A todos los aficionados al béisbol nos ha ocurrido. Estando con amigos o familiares hemos sacado el teléfono del bolsillo para ver cómo va nuestro equipo favorito. Entonces llegan las preguntas de rigor. ¿Cómo que estás viendo cómo van los (incluye aquí el nombre de tu equipo)? ¿Pero no jugaron ayer? Y es que ese es uno de los extraños encantos del béisbol. 162 partidos de temporada regular, equipos que tienen un día libre cada dos semanas. Por extraño que pueda parecer a los ajenos a la pelota y el bate, ninguno de esos encuentros sobra. Y es que cuando a falta de un mes parece que ya está todo el pescado vendido y que una franquicia ha ganado ya su división, una mala racha o una buena del rival, pueden significar una remontada de esas históricas que tanto nos gustan a los aficionados. De esas que llenan las noticias, Twitter y otras redes sociales y nos inspiran.
No, esta no es una crónica de cómo los Angels remontaron en la AL Oeste y los A’s se hundieron hasta casi quedar fuera de los Playoffs. No lo es porque ésta es una historia que incluye la otra cosa que más gusta a los aficionados de cualquier deporte. Incluye a un underdog. Un equipo con el que no contaba nadie y que de repente es capaz de imponerse a todos para llegar al objetivo final: hacerse con el título. Vamos a ir hacia atrás hasta 1969 para hablar de los Amazin’, a los que también se conoció como los «Miracle Mets».
Avisados quedáis, soy un fanático de los Mets. Si al acabar de leer el artículo os sentís como si acabáseis de ver una de esas películas de Disney, donde el equipo pequeño siempre gana, no lo puedo evitar, son mis Mets.
La temporada de 1969 fue especial en general para las Ligas Mayores. El año anterior, que ha quedado en la historia con el nombre de «Year of the Pitcher«, fue uno de los más difíciles y que mas repercusiones ha generado en la historia de la MLB. Los ataques habían desaparecido y los lanzadores eran los dueños y señores del juego. Las estadísticas de estos últimos eran las mejores de la historia, pero las ofensivas desaparecieron hasta límites desconocidos desde la Deadball Era (¿os recuerda a algo?). Ante la bajada de asistencia a los estadios, los propietarios y el comisionado se sentaron y decidieron tomar medidas importantes: Reducir la zona de strike y, más significativo, decidieron reducir la altura del montículo de 15 pulgadas a 10 para dificultar las cosas a los pitchers. Otro cambio importante fue que la MLB se amplió en cuatro equipos y para acomodar mejor tanta franquicia. Ambas Ligas se organizaron en divisiones por primera vez en la historia, lo que supuso la creación de una ronda de postemporada previa a las World Series, en lo que supuso el primer paso para la aparición de los Playoffs modernos. Como curiosidad, el logo de la MLB que todos conocemos se utilizo por primera vez este año.
Lovable Losers
Para los Mets 1969 no pintaba como un año especial. El equipo disputó su primera temporada en 1962 con una plantilla compuesta por jugadores que habían seleccionado en un draft de expansión en el que el resto de las franquicias pudo proteger a casi todos sus mejores jugadores. Además, la gerencia decidió seleccionar a antiguas estrellas en horas bajas. El resultado no pudo ser peor. Un balance de 40-120, el peor de la historia de la MLB y un mote: «lovable losers» o los adorables perdedores. Los jugadores no bateaban, los pitchers no eliminaban a nadie, cada partido se perdía de una manera aún más extraña que el anterior. Parecía que nadie sabía jugar a este deporte.
Las cosas no mejoraron mucho durante la década. Hasta 1966 no bajaron de 100 derrotas y hasta 1968 no pasaron de las 66 victorias, cuando consiguieron su mejor record: 73-89. Y, como decía, no parecía que las cosas fuesen a cambiar en 1969. Algunos periodistas les colocaban últimos en la NL Este, por detrás incluso de los recién creados Montreal Expos.
De hecho, los de Nueva York perdieron el primer partido de la temporada ante los canadienses y el 27 de mayo tenían un record de 18-23, lo que confirmaba las pocas expectativas. Sin embargo, las cosas empezaron a cambiar. Los Mets ganaron 11 partidos consecutivos y, por primera vez en la historia de la franquicia, la gerencia dió un voto de confianza al equipo y el 15 de junio hizo un traspaso con los Expos para traer al jugador que faltaba en la plantilla y que sería clave en los próximos meses, el first baseman Donn Clendenon. No obstante, los resultados no fueron inmediatos y el 15 de agosto los neoyorkinos seguían a 9,5 partidos de los líderes de división, los Chicago Cubs.
La remontada
A partir de este momento una remontada para la historia. Los Mets ganaron 38 de sus últimos 49 partidos (incluyendo dos rachas de seis victorias consecutivas y una de 10). Mientras tanto, los de Illinois aportaron su granito de arena al entrar en una de las mayores debacles de la historia del béisbol. Con un balance de 9-8 el resto del mes, los Cubs habían reducido su ventaja a tan sólo 4,5 partidos el 31 de agosto.
