Dicen muchos que la vida de las personas se podría resumir en un sumatorio de recuerdos, que sin ellos muchas veces dicha vida no dejaría demasiada huella e incluso hasta podría carecer de sentido. Seguro que todos vosotros tenéis muchos momentos que recordar en vuestra vida, momentos que recordáis con cariño. Y de entre todos estos momentos, seguro que los hay de más especiales que el resto, vivencias que son totalmente inolvidables y que sobresalen de entre todos vuestros recuerdos. Cada uno tiene los suyos, cada uno ya sabrá cuales son y porqué son especiales para ellos, pero hay ciertos momentos que suelen ser inolvidables para todos. ¿Ejemplos de ello? Pues el día que recibimos un regalo que nos hacía mucha ilusión en Reyes, nuestro decimooctavo cumpleaños, el día que nuestro equipo ganó la competición deportiva más ansiada (dejo a vuestro criterio rellenar deporte y competición, que esto de ser exclusivista ya sabéis que no va conmigo), el día en que nos casamos, el día en que nació nuestro hijo o, y ahí es donde quiero ir, nuestra primera vez. Yo recuerdo mi primera vez como algo muy especial, algo que me gusta recordar de vez en cuando, y algo que quiero compartir hoy con todos vosotros. Mi primera vez fue en septiembre del año pasado, no tenía mucha experiencia en el tema, no sabía muy bien lo que me hacía y acabé tratando un poco mal a quien me acompañaba. Quizá es por eso, y también porque pese a no hacerlo del todo bien la primera vez siempre es especial, que guardo un cariño único hacia dicho recuerdo. Y quizá también por todo esto mi opinión hacia mi acompañante se ha ablandado ligeramente con el tiempo, minimizo e intento justificar todo lo que hace mal, ensalzo todo lo que hace de regular para arriba y tengo el deseo de que todo le vaya muy bien en su vida; de hecho podríamos decir que incluso ha ido creciendo en mí un cierto aprecio hacia esa persona. Ocurrió justo después de la primera jornada de la NFL de 2011, en esta web se inauguraba la sección de La Carnicería y yo tuve mi primera vez escribiendo un artículo que llevaba por título «Antonio Ramiro, un gran tipo».
Rajé de Tony Romo bastante, no lo voy a negar porque entre otras cosas es algo bastante fácil de comprobar si se pincha en el enlace puesto anteriormente, con lo cual mi opinión acerca del jugador creo que queda más que patente pero todo tiene un momento y, especialmente, todo tiene un límite. Y durante el partido que los Cowboys jugaron ante los Giants el domingo pasado muchas de las críticas fueron precipitadas y, especialmente, se pasaron de la raya. Que después de un partido entero la gente quiera criticar la actuación de un quarterback es totalmente comprensible y de hecho, aunque no lo comparto, entiendo que la gente criticara a Romo después de su mala actuación ante los Bears (especialmente a nivel estadístico). Pero cuando la gente abre la boca en medio de un partido para soltar toda la bilis encima de un jugador determinado corre el riesgo de tenerse que comer sus propias palabras. Es cierto que Romo empezó el partido de forma desastrosa: una intercepción en la que se te anticipa el safety es algo que puede pasar, una segunda intercepción en la que un pase largo se te va un poco hacia un lado también puede pasar aunque empieza a ser un poco preocupante pero una tercera intercepción en la que no sólo te cazan un screen sino que encima te lo retornan para touchdown es como para irse al banquillo por voluntad propia, por muy jugadón defensivo que sea la acción. Pero Tony Romo no se fue al banquillo, ni tan siquiera se le pasó por la cabeza. Porque Romo no es del tipo de jugadores que buscan excusas cuando juega mal, es del tipo de jugadores que tiene tan trabajado el aspecto psicológico del juego que es capaz de dejar atrás sus errores, coger el toro por los cuernos y tirar para adelante. Así pues, a partir de ese momento Romo se transformó en otro jugador distinto. Pasó de tirar intercepciones a liderar drives largos que acababan en touchdown, pasó de ejecutar playactions lamentables como el de su primera intercepción a ejecutar playactions maravillosos como el de su touchdown de carrera, pasó de ser el jugador que provocó que los Cowboys fueron perdiendo a ser el jugador que iba a hacer que los Cowboys ganaran. Y si fuera por él lo habrían conseguido. Faltando 16 segundos para terminar el partido, Romo puso un balón largo perfecto en las manos de Dez Bryant, éste lo atrapó por encima de dos defensores pero con tan mala suerte que una parte de sus dedos cayó fuera de la end zone al poner la mano en el suelo para amortiguar la caída. Una verdadera pena porque los Cowboys, y especialmente Tony Romo, merecían ganar ese partido. Por no hablar de lo bien que les hubiera ido ganarlo, ya no sólo por el subidón moral de ganar un partido que estaba prácticamente perdido sino también por las repercusiones que podía dejar esa victoria en los Giants tanto a nivel psicológico como a nivel de clasificación en la NFC Este. Pero es que en el otro lado tenían a los New York Giants, un equipo que suele contar con un halo mágico de chiripa que les protege cuando las cosas no les van tan bien como desearían y que, una vez más, ganó el partido más por errores y mala suerte del rival que por méritos propios. Sí, me repito más que el ajo con esta teoría, pero es que cada semana que pasa los Giants crean un nuevo ejemplo que la confirman.
Pero volviendo al tema que nos ocupa, sé que lo que voy a decir puede como mínimo causar controversia pero es que así lo siento. Para mí, Tony Romo fue el mejor sobre el campo el domingo. El esfuerzo del front seven parando a un señor ataque de carrera como el de los Giants durante buena parte del partido fue encomiable, un front seven que recordemos que estuvo sin el lesionado Sean Lee. La actuación de Brandon Carr y Morris Claiborne secando a la que probablemente es la mejor pareja de receptores en la actualidad (Hakeem Nicks y Victor Cruz) fue tan sorprendente como extraordinaria. Jason Witten tuvo el mejor partido de la historia de la NFL para un tight end con, atención al dato que es como para caerse de culo, 18 recepciones para 167 yardas. Pero que Romo se cargara el equipo a las espaldas y diera tal recital de juego después de ser él el máximo culpable del 23-0 que reflejaba el marcador, denota una fortaleza mental al alcance de muy pocos. Porque en esta liga hay mucha gente capaz de lanzar un pase, de correr con el balón o de recibirlo, pero hay muy poca gente que tras un error de magnitud tan grande sepa no sólo recomponerse a nivel psicológico sino erigirse como el líder del equipo y llevarlo a nada y menos de remontar el partido. Y esa capacidad es precisamente uno de los mayores aspectos que diferencian a los atletas de los jugadores de football.
Y es que ya lo dije en su momento, Antonio Ramiro es un gran tipo. Tendrá días mejores y días peores, y de hecho cuando tiene el día desastroso en serio que es de los quarterbacks que más estupor causan en sus lanzamientos, pero la exhibición de intangibles que hizo en este último partido demuestran que, aunque pueda estar más o menos acertado, es un jugador como la copa de un pino. Y después de este último partido queda claro que muchos tendrán que pensárselo dos veces antes de ponerle a caer de un burro si no quieren que sus comentarios jocosos luego se giren en su contra.