Hace nueve meses que el jefe de operaciones de baloncesto de los Detroit Pistons, Joe Dumars, decidió poner fin a la racha de su franquicia de cinco temporadas consecutivas en récord negativo y cuatro sin llegar a los Playoffs. Fue en el pasado mes de enero, cuando los de Michigan cada vez veían más cerca que su temporada no se iba a prolongar más allá de finales del mes de abril.
La estrategia fue clara, muy comentada por aquel entonces y con un objetivo muy claro a largo plazo, en concreto para cuando se pusiese en marcha el curso 2013-14. Tras un traspaso a tres bandas junto con los Memphis Grizzlies y los Toronto Raptors, los Pistons se colocaban en posición para liberar supuestamente unos 70 millones de dólares.
El objetivo, iniciado en los despachos de la franquicia de Detroit con una persona que sabe lo que son los Pistons y se preocupa por su mejoría como Joe Dumars, era el de intentar armar un buen equipo en la offseason que pudiese catapultar a los de la “Mo Town” de las profundidades de la Conferencia Este a ser un conjunto competitivo con los equipos punteros de la liga. Todo a diez meses vista y, a priori, puede que al final tenga el efecto deseado.
El triple movimiento de enero tuvo como consecuencias en los Pistons el tener que deshacerse de un jugador emblemático para ellos como Tayshaun Prince (además de Austin Daye) para recibir al español José Manuel Calderón. Con la salida de los dos primeros y la finalización de contrato de ‘Calde’ al final de temporada, Detroit liberó unos $34,5 millones en salarios. También tenían que contar con otras finalizaciones de contrato de Corey Maggette, Will Bynum y Jason Maxiell. Tan sólo el último de éstos a día de hoy está fuera de los Pistons (en Orlando Magic concretamente), Corey Magette probará estos días en el training camp de los San Antonio Spurs y Will Bynum sigue en el roster de Detroit, con lo que no han liberado el total de los $19,5 millones que tenían pensado con las posibles salidas de estos tres jugadores. Los últimos $16 millones los podrían haber liberado con la amnistía de Charlie Villanueva, pero el dominicano no se ha movido finalmente este verano.
Es cierto que los Pistons no han hecho el total de los $70 millones de hueco salarial. No sabemos si Dumars tiene vista de lince, pero la visión y el movimiento de tablero de ajedrez que dio en enero, sacrificando el devenir del equipo la temporada pasada para intentar cambiar a mejor el rumbo de la franquicia, ha sido clave para que haya ciertas esperanzas de signos positivos para la campaña que da comienzo en menos de un mes.
A día de hoy, Detroit cuenta en su plantilla, además de los previamente mencionados, con Andre Drummond, Jonas Jerebko, Greg Monroe, Kyle Singler y Rodney Stuckey. Han fichado a Josh Smith, al rookie italiano Luigi Datome, a Brandon Jennings a cambio de Brandon Knight y han conseguido el retorno de Chauncey Billups como jugador y de Rasheed Wallace como técnico asistente. Todo esto será dirigido por Maurice Cheeks, que reemplaza a Lawrence Frank en el banquillo.
¿Son motivos suficientes para ilusionar a la afición de los Detroit Pistons? Parece claro que al menos sí hay motivos para pensar que hay gente en las oficinas de la franquicia como Joe Dumars dispuestas trabajar y mejorar la situación de un conjunto que ha vagado por un último lustro de temporadas y récords decepcionantes. No sabemos a día de hoy a dónde puede llegar el equipo, pero se torna como clave las llegadas de dos aleros de calidad como Josh Smith y Brandon Jennings y la presencia de dos figuras que conocen bien la estructura del equipo como Chauncey Billups en la cancha y Dumars en los despachos. De hecho, ambos estaban presentes en los Pistons que llegaron seis veces consecutivas a las Finales de Conferencia y a dos Finales de la NBA donde ganaron una de ellas en 2004 ante los Lakers. Uno sabe muy bien cómo funcionan las cosas en los entresijos de su casa y cómo solucionar los problemas que surgen.
Esto no sólo puede tener su impacto en la ilusión y sensaciones del público, en lo intangible, sino también en lo tangible, es decir, en la asistencia de aficionados al Palace of Auburn Hills y su consecuente impacto económico.
El Palace está situado a unos 53 kilómetros del centro de Detroit, forzando a los fans de los Pistons a realizar un gran desplazamiento para ver los partidos de su equipo en casa, siendo una situación muy distinta a otras franquicias que tienen su arena en el downtown y resulta mucho más cómodo acudir. Pese a que hubo rumores de que los Pistons se mudarían a un pabellón al centro de la ciudad, la idea ha sido finalmente descartada. Si estos últimos años las gradas del Palace eran un lugar triste y frío por la poca atracción del equipo, no sería de extrañar que este año volviesen a estar más llenas de aficionados atraídos por una plantilla más atractiva que les haga pensar que merece la pena hacer el trayecto por ver buen baloncesto al norte de Detroit.
Parece que los signos de mejoría son claros. El equipo ha pasado por una dura travesía en el desierto de la reconstrucción, ese que no gusta a nadie pero que en ocasiones es necesario pasar. Los Pistons que se presentan esta temporada no son como para asustar a las franquicias que lideran el Este, pero sí para poder ser competitivos y dar problemas a más de uno en la temporada regular y en la postemporada. Si Joe Dumars ha acertado dando con la tecla correcta está por ver, aunque sí parece que ha puesto mucha carne en el asador para hacer despegar Detroit en la temporada en la que se cumplirán diez años de su tercer y último anillo.