Septiembre comenzó con los del North Side aún sumidos en su debacle, pero, aún así, tenían una ventaja de 2,5 partidos cuando llegaron al Shea Stadium para una serie de dos partidos ante los imparables Mets. Esta corta serie iba a marcar el devenir de la divisón. Si los Cubs podían barrer los dos partidos, mandarían un claro mensaje de que no iban a dejar escapar facilmente el título y, si ocurría lo contrario los neoyorquinos, iban a empatar prácticamente como líderes y darían un importante golpe moral. Al final los de Chicago fueron incapaces de cambiar su mala racha ante los de Queens y con sendas victorias por 2-3 y 7-1 los Mets se pusieron a tan sólo medio partido.
Al día siguiente, una nueva derrota de los Cachorros en Philadelphia, unida a una victoria en extra innings de los Mets ante los Expos consumaron la remontada. En tan sólo 26 días los lovable losers habían remontado 9,5 partidos de desventaja y ahora lideraban la NL Este.
Parece que perder el primer puesto acabó con toda esperanza en la plantilla de los Cubs. No hubo una lucha encarnizada por entrar en Playoffs el resto del año. Los del North Side se terminaron de hundir y acumularon un balance de 8-17 en septiembre, mientras que los de Flushing se iban hasta 23-7. El 24 de septiembre, con 5 partidos aún por jugar, se confirmaba el segundo milagro del año: los Mets ganaban matemáticamente la NL Este por primera vez en su historia. Al final, los Mets acabaron con un record de 100-62, mientras que los Cubs quedaron segundos por detrás a ocho partidos.
Los Motivos
¿Cómo pudo suceder esto? ¿Cómo pudo una plantilla con cuatro futuros Hall of Famers (Ferguson Jenkins, Billy Williams, Ernie Banks y Ron Santo), dos pitchers con 20 victorias (Jenkins y Bill Hands), la moral por las nubes (Santo dijo después: «sabíamos que ese era el año en el que íbamos a ganar») y que muchos consideraban la mejor que había tenido la franquicia en su historia dejarse remontar semejante diferencia por un equipo que nunca había ganado más de 73 partidos y era más conocido por su habilidad para perder? Hay muchas teorías. Algunas apuntan a que la bronca que echó Santo a Don Young por un error en uno de los partidos en Shea acabó con toda la química en el vestuario. Otros indican que la culpa fue del manager Leo Durocher, que utlizó el mismo lineup casi todos los días y abusaba de sus pitchers cada vez que subían al montículo, lo que les hizo llegar agotados a la parte decisiva de la temporada.
Otras, como no podía ser de otra forma tratandose de los Cubs, hablaban de la mala suerte inherente a esta franquicia. Podía ser la cabra o el otro animal que trajo mala suerte al equipo ese año, el gato negro que dió varias vueltas alrededor de Ron Santo en la importante serie en el Shea Stadium.
Otras también dicen que esos Mets no podían perder porque habían pasado de buscar todas las formas posibles para perder a ganar todos los partidos de la manera que fuese. El 12 de septiembre ganaron los dos encuentros de un doubleheader por 1-0 con ambas carreras impulsadas por los pitchers titulares de cada partidos, Jerry Koosman y Don Cardwell.
En realidad, puede que todas esas cosas influyesen. Pero no hay que olvidar algo importante, la que quizás es la principal clave. Los Mets de 1969 tenían un gran equipo y un gran manager que lo supo utilizar bien. Pese a que el año anterior habían logrado su record de victorias con sólo 73, la plantilla estaba compuesta de un buen número de jóvenes talentos que explotaron en 1969 y de veteranos que dieron su mejor versión. El ataque estaba liderado por Cleon Jones (.340 de promedio de bateo), Tommie Agee (26HR y 76RBI) y, desde su llegada en agosto, también por Donn Clendenon (12HR el resto del año y clave en las World Series). Detrás del plate tenían al que era considerado uno de los mejores catchers de la época, Jerry Grote, y redondeaban la plantilla una lista de jugadores complementarios que han pasado a la historia de la franquicia como Ron Swoboda y Ed Kranepool.
