Creo que a estas alturas de semana todos sabemos que Patriots, Seahawks, Packers y Colts ganaron sus partidos de Playoffs y se clasificaron para sus respectivas finales de conferencia. Y también creo que, a la vez, todo eso casi que a día de hoy da lo mismo. Obviamente será relevante el próximo fin de semana, cuando se disputen las finales de conferencia que se han derivado de estos resultados, pero ahora mismo hay cosas más urgentes que tratar. Y es que desde que terminó el último partido de la ronda de finales de división todos también tenemos muy claro que este fin de semana ha habido un protagonista principal que ha focalizado la atención de absolutamente todo lo que rodea la NFL. Un protagonista del que, por lo tanto, hay que hablar sí o sí: esta semana resulta inevitable hablar de Peyton Manning y su estrepitoso fracaso ante los Colts. Porque sí, lo que vimos en el Mile High el pasado domingo es un fracaso de Manning en toda regla. Se podría decir que el enésimo, que son ya 9 veces las que el equipo de Manning ha sido eliminado de Playoffs a las primeras de cambio (por 3 apariciones en la Super Bowl, como proporción no está nada mal), pero todos sabemos que este fracaso es especial. Básicamente porque podría ser el último.
Muchos podéis pensar que hoy es un día feliz para mí. Y sí, a pesar de que ver a un jugador de este calibre arrastrarse de esta forma por un campo de football tampoco puede ser algo totalmente agradable, no voy a negar que un poco contento sí que estoy porque siempre es más satisfactorio tener razón que tener que comerte tus propias palabras. Me explicaré. Los que me vayáis leyendo desde hace tiempo sabréis mi opinión sobre Peyton Manning, pero sino os hago un pequeño resumen: desde que fichó por los Broncos vengo diciendo que Manning es un extraordinario jugador a la hora de analizar a las defensas rivales pero que su fuerza de brazo deja mucho que desear porque nunca se recuperó al 100% de su lesión en el cuello. Como consecuencia de esta combinación de mucha cabeza y poco brazo, su gran rendimiento en Denver ha sido posible gracias a un extraordinario sistema ofensivo en el que se aprovechaban sus cualidades de lectura y decisión y se minimizaban los aspectos físicos del juego, como por ejemplo lanzar fuerte o lanzar largo. Aunque los síntomas estuvieron siempre ahí (toda esa historia de lanzar patos reconocida por el propio Manning, por ejemplo) no ha sido hasta estas últimas semanas que estos problemas se han hecho más que evidentes, con partidos más propios de medianías como Kyle Orton que de un mito como Manning y con actuaciones que le han costado algún que otro récord como por ejemplo el de partidos consecutivos lanzando almenos un touchdown. ¿Y cómo ha acabado todo esto? Pues como tenía que acabar, con un descalabro mayúsculo en Playoffs donde sus problemas físicos se han juntado con la inseguridad que ha tenido en postemporada durante toda su carrera.
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Pero a ver, un momento, si miramos las estadísticas Manning hizo 26/46, 211 yardas y 1 TD (sin intercepciones), esto no debería ser un descalabro mayúsculo ¿no? En el caso de Peyton Manning sí lo es. A nivel de yardas y anotación, estas son estadísticas propias de quarterbacks gestores del balón, quarterbacks secundarios en su ataque de esos que comúnmente se suele decir que no te ganan el partido pero tampoco te lo pierden, jugadores que simplemente se limitan a dar handoffs al corredor y pasar de vez en cuando para aprovechar la atención del juego de carrera. Pero a nivel de intentos de pase sí que encontramos un número bastante razonable para un quarterback estrella como lo que se supone que es Manning, ya no sólo a nivel absoluto sino porque representa más del doble del número de intentos de carrera. Y si sumamos ambas cosas, ¿qué tenemos? Pues tenemos que Peyton Manning necesitó un número bastante alto de intentos de pase para conseguir unas estadísticas bastante mediocres, algo que nos da promedios tan fantásticos como 8,1 yardas por pase completado o 4,6 yardas por pase intentado, un promedio que por cierto no es demasiado superior a las 4,4 yardas por carrera de CJ Anderson. Unos números de escándalo, vamos. O enfocándolo de otra manera, Manning dispuso de un playcalling para ganar el partido (probablemente hasta cierto punto generado por él) pero lo único a lo que llegó es a no perderlo. Porque sí, en ningún caso se puede decir que Manning perdiera el partido, pero el hecho de que a su vez estuviera a años luz de ganarlo es lo que verdaderamente representa un fracaso para un quarterback como Manning.
