El mundo del baseball que conocemos cuando pensamos en los Estados Unidos representa una pequeña parte de lo que es el deporte. Cuando imaginamos a un jugador que se embarca en su esperada aventura como jugador profesional, creemos inmediatamente que dicho jugador acaba de cumplir su sueño, el poder ganarse la vida disfrutando del juego que lleva practicando toda su vida, su afición. La realidad, sin embargo, es muy distinta a lo que creemos; a no ser que seas un jugador de renombre el día del Draft, o que tengas un talento suficientemente extraordinario como para llamar la atención de un agente que consiga solucionarte la vida (al menos durante un tiempo) mediante un buen “signing bonus”, lo más probable es que tu paso por las Minor Leagues sea de todo menos placentero y, desde luego, nada parecido a cómo imaginabas que iba a ser el mundo del baseball profesional.
Las Minor Leagues, en todos sus niveles, suponen un negocio más grande de lo que los aficionados creen. Cerca de 50 millones de personas asisten cada año a ver los partidos, una cifra superior a las que se alcanzan en las grandes ligas como NBA, NFL o NHL. Es un negocio en crecimiento que necesita una gran cantidad de puestos de trabajo, a los cuales no les faltan pretendientes. Cada año, más de 1.500 nuevos jugadores se convierten en profesionales de su deporte favorito, todos ellos con la esperanza de sobreponerse a las probabilidades y pertenecer a ese mínimo porcentaje de jugadores que alcanzan, después de mucho sufrimiento y pocas alegrías, las Major Leagues, aunque sea tan sólo por un tiempo limitado. Realísticamente, el 97% de ellos se tendrán que conformar con el sufrimiento y las pocas alegrías, porque desgraciadamente la vida del Minor Leaguer no da para mucho más en la mayoría de casos.
En 2014, el salario mínimo anual de un jugador contratado por un equipo de la MLB es de $500.000. Uno podría pensar que, si bien será menos, el salario de un Minor Leaguer tampoco andará muy lejos, y será suficiente como para abastecer a una familia y permitirse algún que otro lujo, pero la realidad es otra: en Rookie level, o dónde la mayoría de jugadores empiezan su carrera tras ser seleccionados en el Draft, el salario no supera los $1.300 mensuales en bruto (o sea, que aún se le han de deducir impuestos), y no sólo eso, sino que además no cobran durante los meses en los que no hay temporada, de ahí que tengan que buscarse la vida en las ligas de invierno o en trabajos extra-deportivos. En AAA, el nivel más alto de las Minors, los salarios variarán entre $2.000 y $2.700 durante los mismos cinco meses de temporada. Eso es una diferencia mínima de $486.500 entre estar en el “40-man roster” o esperar tu oportunidad en Triple A.
Luego está el tema del “signing bonus” del que hablaba más arriba. Algunos jugadores pueden llegar a recibir hasta $9 millones el día del Draft por firmar con el equipo que les seleccione. Esta cifra descomunal es una rareza, puesto que la mayoría nunca recibirá más de “cinco ceros” en su cheque, y eso teniendo mucha suerte. Un jugador drafteado en rondas más bajas se tendrá que conformar con recibir unos $2.500, pero podrá sentirse privilegiado al cobrar su primer cheque firmado por un equipo de la MLB.
Aún así, no todo es contar dinero en la vida de Minor Leaguer, también se ha de trabajar, y mucho. Desde Abril hasta Septiembre, entre los partidos diarios y las sesiones de entrenamiento y de gimnasio, cada jugador le echará alrededor de 8 o 9 horas diarias, durante al menos 26 días al mes siendo generoso con los días libres en que su equipo no juegue, y todo ello sin contar las múltiples horas que pasarán en un autobús recorriendo el país, con un mínimo de una ciudad distinta cada semana; porque no, en avión desde luego que no viajan. Haciendo números, un jugador de Rookie Level con un salario base de $1.300 cobrará cerca de $6 la hora, un número inferior al salario mínimo de los Estados Unidos en cualquier Estado, para un trabajador corriente.
Como en cualquier deporte, en baseball la condición física de los jugadores es primordial. Para alguien con las condiciones de vida que ahora conocemos, se presume bastante complicado el mantener la línea o simplemente cocinar abundante comida saludable. Otro de los grandes problemas para el jugador de las Minor Leagues es que, con sus limitadas dietas, es posible que en más de una ocasión acabe dependiendo de la comida rápida o pre-fabricada, algo que puede resultar un retroceso en su desarrollo físico, y que en última instancia puede privarle de la oportunidad de dar el salto a un nivel superior. Algunas organizaciones preparan comidas para sus jugadores después de los partidos, pero en la mayoría de casos éstos tendrán que depender de sí mismos. Y no tan sólo en el tema alimenticio, sino también en lo que a vivienda se refiere: los clubes no la proporcionan a sus jugadores, y éstos tienen que buscarse la vida; desde hoteles baratos hasta compartir pisos entre jugadores, a veces con familias incluidas, pero nunca con el lujo como denominador común.
Después de varios años subiendo y bajando entre los diversos niveles de la organización, lo único que separa a un jugador de colgar las botas es su pasión por el juego, y la esperanza de algún día llegar a cumplir su sueño. Muchos abandonan y se quedan a medio camino, ya sea tras uno, seis, diez años, o los que hagan falta para descubrir que no era lo que esperaban, o que nunca van a llegar a ganarse la vida bajo esas condiciones. Con suerte algunos de estos ya ex jugadores podrán hacer valer sus títulos universitarios, o incorporarse como buenamente puedan al mundo laboral. Muchos jugadores extranjeros, quienes lo habrán pasado aún peor durante su experiencia en el baseball americano, lo tendrán complicado para mantener su residencia y no tener que volver a su país de origen, donde les esperará posiblemente aún menos.
En la MLB hay 750 jugadores que, tras sobreponerse a todas las probabilidades, podrán decir que lo lograron, que fueron Major Leaguers. Después de todo valió la pena, aunque tan sólo haya sido momentáneamente, o como sustituto de otro jugador lesionado. El fin habrá justificado años de sufrimiento, de vivir en un negocio injusto donde lo último que puedes hacer es quejarte, porque sabes que millones de personas haríamos tu trabajo gratuitamente si pudiéramos, o al menos eso creemos. Tan sólo ese 3% superará las tentaciones que aparecerán a lo largo del camino, ya sea para abandonar o para intentar ganar ventaja física ilegalmente, y podrá decir que llegó a cumplir su sueño. Ahora, cuando 1.500 jóvenes oigan su nombre el próximo 6 de Junio, lo que tienen que preguntarse es si de verdad están dispuestos a pagar el precio de ser jugador profesional de baseball y arriesgar todo lo demás por ello. Si están dispuestos a pasar por lo más bajo para llegar hasta lo más alto, por recibir unos cuantos millones de dólares y dar unas cuantas más millones de alegrías.
Para los que lo disfrutamos desde fuera, espero sinceramente que no se lo piensen ni dos veces.
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