A menudo hablamos del deporte americano como un modelo a seguir. De hecho, esta misma web parte como una forma de culto a todo lo que lo rodea. En Sportsmadeinusa.com se pueden encontrar desde los mejores artículos de sabermetrics en español, hasta historias legendarias que casi nadie conoce. Pero, ¿qué hay de una visión desde dentro de todo eso que alabamos? Eso es lo que voy a intentar aportar hoy con este artículo dando una visión desde dentro del mundo de los College Sports.
Por suerte, durante este año estoy viviendo la experiencia de estudiar en una universidad americana. Digo por suerte, porque por si alguien lo desconoce hasta la universidad más mediocre de Estados Unidos cuesta un ojo de la cara (casi literalmente), así que aprovechar estas oportunidades de intercambio es algo que recomiendo a todo el mundo que esté leyendo y tenga la posibilidad. Estudios aparte, mi universidad, UIC (University of Illinois at Chicago) no es una UCLA, Ohio State, Duke ni nada por el estilo, de hecho somos el hermano pequeño de la Universidad de Illinois original (integrante fundador de la Big Ten). Aún así, el deporte es una parte habitual del día a día en la vida universitaria, algo con lo que ni había soñado cuando estudiaba en España.
En primer lugar aclaremos dudas, para todos los que se preguntan ¿pero es como en las películas? Pues la verdad… la mayoría sí. Existen las fraternidades, la gente pierde un poco la cabeza los viernes y si algún jugador conocido entra en una clase suele haber un momento de silencio mientras todas las cabezas se giran para mirarle y confirmar con el amigo de al lado: «ese juega en el equipo de baloncesto, ¿verdad?». Quitando lo ya conocido, hay muchísimas cosas en cuanto al deporte universitario se refiere que me han sorprendido y que son tanto interesantes como desconocidas.
Antes de entrar a comentar sobre los profesionales de la NCAA (irónicamente lo de profesionales, claro), dejadme contar algo. Tras unos meses por aquí, el deporte que más he disfrutado ha sido el deporte on-campus, esto es el deporte que todos los «mortales» tenemos acceso a practicar, aunque también es competitivo y, en ciertas universidades, de muy alto nivel. Gracias a esto he podido viajar por gran parte del midwest de Estados Unidos, participando en torneos con el equipo de tenis y teniendo el placer de jugar en universidades como la de Wisconsin o la de Illinois, mucho más grandes deportivamente. Existen un montón de deportes que tienen un club en los que también se viaja para competir y, si no, al menos se puede jugar en la universidad por un precio casi ridículo (con unas instalaciones tremendas).
Primeros días
Entonces, empecemos por el principio: Agosto del verano pasado, sin llevar ni diez días aquí me invitan a ir al partido de fútbol (era el season opener). Bien como era de esperar, gradas vacías, los jugadores directamente hablaban entre sí en español, ah y en el minuto 90 suena una bocina y acaba el partido, ya puedes estar corriendo solo a la portería que te aguantas. Confirmamos que estoy en Estados Unidos.
Otra de las primeras cosas que hice fue visitar el Curtis Granderson Stadium, ya que está muy cerca de mi residencia. Era un clásico día de verano, mucho sol y poco que hacer, perfecto para jugar al béisbol (una pena que la temporada universitaria acabe en junio). El estadio es bastante básico unas pocas gradas en el home plate (dudo que llegen a 1.000 asientos) y un outfield muy abierto. Eso sí, el campo era precioso, perfectamente cuidado y pintado, con el skyline de Chicago de fondo. Desde el día que hice estas fotos llevo esperando a poder ver un partido ahí.
La locura del football
Tras unos meses de adaptación, un fin de semana de octubre viajé con el equipo de tenis a la Universidad de Illinois. Llegamos al alojamiento, un motel de… digamos calidad mala tirando a horrible y a unos 25 minutos de la universidad. Le pregunté al capitán del equipo que si no había nada mejor y claro me sorprendí bastante cuando me explicó que cualquier hotel mejor o más cerca se iba al menos a $500 por habitación y noche. Resulta que ese viernes había un Illinois-Nebraska de football (un partido bastante normalillo de college football pese a ser la Big Ten) y los fans de Nebraska habían llenado la ciudad prácticamente. Ahí me puse a pensar en cuánto puede costar un hotel antes de un Ohio State-Michigan y no quise ni investigarlo por el susto que venía.
Más tarde, ese mismo fin de semana, mientras competíamos en el torneo de tenis, estaba paseando por las instalaciones y ahí estaba en las vitrinas,el trofeo de campeones de NCAA, exactamente el mismo que todos hemos visto entregar en cualquiera de las categorías deportivas de los college sports. Me quedé admirándolo cinco minutos y saqué alguna foto claro (perdón por la calidad…).