Pero siendo sinceros, es que se veía venir. Ya desde las últimas semanas estaba dando la sensación de que si los Broncos llegaban a hacer algo grande esta temporada no iba a ser gracias a Manning sacándosela y arrastrándola por el campo sino gracias a un esfuerzo de equipo global que no sólo diera la talla sino que además compensara las deficiencias de su quarterback. Pero el equipo en global tampoco estuvo extremadamente fino y las cosas fueron como fueron. Y la verdad, aunque parezca increíble porque estamos hablando de uno de los mejores quarterbacks de la historia de la NFL, su final de temporada en el fondo era inevitable. Quizá no aquí y ahora, pero tarde o temprano tenía que llegar un momento en el que todo se derrumbara como un castillo de naipes, y es que cuando la base de este castillo es inestable el derrumbe es ciertamente inevitable. Obviamente hay muchos más factores que entran en juego aquí pero el buen rendimiento de un jugador de football, y más especialmente de un quarterback, se fundamenta en tres pilares principales: conocimiento del juego, técnica individual y capacidad física. Y los buenos quarterbacks son los que saben encontrar un buen equilibrio entre las tres facetas.
Por ejemplo, se puede tener una técnica refinadísima y un brazo capaz de lanzar a 80 yardas pero si la lanzas a triples coberturas porque no tienes ni idea de leer probablemente no vayas a llegar muy lejos; se puede saber donde lanzar y tener la capacidad física para hacerlo a la perfección en cada momento pero si tienes un juego de pies deleznable (por poner un ejemplo) la precisión del lanzamiento puede ser tan lamentable que el balón vaya a metros de donde tú tenías clarísimo que tenía que ir; y por último, se puede diseccionar la defensa rival y tener una técnica depurada pero si las fuerzas no te llegan hay pases que simplemente no puedes hacerlos con garantías. Eso último es lo que le ha estado pasando a Peyton Manning. O incluso un pelín peor porque en ocasiones para compensar su falta de fuerza se olvidaba un poquito de la técnica. Pero la gracia de este Peyton Manning en los Broncos es que como va sobradísimo de conocimiento del juego, de lectura de defensas y de capacidad para poner la jugada del revés en la línea de scrimmage en función de lo que ve, se ha podido montar un ataque en el que sus carencias en el aspecto físico del juego no se notaran demasiado. De esta manera, con un pilar que tenía diámetro para compensar los otros dos juntos, Manning ha maravillado al personal durante estas temporadas gracias a los ya clásicos pick plays, screens, rutas cruzadas cercanas a pocas yardas y demás pases cortos que no requieren demasiada velocidad de lanzamiento. Jugadas que además, gracias tanto al diseño de la jugada como a la habilidad del receptor, muchas veces iban acompañadas de yardas después de la recepción, algo que convertía al ataque de los Broncos en el más explosivo de la liga e indirectamente engrosaba los números de Manning.
