Nos encontramos en el séptimo partido de las Series Mundiales: los locales llegan a la novena entrada con una ventaja mínima y los rivales han conseguido un corredor en primera base sin ningún bateador eliminado. La tensión es palpable entre la afición. En el estadio se hace un silencio sepulcral pero los jugadores y entrenadores de ambos lados no dejan de comunicarse entre ellos mediante un lenguaje de signos encubierto a través del cual se coordinan todos los movimientos que suceden en el partido. La defensa se coloca acorde con el lanzamiento que vendrá a continuación y el bateador recibe las instrucciones para saber qué hacer en su turno (ser agresivo e intentar hacer contacto con la primera bola, tomar unos cuantos lanzamientos y ser paciente o quizás sacrificarse para que el corredor avance una base pegando un bunt). Todo esto sucede en los (aproximadamente) 23 segundos que tarda el pitcher en lanzar la pelota hacia el guante del receptor.

Los principales protagonistas en esta comunicación son los dos entrenadores, pues ellos son los cerebros, quienes deciden las jugadas defensivas y ofensivas. En la primera situación, el manager avisa (nunca verbalmente) al receptor del lanzamiento que el pitcher debe ejecutar para intentar eliminar al contrario; en seguida este se lo notifica representando un número del 1 al 4 con la mano que no lleva el guante (ver imagen de arriba para más detalle). En la segunda, sin embargo, el manager contacta con un entrenador situado al lado de la tercera base, conocido como third base coach, a quien le informa como quiere se comporte el bateador en su turno al bate. A partir de ese momento, este entrenador tiene entre otras responsabilidades (como decidir si un corredor puede anotar una carrera sin ser eliminado, por ejemplo) que el bateador comprenda el mensaje a la perfección. Para dar por finalizadas las instrucciones, este a su vez debe enviarle una señal conforme ha entendido lo que se le pide.
Lo vital y a la vez más complicado de esta comunicación no verbal es asegurarse que las señales mandadas no sean interceptadas, es decir, que no puedan ser descifradas por el equipo rival, pues les supondría una gran ventaja en otros encuentros. Por lo que el equipo defensivo respecta, todos los que se encuentran en el banquillo pueden intentar «robar» los mensajes en algún momento. En cambio, el equipo atacante confía en la posición privilegiada en el campo del first base coach o entrenador de primera base para que deduzca qué le comunica el receptor al lanzador contrario. Teniendo esta circunstancia en cuenta, es muy probable que tanto el entrenador de tercera base de los atacantes como el receptor que se encuentra de cuclillas detrás del home escondan el mensaje dando múltiples señales, siendo solo una la válida.

Por último, pero no por esto menos importante, tenemos que mencionar a los árbitros, que son cuatro cuando a nuestro deporte nos referimos. Los umpires (así se les conoce en deportes tales como el béisbol o el cricket) no disponen de silbato y se valen de sus propias señales para arbitrar el partido, lo cual permite una mayor fluidez en el juego. Sus mensajes, a diferencia de los enviados por ambos equipos, deben ser siempre los mismos y a la vez fáciles de comprender. Al darse por descontado que los jugadores entienden los movimientos que los umpires realizan durante el encuentro, se ahorra tiempo (que en el béisbol es de agradecer) al no tener que reunir a los jugadores de campo después de cada jugada para explicarles qué se ha señalizado en cada situación.

Para terminar, a continuación podréis ver como se comporta el árbitro de home plate cuando, a su parecer, un corredor ha conseguido anotar una carrera evitando hacer contacto con el receptor contrario.