Joe Montana, quarterback de San Francisco 49ers desde 1979 hasta 1992 y una temporada con Kansas City Chiefs (1993-1994). Cuatro veces ganador de la Super Bowl, tres veces MVP de tal partido, dos veces jugador más valioso de la NFL, ocho Pro Bowls, más de 40.000 yardas de pase lanzadas y un rating de carrera de 92.3. Una leyenda. Pero los días de Montana acabaron ya hace quince años, desde entonces se ha dedicado a su legado, sus hijos Nate y Nick que están empezando a construir sus carreras como jugadores en la universidad.
Joe Montana da la vida por el desarrollo «footballístico» de sus hijos hasta el punto de tener que mudarse de casa dos veces en los últimos dos años. En verano de 2008, él y su esposa dejaron Napa, California, para moverse a un suburbio al norte de Los Ángeles para que su hijo Nick fuera al instituto Oaks Christian y pudiera desarrollarse bajo las órdenes del entrenador privado de la familia, Steve Clarkson. El sacrificio parece que tuvo su recompensa porque, después de graduarse en verano de 2009, el pequeño de los Montana se comprometió por la Universidad de Washington pese a tener ofertas de Alabama, LSU o Ohio State. «Quería que tuviera la mayor cantidad de becas y oportunidades posibles y eso no hubiera ocurrido en el norte del estado«, comentó el padre.
El hijo mayor, Nate, se graduó también en un instituto de California para mudarse posteriormente al otro lado del país, a la Universidad de Notre Dame. Tras se transferido temporalmente para adquirir más experiencia a Pasadena City College, el mayor de los Montana ha vuelto a Notre Dame este año bajo las ordenes del nuevo entrenador de los Irish, Brian Kelly. «Creo que ganó un poco de experiencia pero no tanto como él quería. Lo importante es que consiguió más fuerza mental«, dice Montana padre. Joe siempre ha afirmado que nunca presionó a Nate para que fuera a Notre Dame, alma máter de la familia; él jugó en esa universidad hasta 1979 y sus otras dos hijas se han graduado en la institución de Indiana.
Según el mítico jugador de los 49ers es una buena época para su hijo mayor, con Jimmy Clausen recién salido hacia la NFL, el pasador que se presume como titular, Dayne Crist, sin estar al 100% por una lesión de rodilla el año pasado y el otro quarterback, Tommy Rees, viniendo de otra universidad (Illinois). Aunque los números en college de Nate no son muy impactantes hay que resaltar que hasta su último año de high school no se dedicó por completo al football ya que practicaba también baloncesto. En el partido de Spring Game, Crist hizo 20 de 31 en pases con un touchdown y dos intercepciones y Montana lanzó para 223 yardas y tres touchdowns.
Montana habla con precaución sobre el futuro de sus hijos. Cree que pueden ser este año unos buenos segundos quarterbacks si juegan bien en primavera y planea ir tanto a los partidos de Notre Dame como los de Washington. Reconoce que nunca presionó a sus hijos para que jugaran al football, algo que su mujer Jennifer nunca quiso: «sufre bastante. Siempre les dice, ¿queréis acabar andando como vuestro padre?» Montana lidió siempre con lesiones hasta el final de su carrera. «Mis padres no querían que jugaramos deportes de contacto«, reconoce Nick, que era el quarterback número 1 en su instituto en un equipo donde su suplente era el hijo de Wayne Gretzky, el mejor jugador de hockey de todos los tiempos, y uno de sus receptores el hijo del actor Will Smith. «Es más duro verles jugar que tú hacerlo en un partido«, afirma Joe.