Sobre el papel todo era fantástico y las alabanzas a Manning han sido extremadamente numerosas, pero ¿qué ha acabado pasando? Pues que el pilar del conocimiento no podía hacer el trabajo de los tres durante mucho tiempo. Por lo tanto, a medida que este gameplan se fue haciendo más evidente las defensas han empezado a acumular más gente cerca de la línea y a trabajar mejor los ángulos para placar a sus rivales para minimizar esas yardas después de la recepción con las que los Broncos tanto daño hacían. Y si eso significaba dejar al descubierto la parte profunda del campo, pues no pasaba nada porque Manning era complicado que lanzara ahí. Seattle le hizo algo así en la pasada Super Bowl, New England se lo hizo en el partido de temporada regular y, obviamente, Indianapolis también siguió este patrón de juego en el partido del pasado domingo. ¿Resultado? Que Peyton Manning no fue el Peyton Manning «de siempre» sino que más bien fue un quarterback normalito, estilo Kyle Orton. Y lo peor no fue eso, lo peor es que por primera vez vimos a un Manning frustrado con esta situación, su cuerpo ya no le dejaba hacer lo que sabía que tenía que hacer y no podía hacer nada para remediarlo. Lo vimos de forma clarísima durante el segundo cuarto, cuando Manning se empeñó en buscar insistentemente balones largos. Tenía que hacerlo por sus cojones, el pase que tenía que dar según la disposición defensiva era ese y lo intentó una y otra vez llegando a unos niveles de desesperación nunca vistos en él. Hasta un total de 6 veces intentó pasar en largo durante el segundo cuarto prácticamente de forma consecutiva (hay varias carreras, pero entre los intentos de pase sólo hay un drop de Demaryius Thomas en una screen entre medio). Todos fueron overthrows. Todos. Sin excepción. Y podría haber lanzado seis más que seguramente el resultado habría sido el mismo. Porque, aunque en su cabeza la jugada era ideal, ya no podía hacer ese pase. Al tener que poner más esfuerzo de la cuenta para llegar lejos la precisión se resentía y los pases no iban exactamente donde tenían que ir. A Manning le habían cerrado la zona corta y era incapaz de pasar en largo. Game over.
Entonces lo que hay que preguntarse es: ¿y ahora qué? Viendo su paupérrimo rendimiento este pasado fin de semana, ¿va a volver Peyton Manning a los Broncos para una nueva temporada o se va a retirar? Si fuera por el orgullo del propio jugador la lógica dictaría que Manning querría volver aunque fuera simplemente para borrar la horrible imagen dada en este último partido, y de hecho sería realmente triste que una carrera tan brillante acabara con tan mala nota. ¿Pero hay alguna garantía de que si Manning vuelve la temporada que viene va a ser para jugar mejor? Para nada. De hecho, más bien lo contrario. A lo único realmente positivo que se puede agarrar la gente para confiar en eso es que Manning ha jugado el último mes con una lesión en una pierna que le ha limitado aún más de lo que ya lo estaba y, por supuesto, una lesión que debería estar curada para el próximo septiembre. Pero en cualquier otro aspecto las cosas no juegan a favor de Manning. Primero está él mismo, la temporada que viene Manning será un año más viejo, con todas las desventajas que eso comporta a nivel físico (no sólo el desgaste propio de los patidos sino también todo el extenuante proceso de pretemporada), y además los rivales habrán tenido más tiempo para estudiar su sistema ofensivo y plantearle más problemas. Pero si aún así Manning decide que puede con todo y acaba volviendo para una nueva temporada, sus retos individuales no serán lo único que tendrá que afrontar para quitarse el mal sabor de boca de ese último partido. Básicamente porque probablemente si vuelve en 2015 se encontrará con un equipo peor del que ha tenido este año. Para empezar, teniendo en cuenta el despido de John Fox y las más que posibles marchas tanto de Adam Gase como de Jack del Rio (coordinadores ofensivo y defensivo respectivamente), los Broncos van a tener un equipo de entrenadores totalmente renovado para el año que viene. ¿Eso significa que necesariamente vaya a ser peor? No, en absoluto, quizá el nuevo coaching staff mejore lo que ya había pero lo que es seguro es que Manning, a sus 39 años de edad, tendría que acostumbrarse a una nueva manera de trabajar y, dependiendo de