Ni los aficionados más optimistas de los Lions podrían haberse imaginado que tras diez jornadas de liga, su equipo mantendría un récord de 7-2 y se jugaría contra los Arizona Cardinals el convertirse en el mejor equipo de la Conferencia Nacional. Y es que tras un comienzo de temporada ilusionante, culminado con su cuarta victoria consecutiva, el equipo de Michigan está comenzando a recuperar el crédito perdido, tras varios años en los que la constante a estas alturas era la incapacidad del equipo para poner sobre el campo todo el talento que, por nombres, reúne la plantilla. Y la tarea no parecía sencilla: pasar de ser el equipo más inmaduro de la liga a convertirse en un rival a batir con la mejor defensa de la NFL, y sobre todo, aprender de los errores del pasado ganando partidos agónicos que tiempo atrás habrían sido derrotas.
Las dudas eran obligadas a comienzo de temporada. El acuerdo para que Jim Caldwell fuese el nuevo entrenador jefe de la franquicia despertó más decepción que esperanzas. El candidato elegido representaba la antítesis de Jim Schwartz, por lo que no faltaron las voces que auguraban el fracaso del pasivo Caldwell en un vestuario complicado, especialmente por algunos integrantes de la unidad defensiva. Sin embargo, en poco más de cinco meses, Caldwell y su equipo de trabajo (Joe Lombardi, coordinador ofensivo procedente de los Saints y Teryl Austin como coordinador defensivo procedente de los Ravens) se han salido con la suya, con un estilo muy alejado al acostumbrado en la franquicia en los últimos años. No hace falta más que echar un vistazo a la prensa local para ver hasta qué punto las noticias hablan de un equipo unido, con la mente fija en volver a jugar las eliminatorias por el título. El estilo Caldwell ha encajado desde el primer día en el entorno de la franquicia. Un entrenador afroamericano para la ciudad con el mayor porcentaje de gente negra de todo el país. De trato sencillo, el nuevo entrenador de los Lions no ha tardado en convertirse en uno de los miembros más activos en labores de ayuda a la comunidad, en una ciudad que arrastra desde años los efectos destructivos de la crisis en la industria del automóvil. Y esta es una parte del trabajo de Caldwell, la de arrancar de los jugadores un compromiso con la ciudad y sus aficionados, que el entrenador ha sabido ejecutar muy en su estilo, sin levantar la voz, casi como un profesor enseña a sus alumnos.
Centrándonos en el juego de los Lions, está claro de Calvin Johnson es y debe ser el eje sobre el que orbite toda la ofensiva, dadas las capacidades casi sobrenaturales del receptor de Georgia. Contar con el mejor receptor de la liga en tus filas puede ser un arma de doble filo. Jugada tras jugada dos, y hasta tres, hombres de la secundaria se cuelgan (literalmente) de Johnson, y aun así los pases llegan a manos del receptor, en cualquier ruta, mientras la defensa rival se vuelve loca para cubrir todo el campo posible. La consigna por eso debe ser clara: armar un ataque que ayude y complemente al número 81. Pero ser la otra parte del tándem de receptores que se alinean con Johnson no es tan sencillo. Muchos candidatos se han estrellado en los últimos años intentando aprovecharse de los espacios que deja toda la cobertura que acapara el receptor número 1 del equipo. No obstante, parece que la búsqueda de complementos para ‛Megatron’ ha encontrado en la incorporación de Golden Tate, la pareja de baile perfecta para Johnson. Cada partido que pasa la confianza que Stafford deposita en Tate aumenta. El exjugador de Seattle ha liderado al equipo en yardas de recepción en los partidos que ‛Megatron’ se ha quedado fuera por lesión. La vuelta de Johnson al once no ha significado un descenso en la aportación de Tate con un total de 109 yardas en 11 recepciones.
La ofensiva ha sido, sin duda, la parte más afectada por las lesiones, en especial, el juego de carrera y la posición de tight end. Reggie Bush volvió después de semanas arrastrando molestias y Joique Bell también ha jugado mermado. Lo de los tight end parece una broma: durante la offseason el roster acumulaba 5 jugadores para la misma solución y, la verdad, es que la profundidad de armario les ha venido bien porque Brandon Pettigrew, Joseph Fauria y Eric Ebron están pendientes de poder volver a la acción. Visto lo visto, es para tener en cuenta que los Lions hayan encontrado la manera de alcanzar la victoria (agónica muchas veces) alineando a Jeremy Ross, Corey Fuller o Ryan Broyles como receptores titulares, con Theo Riddick en el backfield o resucitando del retiro a Kellen Davis para poder cubrir la posición de tight end frente a los Falcons o los Dolphins.
No obstante, es la defensa la base sobre la que se construyen las victorias de los Lions. La unidad se mantiene como la mejor de la liga según los números, tras haber logrado rebajar el número de yardas permitidas por partido a menos de 300, además de limitar a ataques tan explosivos como el de los Packers o el de los Saints a bajas anotaciones. Pero, quizá la clave haya sido que la defensa por fin se ha librado de las etiquetas de sucios e indisciplinados. Un comportamiento sobre el campo construido y potenciado en la era Schwartz y que, lejos de beneficiar a la unidad la convertía en un grupo anárquico, improductivo e incapaz de frenar la sangría de penalizaciones que, tras partido a partido y yarda tras yarda, hundía las opciones de victoria.
La línea defensiva sigue siendo de las mejores de la liga, reuniendo tres primeras rondas y nombres como Suh, Fairley o Ansah. Entre los linebackers la baja de Stephen Tulloch ha servido para la aparición de DeAndre Levy como líder absoluto de la defensa gracias al recital de placajes que semana tras semana “regala” a los contrarios. Pero, es en la secundaria donde las prestaciones han subido de nivel. Las carencias del año pasado y las incorporaciones de varios jugadores mediante la agencia libre pronosticaban un encaje difícil. Sin embargo, la pareja de safeties Glover Quin y James Ihedigbo ha resultado complementaria, sumada a la buena aportación de Darius Slay y Rashean Mathis como cornerbacks titulares. Los números hablan por sí solos: poco más de 200 yardas (212,1) por partido y solo 10 touchdowns de pase encajados (mejor registro empatado con los Bengals).
Para terminar se podría decir que este es el verdadero punto de inflexión para la temporada de los Lions; el momento que define si sus aspiraciones son reales o fruto de la casualidad o de la suerte. En las próximas semanas se enfrentarán a dos de los mejores equipos de la liga: primero, visitar a los Cardinals, y luego, viajar a Foxborough contra los renacidos Patriots de Tom Brady. Un todo o nada que los puede impulsar a la postemporada o dejarlos en lucha directa contra los Packers por la cabeza de la división. Y precisamente serán los enfrentamientos divisionales los que se juntan en la parte final del calendario de Detroit, con los dos partidos contra los Bears, el segundo partido contra los Vikings y el cierre de temporada, nada menos que en pleno invierno en la tundra de Green Bay, contra los Packers de Aaron Rodgers, en lo que seguramente será un duelo directo por el título divisional. Un calendario exigente, al que se aferran las ilusiones de los seguidores de los Lions para volver a pisar los Playoffs. Un dato a tener en cuenta: el año pasado Detroit llegó a alcanzar un récord de 6-2 para terminar derrumbándose hasta el 7-9 final. En sus manos, empezando por las de Jim Caldwell, está no despertar a los viejos fantasmas.