Camerún ocupa el puesto número 69 en el ranking mundial de la FIBA de un total de 149. Enclavado en la parte central de África, su temperatura media anual oscila entre los 20 y 30 grados aproximadamente, muy diferente a las temperaturas invernales del noreste de Estados Unidos. En un país tropical donde el fútbol es el deporte que mayores pasiones desata, se antoja complicado de inicio que alguien pueda destacar a nivel mundial en otro deporte, incluso llegando a ser uno de los mejores en su disciplina en cierto momento.
Más aún se retuerce el tema cuando, sobre la mesa, ponemos la historia de un chaval cuyo deporte favorito era el voleibol. En Camerún. Seguramente le sirviera para hacer ejercicio y pasarlo bien, pero no sabemos si podría haberse ganado la vida con ello, incluso llegando a jugar con la selección nacional en ese deporte. Si además añadimos que, con la llegada de un campus de baloncesto a su país, nuestro protagonista decidió probar suerte en una disciplina que no había probado en su vida, hace seis años hubiera sido imposible creer que algo más de un lustro después sería el jugador del que todo el mundo hablara en la NBA.
Luc Mbah a Moute, jugador NBA y natural también de Camerún, fue quien organizó dicho campus de baloncesto en el año 2011. Allí se presentó un tal Joel Embiid para ver qué tal se le daba jugar a ese deporte llamado baloncesto que nunca había practicado. En una de las jugadas, Embiid recibió en el poste un pase mal dado, pero consiguió atrapar el balón con una mano, driblar al jugador y anotar de una manera explosiva. Mbah a Moute se giró hacia sus entrenadores sorprendido: “¿Cuánto tiempo decís que lleva jugando al baloncesto este chico?”.
Pese a que su calidad era sorprendente, pero no fruto de la casualidad, poco tiempo después estaba poniendo rumbo a Estados Unidos para jugar en la Montverde Academy de Florida, la misma en la que jugó D’Angelo Russell. Su historia de éxito con el baloncesto, que parece que lleva jugándolo toda la vida, comenzó en aquel momento pese a no saber apenas qué era la NCAA y solo saber decir “Good morning” en inglés.
Por increíble que parezca, y pese a haber superado varias lesiones graves que le han dejado sin jugar las dos primeras temporadas por completo y la tercera solo 31 partidos, en su cuarta temporada desde que fue seleccionado en el Draft, pero la segunda jugando partidos, Joel Embiid está maravillando al mundo y a toda la liga norteamericana de baloncesto. Una lesión de menisco y la muerte de su hermano en un accidente de tráfico estuvieron cerca de que dejara el baloncesto, pero su fuerza de voluntad y ganas de triunfar en este deporte han hecho dar la vuelta a la tortilla a esta situación.
“Soy el mejor defensor de la liga”
Ni corto ni perezoso, no solamente está erigiéndose como uno de los mejores jugadores, sino que no tiene tapujos en decir que es el mejor defensor de la NBA. Cuando comenzó a jugar al baloncesto en Estados Unidos sus compañeros se metían con él porque su técnica jugando no era la mejor algo que, pese a su carácter tranquilo, no le hizo amedrentarse y sacó lo mejor de él para callar bocas e imponer su juego. «Algún día le pediréis dinero prestado», dijo el primer entrenador de Joel a sus compañeros. Y el tiempo le dio la razón. Un contrato de 5 años y $148 millones le da la tranquilidad, pero también la confianza, para poder desarrollar durante estos años todo el talento que tiene en su interior.
Cuando Embiid afirma que es el mejor defensor de la liga, uno no duda en echar un vistazo a sus números para ver el porcentaje de realidad de sus palabras. Mientras en la temporada 2016/17 capturó 7,8 rebotes por partido, ahora supera los 11 por encuentro. Su defensive rating es actualmente 101, cuando la temporada pasada fue de 102. Es el mayor reboteador del equipo pero no está consiguiendo mejorar sus números en robos y tapones respecto al año anterior. Aunque es el líder de su equipo en estas facetas, se queda lejos de los puestos de cabeza en el total de la liga. Aún así, en lo que a los Sixers se refiere, ha conseguido aumentar el Win Share por 48 minutos de 1,17 a más de 1,5 este año. Este valor calcula el número de victorias aportadas de un jugador para su equipo por cada 48 minutos.
Con todo esto, y a pesar de que la imagen que está mostrando es muy buena e incluso mejor de lo que algunos pensaban, el propio Joel Embiid cree que aún puede dar y mejorar más. “Me encuentro al 69 por ciento”. No sabemos lo que puede dar de sí o está por venir en ese 31% restante que dice que puede dar, pero sí que ha hecho para exprimir al máximo lo realizado hasta la fecha.
Su gran visión de juego hace que sus compañeros se apoyen en él para enlazar muchas jugadas. Ya sea él el que da el pase o el que lo reciba, en muchas situaciones es capaz de generar ventaja para tener un tiro o bandeja cómoda. El tiro exterior no es su mayor fuerte, pero no tiene miedo a jugársela si es necesario. Donde evidentemente es más incisivo es en el poste bajo. Sus 213 centímetros le permiten ser superior a muchos de sus rivales bajo el aro y, si cuenta encima con algún espacio, es muy difícil pararle para que el balón no acabe convirtiéndose en una canasta para Philadelphia.
Todo esto está ayudando para que por primera vez en muchos años la palabra Sixers no signifique ‘tanking’, derrotas o tristeza, sino victorias, esperanza y, la mejor palabra de todas, Playoffs. Las posibilidades de que jueguen las rondas finales por el título parecen por fin más reales que nunca, todo ello gracias a la explosión de un diamante en bruto que hace tan solo seis años nadie habría descubierto y que, si no hubiera sido por el campus al que asistió, ninguno habríamos asistido al espectáculo y proyección que está ofreciendo.