la ascendencia que tenga sobre el nuevo ataque, quizá hasta tendría aprenderse un nuevo playbook. Un esfuerzo adicional que vete a saber si merece la pena para simplemente retirarse con una mejor imagen. Pero aún así lo de los entrenadores es casi lo de menos, porque lo realmente preocupante de cara a la temporada que viene es la configuración de la plantilla, y especialmente del ataque que él encabeza. Desde que Manning aterrizó en Denver que todo el mundo, incluído John Elway, sabíamos que éste era un proyecto a corto plazo. Por lo tanto, después de tres años de quedarse cortos de su gran objetivo de ganar la Super Bowl, los Broncos echaron la casa por la ventana durante esta offseason para tratar de ganar el anillo este año. DeMarcus Ware, TJ Ward y Aqib Talib (entre otros) llegaron para reforzar una defensa que complementara al ataque espectacular comandado por Peyton Manning. Aunque la Super Bowl ante Seattle no la perdieron precisamente por culpa de la defensa, pero bueno, el caso es que los Broncos hicieron una inversión muy fuerte para tratar de tener un equipo altamente competitivo. ¿Y qué pasa ahora? Pues que en buena parte debido a la gran suma de dinero invertido en esta pasada agencia libre los Broncos están bastante justos en el salary cap, lo que hace que afrontar las renovaciones de Demaryius Thomas y Julius Thomas (las que probablemente son las dos piezas más importantes en este ataque) sea extremadamente complicado. Ya no estoy hablando de la renovación de Wes Welker, a quien el paso del tiempo y la acumulación de rutas cruzadas ha convertido en un jugador un tanto más normalito y por lo tanto prescindible para Denver, estamos hablando del segundo receptor de la liga en yardas de recepción y del tight end con más recepciones de touchdown de la NFL (empatado con Antonio Gates y Rob Gronkowski). No es que sean sólo los dos mejores aliados para Manning y su ataque, es que son dos jugadores como la copa de un pino que probablemente podrían rendir al máximo nivel en casi cualquier equipo. ¿Podría subsistir Peyton Manning con un ataque al que parece que algunos ya le han pillado el truco y que, además, tenga que recortar en talento porque en Denver no pueden permitirse pagarlo? A mí me da que ni de chiste. Por lo tanto, a no ser que Elway consiga reestructurar contratos, cortar hasta al tío que vende los nachos con queso, hacer algunos juegos de malabares financieros más y así acabe logrando renovar tanto a Demaryius como a Julius Thomas, el ataque de 2015 será netamente inferior al de este año. Y eso pone seriamente en duda si Peyton Manning podría quitarse la espinita de este partido ante los Colts con una buena temporada, porque el panorama que se genera entre su falta de condiciones físicas y la probable disminución de talento a su alrededor no invita demasiado al optimismo.
152 yards in a passing game? Come on Peyton pic.twitter.com/hIJsw3lNYs — Faux John Madden (@FauxJohnMadden) enero 12, 2015
Lo cual nos devuelve al principio, al mensaje realmente relevante de todo esto: esta derrota ante los Colts es un fracaso en toda regla, por parte de los Broncos pero especialmente por parte de Peyton Manning. La gerencia, sabiendo que la ventana para conseguir estaba cerrándose a pasos agigantados, lo apostó prácticamente todo a esta temporada, y gracias especialmente a que el ataque de los récords se ha deshinchado progresivamente hasta llegar al desastre del domingo, el objetivo de ganar la Super Bowl ha quedado extraordinariamente lejos. Ahora, para 2015, se tienen que dar un montón de condicionantes (y todos ellos relativamente improbables) para que Denver vuelva a estar en una buena posición para optar al anillo. Y una vez en esa posición habría que pelearlo con los Seahawks, Ravens, Patriots y demás equipos que no sólo gozan de mejor salud sino que además ya se han cruzado en el camino de Denver en los últimos años. Demasiado complicado. Sintiéndolo mucho por sus fans, que han visto como el objetivo ha estado realmente cerca durante los últimos tres años, este equipo ya no es uno de los principales candidatos al anillo sino que es un equipo que va cuesta abajo. O dicho de otra manera, aunque entre Elway y Manning quieran estirar el chicle un poco más y seguir creyendo en este proyecto, la reconstrucción de este equipo es ya inevitable.