Pero la clave de esa plantilla estaba en el montículo. Un bullpen liderado por Tug McGraw y Ron Taylor cerraba los partidos que lideraba una rotación potentísima. Nolan Ryan, que acabaría entrando en el Hall of Fame con una carrera que le hizo tener su número retirado en los otros tres equipos en los que jugó y es el líder histórico de las Mayores en strikeouts, tuvo 10 titularidades para los Mets mientras daba sus primeros pasos en la MLB. Don Cardwell y Jim McAndrew compartieron el cuarto puesto en la rotación combinándose para 14 victorias. Gary Gentry (13W y 234IP) era el tercero. Y llegamos al 1-2 punch que tantas alegrías trajo a Queens. El zurdo Jerry Koosman era el número dos de la rotación y tuvo un año magnífico (17-9, 2,28ERA, 6 shutouts y 16 partidos completos, además fue clave en las World Series). Y así llegamos a la gran estrella del equipo: Tom Seaver. El ace ganó 25 partidos con un ERA de 2,21 y 18 partidos completos, lo que le ayudó a ganar el Cy Young y acabar segundo en la votación de MVP de la Liga Nacional. Después de llegar a los Mets de un modo un tanto rocambolesco en 1967, «Terrific Tom» se convirtió en la cara visible del club (de ahí su otro apodo: «The Franchise») y es el único jugador introducido en el Hall of Fame con la gorra de los Mets.
Y esta plantilla estaba liderada desde el banquillo por Gil Hodges. Uno de los iconos de los grandes Brooklyn Dodgers de los 50, fue uno de los elegidos por los Mets en el draft de expansión en 1962. En 1968 lo contrataron como manager y su trabajo fue clave en la historia de los Miracle Mets. Estableció un sistema de platoon para sacar lo máximo de sus jugadores y aprovechar cualquier ventaja en cada partido y hacia finales de año, metió un pitcher más en la rotación titular con el objetivo de éstos estuviesen más descansados y llegasen más frescos a los Playoffs. Algunos dicen que fue la primera rotación de cinco hombres de la historia de las Majors.
Miracle Mets
Con la NL Este en el bolsillo, llegaba el turno de la primera NLCS de la historia. Los rivales eran los Atlanta Braves y los Mets siguieron con el ritmo que traían del último mes y medio de temporada regular y barrieron a los de Georgia en tres partidos. Y, de nuevo, demostraron que iban a encontrar cualquier manera para ganar. El pitcheo que había sido la clave todo el año, flojeó, pero apareció la ofensiva con un promedio de .327 y 6HR en la serie.
En las World Series esperaban los Baltimore Orioles. Con 3 Hall of Famers (Jim Palmer, Brooks Robinson y Frank Robinson) en la plantilla, otro más en el manager el Weaver y su estrategia de pitching, fundamentals and three run homers habían ganado 109 partidos. De nuevo, los de Queens eran los underdogs. El primer partido parecía confirmar este estatus cuando los campeones de la AL ganaron 4-1. Parecía que la historia de superación acababa aquí.
Pero entonces, las cosas volvieron a funcionar para los Amazin’: pitcheo, defensa y ataque en los momentos clave. Jerry Koosman eliminó a los primeros 18 bateadores Orioles en el 2º partido para que los Mets ganaran 2-1. En el tercero, un 5-0 que ponía por delante en las Series a los neoyorquinos gracias a los lanzamientos de Gary Gentry y Nolan Ryan y la defensa de Cleon Jones. En el 4º Seaver lanzó un partido completo de 10 entradas y los Mets volvieron a ganar 2-1 gracias a un tremendo catch de Swoboda en la 9ª entrada, que evitó que los de Baltimore anotasen la que hubiese sido la carrera de la victoria.
En el quinto partido los Mets volvieron a sacar ese ganar de cualquier manera que habían mostrado durante su remontada. Perdiendo 3-0 en la 6ª entrada, pareció que Koosman golpeó con la bola a Frank Robinson, pero el árbitro dijo que había golpeado el bate y el at-bat acabó con un strikeout. En la parte baja de la 6ª pareció que era Cleon Jones el golpeado en el pie, pero el arbitro volvió a decir que no. Entonces Gil Hodges salió del banquillo con la pelota y mostró al árbitro la mancha de betún que había quedado tras el contacto con el zapato. Jones iba a primera base. El siguiente bateador era Donn Clendenon y en una jugada que por si sola hubiese hecho que su trade desde Montreal mereciese la pena lograba un home run que ponía el partido 3-2. Una carrera más en la séptima y dos en la octava pusieron a los Mets 3-5 por delante. Koosman completó el partido sin permitir nada a los Orioles y se completó el milagro. Los Lovable Losers desaparecieron al ganar las World Series. Habían nacido los Amazin’. Los Miracle Mets.
En un sólo año los Mets habían conseguido que su record histórico de victorias pasase de 73 a 100, 27 partidos más. Habían pasado de tener las simpatías del país por ser los Lovable Losers a tenerlas por haber protagonizado una de esas historias de superación que tanto inspiran. Una remontada histórica en apenas un mes, victorias ante rivales a priori superiores y un título que cambiaba la visión que los aficionados al béisbol tenían de su franquicia. Los Mets no volverían a ganar el título hasta 1986, pero incluso ese temporda estaba ligada en cierta forma a 1969. El último bateador de los Orioles que eliminaron los Mets, ese con el que sellaban el título, era Davey Johnson, el manager de los «Bad Guys» que devolvieron el campeonato a Shea Stadium.