Winter is coming
Unas semanas después, ya en noviembre, llegó uno de los días que más esperaba, el home opener del equipo de baloncesto. Toda la semana posters por el campus, e-mails, publicidad en los comedores, etc. Antes del partido había el clásico “tailgate” americano, traducido al español: comida mala, normalmente barbacoa, y toneladas de cerveza en el parking del estadio. Pero claro, complicaciones del directo, el día anterior había nevado, porque por si alguien no lo sabe en Chicago hace frío, mucho, y estábamos a -10ºC. Aun así muchos aguantamos esas dos horas, gracias a hogueras, cerveza y sobre todo la motivación de perritos calientes gratis.
El estadio no estaba lleno pero había más gente la que esperaba (unos 2.000 calculo). El partido fue lo habitual de cualquier deporte americano, el himno, las cheerleaders y animación constante. Pero fue sorprendente ver jugando a un nivel de baloncesto tan alto a los mismos que habíamos visto la noche anterior cenando en el comedor en la mesa de al lado. Creo que ahí entendí a la perfección por qué el deporte universitario es mucho más apasionante que cualquier deporte profesional.
De nuevo, otro viaje, esta vez a Madison, Universidad de Wisconsin. Tras hacer nuestra parte con el equipo de tenis, la noche del sábado salimos a conocer la zona. Recuerdo que por esas fechas el college football estaba a punto de terminar y Wisconsin seguía invicto, en camino a la temporada perfecta y entrar de cabeza a los Playoffs.
Por supuesto, todo el mundo (más o menos seguidor) vestía orgulloso su gear de los Badgers, fuese gorra, camiseta o calcetines, así que me surgió la curiosidad y empecé a preguntar a estudiantes de allí cómo eran los partidos. Me explicaron que durante las 6-8 semanas que hay partido en el campus se cierran todas las instalaciones de otros deportes. Todos los partidos en Wisconsin se juegan a las 11 de la mañana (salvo algún caso de retransmisión nacional) para darle el mínimo tiempo posible a los estudiantes para, bueno… quemar el campus entero básicamente, porque si los Badgers juegan en casa, ese sábado no hay ninguna otra cosa que hacer en todo el día, antes o después del partido. En fin, la locura misma.
Durante todo este tiempo la temporada de baloncesto continuaba, con más o menos afluencia dependiendo del partido, día y hora. Las expectativas en el equipo no son altas la verdad, la única posibilidad real de entrar en el bracket del March Madness era que ganasen el torneo de conferencia (por desgracia cayeron en cuartos de final). Pero para mí, el hecho de poder llamar a un par de amigos e ir a ver baloncesto de nivel casi profesional gratis es suficiente incentivo para disfrutar como un niño pequeño.
Vuelve el buen tiempo… desenterrad los bates
Por fin, hace tan solo unos pocos días entramos en marzo, y con ello las temperaturas han mejorado bastante. Lo mejor de la primavera sin duda es el béisbol, tras 4-5 meses sin acción por fin tenemos los primeros partidos de pretemporada de la NCAA ya directamente con partidos de regular season. Pero antes cerremos el capítulo de deportes de invierno.
Si por algo es conocido marzo es por la locura. Este año no podría ser menos y nos acompañó un excelente torneo de la NCAAB. La mayor historia de cinderella en este caso me tocó de cerca ya que no fue otra que la de Loyola-Chicago, llegando a la Final Four siendo un #11 seed en el torneo, algo estadísticamente muy improbable. Recuerdo el primer partido contra la Universidad de Miami, era sobre las 3 de la tarde y estando en clase todo el mundo tenía el ordenador abierto con el video del partido en directo. Cuando Loyola anotó el buzzer-beater para ganar toda la clase hizó un movimiento contenido (para evitar que la profesora se oliese la tostada) como diciéndonos unos a otros «WOW ¿lo has visto?».
El segundo partido se jugó el sábado, casualmente coincidiendo con el día de San Patricio, así que vi el partido en un pub irlandés justo en la esquina debajo del Wrigley Field. En este caso, ni había profesora, ni probablemente gente sobria (las Bud Lights verdes se vendían a un ritmo descontrolado) así que podéis imaginar la explosión de aquel bar cuando Loyola ganó el partido con otro buzzer-beater para pasar al Sweet Sixteen. Por desgracia, el resto de partidos no los pude ver en Chicago porque viajé, pero me bastó ver fotos de amigos de Loyola para hacerme una idea de lo que debió ser el campus el día que pasaron a la Final Four.
Invierno 2.0
Como he comentado, ya bien entrados en abril, primavera, béisbol, sol, buen tiempo… o eso tenía yo pensado. Resulta que Chicago tenía otros planes y ha querido deleitarme con una remasterización del invierno, nevadas en pleno abril y temperaturas negativas todos los días. En resumen, toda la ilusión con la que colgué en mi pared un calendario del equipo de beisbol se ha ido diluyendo y ahora tengo la esperanza de poder ver algún partido en condiciones antes de que acabe.
Ya estamos casi a mitad de temporada regular y calculo que de los 15 partidos que se deberían haber jugado en casa probablemente la mitad han sido cancelados o movidos a otros días. Los que se han jugado ha sido con viento y frío, inviable estar en las gradas.
Y hasta aquí puedo contar, como se suele decir, estas son las historias o anécdotas que he considerado interesantes respecto a mi experiencia con el deporte universitario en este año.