Tener éxito. Ganar muchos anillos. Realizar grandes partidos y actuaciones individuales. En definitiva, ser recordado como un gran jugador.
Éstos son algunos de los objetivos que cualquier jugador de la NFL tiene en su trayectoria dentro del football profesional. Lógicamente, dichos objetivos sólo son alcanzables por una relativa minoría de jugadores. Lo que está claro es que por la cabeza de ninguno de ellos pasa la idea de ser recordado por alguna actuación o jugada puntual desgraciada que suponga una mancha en su historial. A lo largo de toda la historia de la NFL existen jugadas que por su mala ejecución, su afectación en el resultado del partido o por algún que otro extraño motivo, serán recordadas de una forma negativa para los jugadores implicados. No hay ningún jugador que esté libre del peligro de tener esa mala suerte. A cualquiera le podría pasar. Lo que realmente es un infortunio es que esto te pueda suceder más de una vez. Y eso es, precisamente, lo que le ocurrió a Leon Lett.
Leon Lett fue uno de los miembros de la defensa de los Dallas Cowboys de la década de los 90. Su posición era la de defensive tackle. Consiguió tres anillos con aquel equipo que dominó la última década del siglo veinte y participó dos veces en el partido de la Pro Bowl. Jugó diez temporadas en Dallas y otra más en los Broncos. En líneas generales podríamos decir que tuvo una exitosa carrera a pesar de estar considerado como una de las estrellas históricas de la NFL. Sin embargo, Leon será recordado por dos jugadas desgraciadas que tuvo en el miso año. Jugadas de esas que hacen que el protagonista piense aquello de “tierra, trágame”.
La primera de ellas sucedió ni más ni menos que en una Super Bowl. Concretamente en la edición XXVII, disputada el 31 de enero de 1993 en Pasadena (California). Se enfrontaban los Dallas Cowboys y los Buffalo Bills. El resultado final (17-52) favorable a los Cowboys refleja el dominio de los de Dallas. En el último cuarto, con el partido ya totalmente decidido, los Bills tenían el balón en ataque. Realizaron el snap correctamente pero la presión de la defensa tejana finalizó en un sack al quarterback y un posterior fumble recuperado por Lett en la mitad de la cancha. Leon consiguió recorrer en solitario las cincuenta yardas que le separaban de la zona de anotación rival. El touchdown era inevitable. Sin embargo, a falta de diez yardas para la meta, Lett ralentizó el ritmo, miró hacia el marcador y abrió el brazo en el que tenía el balón preparándose para una inminente celebración. Era un éxito para un defensa como él poder anotar un touchdown ni más ni menos que en un Super Bowl, en un estadio abarrotado y con una audiencia televisiva estimada en unos noventa millones de espectadores. Con lo que no contaba nuestro protagonista era que por su espalda se acercaba peligrosamente Don Beebe, receptor de los Bills. Beebe logró acercarse tanto a Lett que puedo palmear el balón justo en la línea de anotación. Tras revisar la jugada, los árbitros decretaron touchback, con lo que la bola pasó a ser posesión de los Bills. Lo que podía haber sido una anotación y un éxito para Lett pasó a ser la jugada tonta del partido. De hecho tuvo mayor repercusión porque el mítico Ralph Wilson (fundador y propietario de la franquicia de Buffalo) se dirigió a Beebe en el vestuario una vez acabado el partido felicitándole y sintiéndose orgulloso por su esfuerzo en la jugada a pesar de que el partido ya estaba claramente perdido. Beebe era el héroe y Lett el villano.
Todo esto no hubiera ido más allá sino llega a ser porque, unos meses más tarde, Lett se volvió a ver entrometido en otra jugada calamitosa. Y esta vez, además, con resultado fatal para su equipo. El acontecimiento también era importante. Se trataba del partido del Dia de Acción de Gracias. Una fecha muy destacada en el calendario social y del football de los Estados Unidos. El partido enfrontaba a los Dallas Cowboys contra los Miami Dolphins. Era el 25 de noviembre de 1993. Las condiciones climáticas en Dallas eran muy adversas: nieve, hielo, frío y viento. A pocos segundos del final del tiempo reglamentario, el resultado era 14-13 favorable a los locales. Sin embargo la posesión era para los de Florida en la yarda 25 de los rivales. Iban a intentar un field goal para adelantarse y prácticamente finiquitar el encuentro. Era un intento más o menos asequible en condiciones normales. Sin embargo, bajo este clima y con el césped totalmente helado las posibilidades de conversión se reducían notablemente. Y así fue. La defensa de Dallas logró bloquear el lanzamiento de tal forma que el balón salió rebotado hacia la end zone pero claramente se frenaba antes de llegar a ella. El partido estaba ganado para los de Dallas. Simplemente había que dejar el balón donde estaba, sin tocarlo, mientras que en el reloj se consumían los últimos segundos. Todos los jugadores locales hacían señales para que nadie tocara el balón. Todo el mundo ya lo celebraba. En la banda Jerry Jones, el excéntrico propietario de los Cowboys, estaba exultante. Partido ganado. Pero…un momento. ¿Qué sucede?. Pues ni más ni menos que Leon Lett, sin saberse muy bien porqué, no hizo caso a las señales de sus compañeros y se lanzó a por el balón. Intentó atraparlo pero no lo consiguió ya que se le escapó y fue recuperado por los Dolphins. Tras momentos de incertidumbre, los árbitros decretaron un nuevo intento de field goal para los de Miami desde la yarda uno. Esta vez no fallaron y se llevaron el partido. La cara de James Johnson, el entrenador local, era un poema. No entendía qué había pasado. Lett huyó hacia el vestuario y se encerró en una sala. No quería ver a nadie. En el vestuario se oían ruidos, golpes, cascos volando. Rabia en general. Algunos compañeros como Michael Irvin y Nate Newton se acercaron a animarle. Lett declaró, con el paso del tiempo, que esas palabras y ánimos significaron mucho para él.
Actualmente, Leon Lett es entrenador asistente de la línea defensiva de los Cowboys. Su responsabilidad es entrenar a los jugadores de la línea y, entre otras cosas, intentar que no cometan sus mismos errores. Esos errores que manchan una carrera deportiva.