El 10 de abril de 2016, los New York Knicks jugaban su último partido de la temporada en el Madison Square Garden ante los Toronto Raptors en un encuentro que acabó en derrota para los locales. Dos días después, finalizaban el curso de nuevo con otro revés, aunque esta vez en el Bankers Life Fieldhouse de Indiana. En aquel momento, los Knicks certificaban su tercera campaña consecutiva sin opciones de jugar los Playoffs confirmando, aunque sabido ya de meses antes, que el proyecto de los de la Gran Manzana no terminaba de arrancar y que la mano de Phil Jackson aún no se terminaba de notar.
El curso comenzó con la esperanza de que ese año tocaba mejorar y que se podía hacer, que era posible. Un comienzo con un récord de 20-20 a mitad de la temporada hacía presagiar que los Playoffs podían estar al alcance de la mano, eso sí, dentro de un contexto de una conferencia Este mucho más dura y competitiva de lo que se había visto en los últimos años. Aún así, una desconexión conjunta de todo el equipo lo hundió en una espiral negativa de resultados que lo llevó a solo sumar 12 victorias más en los siguientes 41 partidos. Sí, un 32-50 de récord final fue la bofetada que se llevaron tanto el equipo como los aficionados, con una enorme sequía de meses por delante sin baloncesto y con la incertidumbre de saber qué iba a pasar en verano.
Phil Jackson, el hombre del gen ganador por excelencia, no podía hacerse esperar más y en el periodo de fichajes movió las fichas de su tablero para traer a la Quinta Avenida a Derrick Rose y Joakim Noah procedentes de Chicago, entre otros jugadores. La seducción de Jackson, sumado a la atracción por una gran ciudad y un proyecto con mucho que hacer en él seguramente convenció al MVP de 2011 y Mejor Jugador Defensivo de 2014 para recalar en la ciudad de los rascacielos.
Lejos de desaparecer la tormenta, las tinieblas y la energía negativa que rodea a la franquicia, los inconvenientes no han dejado de aparecer. Una lesión de Noah al comienzo de la pretemporada, quien ya se perdió 53 partidos en el curso 2015/16 por una lesión en el hombro, y un juicio a Rose por una supuesta violación en 2013, han hecho que los problemas hayan vuelto a surgir en la franquicia de Manhattan sin que si quiera hubiera comenzado la temporada.
Con los cimientos en construcción y con la fase de rodaje del proyecto poniéndose en marcha, New York busca un mínimo de estabilidad que la ayude a crecer y a dejar los contratiempos a un lado. Y un rayo de esperanza parece atisbarse en el horizonte para los neoyorquinos. Lejos de individualidades y de que alguien se ponga en el foco de atención, los Knicks buscan hacerse fuertes desde el conjunto para despegar de nuevo y dejar de vagar por las profundidades de la conferencia, teniendo que desterrar proyectos y pensando de nuevo en la reconstrucción desde el mes de febrero.
Todos para una y una para todos
Los Knicks parecen dispuestos a cortar de raíz todos los problemas que les rodean y que de una vez por todas se comience a hablar y a disfrutar de baloncesto del bueno en el Madison. Para ello, el primer paso lo tienen que dar los jugadores y mostrar su compromiso de poner el baloncesto por delante de cualquier otra cosa. El primer día del training camp 2016, ante la sorpresa del entrenador Jeff Hornacek, los jugadores de los Knicks se presentaron en el entrenamiento una hora antes de la prevista, lo que demuestra una intención por lo menos de cerrar un capítulo y abrir otro nuevo mucho más optimista.
Una vez plasmado el compromiso, lo siguiente que tiene que hacer el equipo es confeccionar un equipo sólido y competitivo. El reto de Hornacek no está solamente en hacer esto, sino en realizarlo gestionando el liderazgo de jugadores capaces de encabezar un proyecto como Anthony, Rose y Noah. Hacer de los Knicks un equipo y no un conjunto dividido sobre a qué deben jugar o quién debe llevar el peso del equipo será la gran barrera a superar.
De momento, la actitud de ambos jugadores va por ese camino y que cada uno tenga claro su rol para saber cómo compenetrarse será clave en las posibilidades de éxito de Nueva York. “Mi trabajo es venir aquí y ayudarle a ganar. Este es su equipo. En los entrenamientos le apoyaré y estaré con él cuando le vea perezoso y viceversa”, comentó Rose antes de comenzar el training camp del equipo. “Estoy yo más emocionado por él que él consigo mismo”, dijo Anthony en referencia a su nuevo compañero. “Me encantan las personas con las que siempre se puede contar, que se levantan ante las adversidades y que tienen una oportunidad para salir ahí fuera y demostrar quienes son”. Por su parte, Joakim se muere de ganas por volver a entrenar: “Estoy con muchas ganas. Quiero estar ya con mis compañeros”.
«Me gusta ver a estos jugadores trabajar duro desde tan pronto», –Jeff Hornacek, entrenador de los Knicks.
El punto clave de esta mentalidad se puede entrever en lo que añadió Rose al decir que no le importan las estadísticas, que no las mira tras los partidos y que lo único que le importa es lograr victorias. “Es lo único que me preocupa. Si ganamos, duermo bien esa noche”.
Si los egos no crecen durante el año y los Knickerbockers tienen claro el estilo que quieren desarrollar en la cancha, estarán más cerca de adquirir una identidad propia sobre la que trabajar y apoyarse en los momentos de más debilidad. Factores emocionales y abstractos aparte, lo que en definitiva cuenta es el juego y de la gestión de Hornacek dependerá mucho el devenir del equipo esta campaña. Y el pilar sobre el que quiere sustentar toda esa base del equipo es la defensa.
“Eso debe ser lo primero. Podemos ir ganando algunos partidos en la temporada mientras la parte ofensiva se termina de ajustar”. Sin lugar a dudas, la pieza fundamental para que la defensa de los Knicks funcione este año es Joakim Noah, algo que tiene muy claro Phil Jackson y que justifica su fichaje este verano: “Quizás en Chicago le veían como uno de los mejores pívots de la liga o como un All-Star, pero aquí no lo vemos así. Queremos que Noah sea alguien que ayude a construir nuestra defensa y que de la sensación al resto del equipo de que hay una parte defensiva sólida y bien cimentada”.
Nueva York no solo contará con estos jugadores. El fichaje de Brandon Jennings, Courtney Lee, la elección en el Draft del español Willy Hernangómez y la esperada continuidad del buen juego de Kristaps Porzingis dan algo de esperanza a una afición siempre exigente con las franquicias de su ciudad y que no se deberían acostumbrar a la mediocridad y a las temporadas tiradas a mitad de camino por la mala gestión.
Por ello, un pequeño rayo de esperanza parece que se ha abierto en el camino de los Knicks hacia la reconstrucción. Pese a la desbordante calidad de algunos de sus miembros, saben que solos no van a ninguna parte y que, pese a los diferentes roles que puedan jugar durante el curso 16/17, todos deberán bajar al barro y remar en la misma dirección para sacar a la franquicia del pozo en el que lleva metido varios años. Nueva York parece estar dispuesto a aprovechar la oportunidad porque, ante todo, la esperanza es lo último que se pierde.