuando se vea por televisión nacional a un owner desacreditando sistemáticamente a un entrenador o a un general manager? La gran mayoría serán espectadores neutrales y se van a partir la caja, pero la disfuncionalidad de la franquícia quedará expuesta a todo aquél que mire el programa y eso sólo puede generar vergüenza tanto en el seno de la franquícia como en la fan base del equipo. Y es que ser el protagonista de Hard Knocks tiene muchos más peligros que beneficios. Un paso en falso y todo el mundo sabe que el equipo es una casa de putas, que medio vestuario no traga al quarterback titular o que el utillero y el jardinero se han dado de hostias porque uno le quita el trabajo al otro. Da igual el conflicto exacto, el caso aquí es que o se tiene controlado todo al milímetro o se va a acabar emitiendo algo que no conviene, ya sea porque se le facilita el trabajo al rival o directamente porque se da una mala imagen. Y estamos hablando de football, ya sea por la imprevisibilidad del deporte o por la imprevisibilidad de los deportistas es materialmente imposible tener todo bajo control. Por eso no es nada sorprendente que franquícias Atlanta Falcons o New York Jets hayan dicho no a Hard Knocks, ni tampoco lo es que haya costado lo que no está escrito llegar a un acuerdo con algun franquícia para que este año pudiera haber programa. Y el hecho de que finalmente los elegidos hayan sido los Miami Dolphins, paradójicamente, tampoco nos debería sorprender.
Actualmente los Miami Dolphins quieren ser el equipo más mediático de toda la NFL, y albergar Hard Knocks casa perfectamente con la nueva filosofía de la franquícia. A Stephen Ross se le ha metido entre ceja y ceja devolver a los Miami Dolphins a un lugar entre la élite de las franquícias de la NFL y Hard Knocks seguro que le dará la publicidad que busca, pero éste no es el camino a seguir. Ahora mismo los Dolphins son como un periodista que ha preferido aceptar una oferta de contertuliano en un programa del corazón antes que una para ser redactor de una televisión local. Haber hospedado el programa les dará fama, seguro, pero será una fama efímera que se desvanecerá cuando la gente se dé cuenta de que lo que ofrecen no tiene demasiada calidad. O dicho al revés, es difícil entender como un equipo con tantas carencias pueda ganar fans con un simple show de televisión, pero eso no significa que no lo vaya a ver nadie sino más bien al contrario: el programa ofrece muchos puntos de interés para el espectador. ¿Será Joe Philbin capaz de manejarse bien como head coach teniendo en cuenta que no sólo tiene que convencer a un vestuario sino a un montón de fans que verán todo lo que hace desde sus casas? ¿Soltará Jeff Ireland alguna perla como la que le soltó hará un par de años a Dez Bryant en las entervistas pre-draft? ¿Pintan algo Philbin o Ireland en la franquícia o es Stephen Ross el único que maneja los hilos? Y todos estos accionistas minoritarios «famosos» de la franquícia como Gloria Estefan, Marc Anthony o Venus y Serena Williams, ¿tienen algún papel importante en la franquícia o sólo han puesto dinero para hacer negocio? O centrándonos más en la vertiente deportiva del equipo, ¿qué versión de Chad Johnson veremos, la de un receptor trabajador que busca volverse a hacer un nombre en la NFL o la del bocachancla simpático que se dedica más a las cámaras que al balón? Y respecto a la batalla posicional en el puesto de quarterback, ¿ganará Matt Moore, David Garrard, o será Ryan Tannehill quien nos sorprenda a todos y se acabe haciendo con el puesto de titular? Estas y muchas otras cuestiones seguro que se resuelven durante esta temporada de Hard Knocks, pero dada la precaria situación del equipo a nivel de resultados deberían haber sido cuestiones a resolver de forma totalmente interna, sin presiones adicionales ni factores externos que puedan influir en ellas. Ya no sólo porque la sabiduría popular dice la ropa sucia se lava en casa, sino porque según lo que ocurra en el programa los fans de los Dolphins pueden perder la esperanza en este proyecto incluso antes de empezar la temporada.
En fin, no siempre el camino más corto es el mejor, y éste es un claro ejemplo de eso. Es comprensible que Stephen Ross quiera que los Dolphins vuelvan a ser un equipo de referencia como fueron en otros tiempos, de hecho hasta se le debería exigir algo así a él a y a todo el que trabaje allí, pero para ello debería haber priorizado la vertiente deportiva de la franquícia por encima de la vertiente mediática. Y no lo ha hecho. Ha preferido que su equipo estuviera bajo los focos que trabajando en el campo, una elección que parece bastante discutible y más para un equipo en clara reconstrucción y con tanto trabajo por hacer.
Por eso, gracias a esta decisión, en esta edición de Hard Knocks es probable que el golpe más duro se lo lleven los propios Dolphins. Porque la NFL no consiste en ser el más famoso, consiste en ser el mejor.